11 Jul La innovación sólo ocurre cuando cambian las prácticas sociales
En su texto Networks of Innovation, Ilkka Tuomi señala que la historia nos enseña que todo proceso de innovación no sigue un modelo lineal sino que consiste en una serie de iteraciones de comunicación (dar a conocer tu propuesta, para que la gente lo difunda en sus entornos), aprendizaje (incorporarlo a lo que sabes hacer) y de interacciones sociales.
En otras palabras, toda innovación tiene una “historia” compleja, en la que hay muchos protagonistas. Uno es el “inventor”, claro está, pero lejos de creer que este es el héroe de la historia, Tuomi pone el acento en que debemos empezar a pensar en que otro de los “héroes” relevantes es el usuario. Porque, en la mayoría de ocasiones, quien decide qué acaba siendo una innovación es quien lo usa: sin usuario no hay innovación, sino sólo un acto creativo que puede acabar siendo estéril.
O sea, la innovación no sólo requiere cada vez más una participación multidisciplinar, porque los productos se nos hacen más sofisticados (tecnología conectada al diseño de emociones), sino que sólo hay innovación cuando la gente (o alguna gente, alguna “comunidad” de usuarios) lo “incorpora” a sus prácticas habituales. En palabras de Tuomi: “la innovación ocurre sólo cuando la práctica social cambia”. Y el protagonista de este cambio es el usuario.
En muchas ocasiones hay una “distancia” notable entre los usos pensados por el “inventor” y los usos que la gente acaba adoptando. Un ejemplo histórico es el de los SMS de móviles: pensado como un sistema para que la operadora telefónica avisara a sus clientes de que tenían mensajes de voz, se ha acabado convirtiendo en un sistema de comunicación social muy versátil.[1]
La gran incógnita de muchas propuestas de innovación es, en efecto, qué acabará haciendo la gente con tu propuesta. Así, por ejemplo, la atrevida hibridación de moto y coche que nos hizo BMW, con su C1, parece no haber cuajado significativamente. En contraste, el iPOD de Apple ha sido un hit enorme, quizás impensable.[2]
Un ejemplo que Tuomi utiliza inteligentemente es el del mundo de la moda. Hoy, la moda surge de la gente. Es la gente la que decide lo que es moda y lo que no. La moda “emerge” espontáneamente del comportamiento de las multitudes. La industria debe responder ágilmente a lo que la gente establece con su comportamiento.[3]
La “observación” del comportamiento de la gente en sus usos, y, más concretamente, de cómo incorporan nuevas propuestas en sus prácticas sociales, es fundamental para la empresa. No se puede innovar sin observar cómo se comporta la gente, cómo participa en la “historia” de un producto, cómo aparecen las “tensiones” y contradicciones entre distintas prácticas sociales que abren una ventana de oportunidad a nuevas propuestas.
La innovación es saber leer las contradicciones entre lo que la gente hace y lo que quiere hacer. Toda innovación no debe verse como la propuesta de un “objeto”, sino como el estímulo de un nuevo “significado”, cuyo definidor es la gente. Y nadie más.[4]
Referencias
[1] Así, algunos estudios han determinado que uno de los principales usos del SMS es el flirteo, el dating, el adulterio digital light.
[2] El éxito “social” se mide, por ejemplo, en que la frase de moda hace pocos años en California bien podría haber sido “iPOD, therefore I am”: “yo iPODeo, luego existo”).
[3] Caso de Zara, que en menos de 15 días es capaz de pasar de la idea a la tienda.
[4] Tuomi utiliza una metáfora muy bella. Las palabras existen, y se pueden inventar nuevas. Su significado se adquiere por el uso. Una misma palabra tiene diferentes significados para diferentes personas, en situaciones diferentes. En diferentes conversaciones las palabras toman significados diferentes. Una innovación es una “palabra” en busca de significado. Tenemos ideas, pero las manejamos desde el punto de vista tradicional de la innovación: las proponemos y esperamos que la gente las adopte automáticamente. Tuomi nos muestra que estamos equivocados. Es la gente la que determina lo que es innovación, integrándolo, “dándole un sentido en sus prácticas sociales habituales”.
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