17 Jul La sustancia del estilo
En su libro The substance of style, Virginia Postrel afirma que la sustancia de las cosas (para qué son o sirven, o sea, su función) ha estado históricamente muy “distante” de su estilo (cómo las percibimos y sentimos, su forma, su estética). La situación hoy ha cambiado, puesto que es difícil vender algo que no coordine forma y función, o sea, que además de funcionar debe ser bello. O sea, el valor estético de las cosas cuenta mucho a la hora de decidirse por un producto/servicio. Es la fusión de los sentidos con el sentido. Para Postrel, esto hará del siglo XXI la “era de la estética”.
El libro está plagado de ejemplos de la fusión función-belleza. Y también de argumentos para desarticular a los nostálgicos de la ingeniería dura que ven en la estética una moda que altera la “seriedad” de la sustancia: a los que piensan que ¿si algo funciona bien porque hay que embellecerlo? Su respuesta: porque hoy hacer las cosas bien, que funcionen, no es un reto (muchos pueden hacerlo). El reto es conseguir que sea atractivo, que guste, que encante, que enamore.
Y, sobre todo, porque la gente lo desea. A la hora de comprar una cámara digital, partiendo del hecho de que todas hacen lo mismo y lo hacen extraordinariamente bien, escojo aquella que me atrae más “desde los sentidos”, empezando por su forma y acabando por su “tacto”. Un tema este, el de las “texturas”, en el que las enormes posibilidades que la tecnología nos brinda revolucionaran muchas “interfaces” entre los objetos y nosotros mismos.
Va a ser cada vez más necesario que los “autores” industriales de productos jueguen con los colores y las formas (¿neveras aún blancas?). La gente busca una identificación con las cosas que compra, de manera que así exprese mejor su personalidad. Se trata de crear reacciones sin palabras a tu grupo de relaciones a partir de los objetos que usas.
Y si el rol del diseño es hacer la vida más disfrutable, esto no es de una vez para siempre, sino que va cambiando de acuerdo con las circunstancias.
La importancia del “contenido sensorial” de los objetos no para de crecer. Damos cada vez más importancia al diseño de “entornos inmersivos placenteros”, espacios en los que te sientas (muy) bien. Lejos de la idea de que vamos a un futuro de despersonalización, la verdad es que parece que es justamente lo contrario: ser diferente, único, es lo que importa (tunning de uno mismo y de su entorno).
Ya estamos en un futuro en el que reina la combinación smart and pretty, lo inteligente “y” lo bonito (no lo inteligente “o” lo bonito). O sea, la síntesis de artefactos y emociones. La conjunción frente a la disyunción.
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