La dialéctica explotar/explorar

La dialéctica explotar/explorar

La empresa “moderna” vive una dialéctica profunda entre dos necesidades diferentes, casi contradictorias. Por un lado, para poder “vivir hoy” (o sea, para poder hacer dinero ahora), la empresa debe explotar las ideas que desarrolló hace tiempo, y que ha sabido convertir en productos y servicios. Pero, por otro, para poder “vivir mañana” (o sea, para hacer dinero en el futuro), la empresa debe explorar nuevas ideas, nuevas oportunidades.

En el manejo de la tensión entre explotar y explorar, en la combinación de estrategias y estructuras, recursos, procesos y personas, en las dos direcciones, está el truco para poder sobrevivir en un entorno competitivo que exige ser simultáneamente eficiente (productivo) y diferente (innovador). Es una tensión, hay una dialéctica entre la explotación de ideas maduras y la exploración de nuevas ideas, porque las características que hacen que se funcione bien en una y otra son muy diferentes.

En la explotación se persigue funcionar de manera rutinaria con error cero. O sea, se busca que todos los procedimientos y procesos estén perfectamente definidos, de manera que todo el mundo haga bien su trabajo. Es el reino de la calidad total. Equivocarse está mal visto. Se evalúa a la gente por los resultados económicos que se consiguen haciendo bien (es decir, “perfectamente”) las cosas.

En la exploración prima el buscar la generación libre de nuevas ideas. Como dijo Linus Pauling, la única forma de tener buenas ideas es tener muchas ideas. Según algunos expertos, el porcentaje típico de ideas que acaban finalmente funcionando, de las muchas que se proponen en una empresa, es sólo del 0,3%. La innovación es una actitud de experimentar sin fin. Es una aventura por descubrir. Es una pasión.

Los explotadores trabajan con una focalización completa en la cuenta de resultados a corto plazo. Los exploradores, con una focalización en descubrir, sin que puedan asegurar que eso acabará afectando la cuenta de resultados del futuro. Para decirlo de una manera simplista pero gráfica, los que explotan las ideas están con los pies en el suelo, mientras que los exploradores están en las nubes.

La dialéctica entre estos “extremos” es compleja, porque la empresa los necesita a ambos. Hoy no se puede sobrevivir si a la eficacia de la explotación de ideas maduras no se une la atrevida generación de nuevas ideas, conceptos, productos, industrias, que permitan sobrevivir en un entorno de copia acelerada, global. La empresa necesita de ambos polos. Pero ambos polos son tremendamente distintos. Lo son las personas que trabajan en ellos. Lo son las motivaciones que les mueven. Lo son las formas de evaluar el “éxito” (resultados económicos en uno, ideas rompedoras en el otro).

Quizás en conseguir un balance equilibrado, una buena relación, entre ambos extremos estará la principal función del principal directivo de una empresa. El directivo debe hacer entender a ambas partes que son las dos caras de una misma moneda: que se necesitan mutuamente. Que una sin la otra no pueden existir. Quizás tendrá que conseguir que cada persona sea al mismo tiempo, en distintos momentos de su jornada, explotador de ideas maduras y explorador de ideas nuevas.

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