Ke!934 Presentar los aspectos positivos del cambio climático…

Ke!934 Presentar los aspectos positivos del cambio climático…

Por circunstancias de trabajo he pasado la última semana en Dinamarca y Suecia. Y el tiempo ha sido excelente. Quizás haya sido simplemente que he tenido suerte, y les he llevado el Sol de otras latitudes, quizás simplemente ha sido la casualidad de que el buen tiempo se haya adelantado este año unos dos meses. O quizás ya está ocurriendo algo más. Pero lo cierto es que el domingo miles de personas ocuparon los parques de Stockholm para convertirse en receptores andantes de luz solar.

Me sorprendió hasta que punto allí se da por hecho, irremediable, el cambio climático (o la sustitución climática, climate replacement, como se propone en NewScientist, de 31 de marzo de 2007). Por ejemplo, en uno de esos recorridos turísticos en barco que todo turista debe hacer en la “Venecia del Norte”, el guía comentó que quizás quedaban pocos años de vida al tour en cuestión, porque en poco tiempo el agua habría subido lo suficiente para que los barquitos del mismo no pudieran pasar por debajo de los puentes. Y en una de las zonas residenciales, con esas espléndidas mansiones al lado del canal, el comentario fue que en pocos años deberían ser abandonadas por la crecida del nivel del mar.

En fin, que ya no se trata ni de negar el cambio climático, ni de intentar evitarlo, sino de adaptarse a él de la mejor forma posible: al mal tiempo, buena cara. De hecho, esta es exactamente la predicción que hizo ya en diciembre de 2003 Rolf Tarrach en nuestro Next04 (http://www.instituteofnext.com/blog/perm.php?id=3350). Que pasaríamos de negar el cambio climático a presentar sus “aspectos positivos”. Un ejemplo muy claro es, justamente, lo que va a pasar en los países hasta ahora fríos, como los escandinavos, en los que seguramente “disfrutarán” de mejor temperatura. Un caso es el de Groenlandia, que volverá a ser eso, verde (greenland), como lo era cuando llegaron allí los nórdicos (norges), antes de la pequeña glaciación que hizo menos habitable la zona. Algo parecido puede que ocurra en Siberia.

En un número reciente de NewsWeek (18 abril 2007), este es exactamente el enfoque que se da a la cuestión (“Living with global warming”). Las playas del mediterráneo se harán insufribles (un calor de desierto), y las del báltico recibirán un turismo que ahora ni se imaginan. Los pobres residentes en el Sur soñaremos con el fresquito del Norte (espero que para entonces todavía conserven la corona como moneda, y que el euro tenga un cambio conveniente frente a ella).

Por otro lado, África tendrá que apostar por el cambio de cultivos (Aloe Vera, como planta resistente y de considerables propiedades químico-cosméticas), y por la aplicación muy seria de biotecnología para la mejora de sus cosechas. Un tema de adaptación al clima más severo y seco, y de adopción de las tecnologías que ya hemos ido desarrollando en agricultura avanzada.

Y en los países más desarrollados, una apuesta vital por la eficiencia energética. Más transporte público, menos movilidad de la gente, más autosuficiencia (cada cual, que se genere la energía que precisa, tejados íntegramente de placas solares, etc.).

Mientras tanto, el gran reto consiste en conseguir que en un mundo de economía basada en el corto plazo, podamos pensar y desarrollar proyectos a largo plazo. Porque la cuestión climática es una de largo plazo. Poner de acuerdo el cortoplacismo económico con el largoplacismo medioambiental es el reto más sofisticado del siglo, sin duda alguna.

Jared Diamond ya sintetizaba así la situación en su libro Collapse (http://www.instituteofnext.com/blog/perm.php?id=4062). Ante el cambio climático, cada ciudadano tiene dos instrumentos básicos: qué compra y a quién vota. Comprar productos que respeten el medio, que sean sostenibles, y votar a quien esté dispuesto a dejar el populismo imperante (decir sólo lo que el público quiere oír) para hacer lo que se debe hacer, guste o no. Y votar a quién introduzca en sus propuestas de gobierno políticas activas de promoción de eficacia energética, de racionalidad en la distribución de la población en el territorio (a los efectos de optimización de movilidad), y conservación del medio.

Bueno, después de todo esto, uno no puede sentirse más que culpable de haber contribuido a la emisión de unos cuantos kilos de CO2 como consecuencia del viaje en cuestión. Aunque ya me permiten “compensar” mis emisiones con la aportación de dinero contante y sonante a un sistema de gestión del mercado “personal” de CO2: el dinero que aporte será empleado para apoyar iniciativas sostenibles, por ejemplo, proyectos para el desarrollo de nuevas energías. Así lo proponen ya las líneas aéreas del grupo SAS, que utiliza para esta compensación el sistema de la empresa The Carbon Neutral Company (http://www.carbonneutral.com).

Allí aprendo, por ejemplo, que sólo en el viaje de vuelta generé 0,3 toneladas de CO2 (yo solito). Y que puedo compensarlo con unos 5 euros…

(Mensaje 934. Serie iniciada en 1995)

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