Ke!951 Todo es misceláneo

Ke!951 Todo es misceláneo

He podido leer recientemente un libro con nuevas ideas, algo hoy no muy frecuente. Se trata del texto texto Everything is miscellaneous: the power of the new digital disorder (http://www.amazon.com/Everything-Miscellaneous-Power-Digital-Disorder/dp/0805080430/infonomia). He aquí algunas de las principales ideas del mismo.

Hace unos pocos años, en la Universidad de Berkeley se intentó medir de forma seria la cantidad de información que se producía anualmente en el mundo (http://www2.sims.berkeley.edu/research/projects/how-much-info/). En el 2002, la cantidad total se estimaba en 5 exabytes (5 x 1018 bytes): unas 37000 nuevas Bibliotecas del Congreso norteamericano cada año. Más aún, ese año se movieron por los canales electrónicos (teléfono, radio, TV e Internet) unos 18 exabytes de información, más de tres veces la información que se produjo. El estudio no se ha vuelto a realizar. Pero sus efectos los estamos viviendo cada día. De hecho, entonces no usábamos, por ejemplo, las cámaras digitales masivamente como ahora. Pensemos en cuantas gigas ha generado cada uno de nosotros en el último año sólo con fotos y videos digitales.

Con los métodos con los que hemos ordenado tradicionalmente la información (un catálogo con unas “pestañas” temáticas, como los capítulos del sistema decimal de las bibliotecas) resulta imposible organizar lo que hoy producimos. Es cierto que Google ayuda, sobretodo cuando la información es muy estructurada (encontrar una foto de un Ferrari, por ejemplo). Pero la realidad es que es hoy más frecuente “tropezarse” en Google con algo que no buscabas pero que te puede interesar (information encountering) que localizar exactamente lo que quieres a la primera (information finding), especialmente, como he dicho, cuando aquello que buscamos es poco estructurado (“cuál es el mejor libro sobre innovación”).

Es obvio que en el mundo digital no podemos pretender ordenarlo todo como en una biblioteca. De hecho, este desorden (que no podamos asignar un sitio a cada cosa) puede ser incluso beneficioso: ¿por qué no poner una información en diferentes sitios simultáneamente, de manera que diferentes personas buscando de diferentes maneras tengan mayores probabilidades de encontrarlo?

Esto es exactamente lo que se está haciendo en sitios como Amazon. Un mismo libro puede ser “catalogado” en diferentes partes del “catálogo”. En número de “etiquetas” que puede llevar es infinito. El potencial lector lo puede encontrar (tropezarse con él) de muy diferentes maneras. Ahora que muchos libros se están digitalizando, en el extremo cada palabra del libro es una “etiqueta” por la que podemos encontrarlo cuando buscamos “en texto completo”.Más aún, los propios lectores, con sus comentarios, pueden ayudar a “ordenar” el libro de muy diferentes maneras (los usuarios se convierten así, en cierto modo, en editores). Un lector que ha leído un libro y ha comprado otro puede ser una fuente de selección para otros lectores (Amazon utiliza está idea de “serendipia planificada” para que te encuentres (tropieces) con libros potencialmente de tu interés, a partir de la información que se acumula de los perfiles psicográficos (filtros colaborativos) de sus clientes).

Y esta es una de las paradojas desveladas por el libro: “la solución a la sobreabundancia de información es justamente más información”. Cuantas más etiquetas se pongan a una información concreta, más maneras posibles de llegar a ella, por múltiples caminos.

Por tanto, quizás el exceso de información actual nos obliga a pensar que no hay un “orden natural” de la información, y que no hay nadie que tenga el privilegio y virtud de poder ordenarla. Es la colaboración desordenada en la etiquetación de informaciones en Internet la que genera un nuevo tipo de orden (una foto etiquetada en Flickr con distintos nombres puede ser encontrada por distintas personas que buscan distintas cosas).

En el mundo digital, las reglas de “ordenación” siguen otros principios, nos recuerda Weinberger. Tres de ellos: 1) filtrar a la salida, no a la entrada (no tratar de oganizar las cosas de antemano, sino tras el resultado de una búsqueda; 2) poner una información en tantos lugares como sea lógico ponerla, a través de múltiples etiquetas; y 3) todo puede ser metadata, ya que, como hemos dicho, en el extremo toda palabra de un libro puede ser una etiqueta que lleve a él.

Algunas conclusiones para las empresas. ¿Debemos continuar creyendo que nuestros productos responden a una única forma de catálogo y que nuestros clientes tienen que ajustarse a ella? (lo que Weinberger denomina el “esencialismo” en los negocios: esto es lo que hago, se llama así, y tienes que usarlo de esta forma. No importa cómo te presentes al mercado; representas diferentes cosas para diferentes colectivos (y la demografía tradicional deja de tener sentido). El consumidor se convierte en un útil “catalogador” de tus productos (él dice para qué le sirve el producto, paralelamente a lo que tu dices que sirve; los usuarios inventan usos del producto). En especial, esto tiene críticas implicaciones en la forma en la que se organiza la oferta de productos y servicios en el mundo digital: una misma oferta puede estar en múltiples lugares.

La participación de los usuarios en el etiquetado de las informaciones, cuando es en masa, permite que emerja orden en el desorden digital (“the power of new digital disorder”). Toda cosa puede ser clasificada de múltiples maneras: no hay un orden “natural”.

No hay un sitio para cada cosa, sino que cada cosa puede estar en múltiples sitios, simultáneamente. Cuanto más miscelánea una cosa, más encontrable cuando la buscas.

En el mundo digital, el orden se genera cuando buscas.

(Mensaje 951. Serie iniciada en 1995)

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