Ke!990 Neuronas espejo en la empresa

Ke!990 Neuronas espejo en la empresa

Según Daniel Goleman, la parte “racional” del cerebro (cortex prefrontal) puede ser “parada” por la parte “emocional” (amígdala), en especial cuando situaciones de estrés obligan a esta última a tomar el control para garantizar la supervivencia del individuo (el “yo” prehistórico aparece entonces para salvarnos de un peligro inminente, como lo hacía cuando recorríamos el mundo de caverna en caverna).

Además, distintos experimentos con simios has demostrado que en su cerebro hay un tipo de neurona que se “dispara” (se activa) tanto cuando el animal realiza una acción como cuando observa a otro (en especial, de su misma especie) hacer esa misma acción. O sea, esas neuronas “replican” (“reflejan” como un espejo) el comportamiento del otro animal. Se les da el nombre de neuronas espejo.

Algunos experimentos con resonancia magnética funcional (fMRI) han encontrado evidencias de este tipo de neuronas en el cerebro humano. Se especula que podrían tener un papel importante en el aprendizaje de habilidades por imitación, así como en el desarrollo del lenguaje, y se ha llegado a decir que el autismo podría estar relacionado con la existencia de problemas con este tipo de neuronas. Las neuronas espejo transforman la información visual en conocimiento.

Si esto es cierto, la metáfora tecnológica es aquí sencilla: es como si los cerebros humanos estuvieran en una especia de permanente conexión wifi, siendo las neuronas espejo el sistema de conexión (hub y router).

Las neuronas espejo podrían ser relevantes a la hora de entender la empatía humana. “Las emociones son contagiosas”, dice Goleman: si estás contento, los que te rodean lo estarán, por ejemplo. Si haces algo con pasión, con convencimiento, lo transmitirás a los demás; por ejemplo, a tu equipo, en el caso de una organización.

¿Y si fuera también cierto que hay “neuronas espejo” en las organizaciones? ¿Y si resultara que las organizaciones son capaces de “reflejar” los movimientos de otras? ¿Y si un contexto de éxito, de ejemplo, ayudara a que las organizaciones a funcionar mejor?

Eso confirmaría la importancia del “estado mental” de una sociedad a la hora de innovar. Una sociedad que esté anclada en el pasado, con un discurso de convencionalismo y tradición como único patrón, no crea el “alimento social” para que sus inquietos, que seguro que existen, puedan prosperar. Entre otras cosas porque una sociedad anticuada acostumbra a ser pesimista, y eso no ayuda a la hora de generar la nueva “demanda” que los inquietos precisan para poder diseñar, realizar y vender el resultado de su talento. Estar rodeado de “buenos ejemplos” de innovación sería, por tanto, fundamental. Y ello implica básicamente tres cosas: detectarlos, mostrarlos y conectarlos.

Detectarlos es algo trivial: sólo falta querer verlos. Una sociedad que no quiera ver a sus innovadores, que no quiera darles relevancia social, simplemente no los aprovechará. Le son invisibles. Hay que mostrarlos. Y hay que conectarlos, hay que hibridar el potencial de los inquietos. El futuro consiste en encontrar conexiones entre radicales libres económicos, para idear nuevos productos y mercados a partir de la multiplicación de los diversos conocimientos diferenciales.

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