Ke!930 Re-greening

Ke!930 Re-greening

Quizás sea porque este ha sido el invierno más cálido en todo el hemisferio norte desde que tenemos un registro científico de los datos, pero, de pronto, el tema de la energía, del medio ambiente, del Planeta como lugar amenazado, se ha puesto de actualidad. Es el tema más “caliente” (siento la broma), el debate fundamental. Pero además son ya muchos los que consideran que en ello se esconde lo que la economía estaba esperando desde el último gran boom, el de 1995 con la explosión de Internet. El re-greening de la economía bien podría ser el Next Big Thing que los inversores estaban esperando.

De hecho, se estima que ya en estos momentos, en los que el tema esta saliendo a la superficie, las inversiones en este campo fueron en 2006, y sólo en los Estados Unidos, de 63000 millones de dólares, más o menos el 10% de todas las inversiones de capital riesgo en ese país. Son cada día más, los millonarios puntocom que se apuntan al greening, ya sea en forma de grandes instalaciones de energías alternativas, como en la de propuestas de vehículos con nuevos combustibles, en especial, en automóviles eléctricos, como el de Tesla Motors, que disfrutan de un éxito muy notable (en el caso del Tesla, en el primer mes de 2007 ya se agotaron todos los vehículos que se preveía fabricar durante todo el año).

La emergencia de lo verde como factor sustancial de debate, puede ser vista desde cuatro perspectivas diferentes: política, social, económica y tecnológica.

En lo político, las cosas han cambiado fundamentalmente desde que la idea de la necesidad de independencia energética ha tomado unas dimensiones que ya no pueden ser escondidas a la población. El propio presidente Bush lo ha reconocido con la frase con la, quizás, pasará a la historia de su país: su “America is addicted to oil” pronunciada frente al Congreso podría ser tomada como el punto de partida de la “revolución” verde estimulada desde el poder político (unos años más tarde de que lo fuera desde la conciencia social de unos cuantos bien informados). El regreening será, posiblemente, una de las cuestiones electorales crecientes en Occidente. Uno lo entiende cuando observa que el mensaje que se está lanzando en la mayor parte de países occidentales se ha simplificado al máximo para que la población (o sea, los votantes) lo entiendan: 20% en 2020, o sea, un 20% de la producción energética mediante fuentes renovables para esa fecha. En California, se cree que el “guvernator” Arnold puede iniciar una verdadera revolución económica con el impulso de medidas legislativas muy exigentes con la emisión de gases contaminantes a la atmosfera. Más cerca, en Navarra, el gobierno autonómico ha hecho de las energías alternativas una de las claves de su política. Y todos estamos de acuerdo, seguramente, que sin una estrategia energética no convencional que abarque a China, todo lo que hagamos en el resto del mundo será bien poco (China basa su producción energética en el recurso más “sucio”, el carbón: encontrar una forma de producir energía más limpia mediante el carbón, a través de las denominadas tecnologías de “carbón limpio” es clave para que el esfuerzo en otras partes del mundo no quede disminuido por el hambre energético de China).

En lo social, una de las cuestiones que aparecen como fundamentales consiste en superar la reticencia (lógica) de los ciudadanos a las grandes instalaciones de producción de energía por medios alternativos. Hacerles entender que en este campo “big is beautiful” tiene su complejidad. Que en medio del desierto uno instale una cuantas hectáreas de placas solares quizás sea fácil, pero será más complejo cuando esas instalaciones tengan que ponerse en el patio de tu casa. Por no hablar de la reaparición del debate de las nucleares, que según muchos es la fuente de energía que no tenemos más remedio que utilizar hasta que aparezca algun mecanismo igualmente potente, más barato y con menos costes ambientales. Pero aparte de la preocupación por cómo se genera la energía, es de prever que aumente el interés, la responsabilidad, de los ciudadanos por su propia eficiencia energética. Por un lado, puede que crezca el interés en producirse uno mismo la energía que consume, ya sea a través de instalaciones de producción individual o colectiva. Y por otro, su interés por comprar verde tiene visos de aumentar. Son cada día más las grandes marcas que están proponiendo a sus clientes que apuesten por productos energéticamente más eficientes. Uno de los casos recientes más sonados ha sido el anuncio de que Wal-Mart quiere vender en un año más de 100 millones de bombillas fluorescentes, las conocidas como CFL (compact fluorescent lighbulbs), que generan la misma luz que una bombilla incandescente convencional, pero con un gasto energético hasta un 80% inferior. Se estima, por ejemplo, que si todos los hogares de los Estados Unidos (unos 110 millones) cambiaran una simple bombilla incandescente por una CFL, la energía que se ahorraría equivaldría al consumo de una ciudad de 1.5 millones de habitantes. Más aún, en esta dirección, Australia se ha convertido en el primer país del mundo que va a prohibir por ley la producción y distribución de bombillas incandescentes convencionales.

En lo económico, la importancia de las fuentes alternativas en el conjunto de la producción energética es una demostración de que no se trata de una anécdota sino de una posibilidad seria. El 8 de diciembre de 2006 fue el primer día en el que las eólicas se convirtieron en la principal fuente de energía, cubriendo el 31% de la demanda de electricidad del país. Si un día hubo que marcara el paso a la madurez de las energías alternativas en España, fue justamente ese día. En el debate económico sobre la energía, en los próximos años la cuestión principal consistirá en definir la relación de equilibrio o de asimetría entre la opción de incentivar “lo verde” o tasar “lo negro” (lo contaminante). Hay quien cree que, a corto plazo, la mejor opción es la primera, apoyar las energías alternativas mediante subvenciones a los precios de consumo; pero son muchos los que opinan que, a largo plazo, lo que deberá hacerse es imponer tasas a la emisión de contaminantes. Parece que hay acuerdo en que la segunda opción puede ser más interesante, pero el problema es que no sabe muy bien cómo hacerlo a escala global, y además, los intentos como el protocolo de Kioto no han contado con un acuerdo global. La variable crítica en este tema parece consistir en el precio del barril de petróleo: si este supera los 50 dólares por barril, parece que tiene sentido económico desarrollar a escala medios alternativos de producción de energía, así como establecer límites a la producción de contaminantes.

Todo ello nos lleva directamente a la última de las cuestiones de debate, o sea a la tecnológica. Muchos de los problemas anteriores estarían resueltos si dispusieramos ya de una fuente de energía potente, barata, no contaminante, y que pudiera generarse en todos los puntos del planeta. Pero tal cosa, hoy por hoy, no existe. La discusión sobre cuál será la energía de futuro está tan liada, y es tan controvertida, que no parece que a medio plazo se llegue a una conclusión operativa sobre la que definir el futuro energético del planeta (cosa que así ha sido, a escala global, en la economía del petróleo). Puede que sea el hidrógeno, el etanol (que tan de moda se ha puesto, o lo han puesto), la solar, la eólica, el biodiesel, o quizás el carbón limpio. No está nada claro, por ejemplo, que el etanol genere más energía de la que se precisa para producirlo (el balance total no da un cifra muy positiva; es superior en el caso de biodiesel) además, puede que genere emisiones de efecto invernadero muy similares a la de la gasolina, por ejemplo. Por todo ello, la cuestión fundamental a corto plazo, parece ser, consistirá en aumentar la eficiencia energética, a nivel individual (en nuestras casas) y colectivo (en nuestras ciudades).

Jared Diamond ya mostró en su reciente obra Collapse, que muchas civilizaciones humanas a lo largo de la historia “colapsaban” como consecuencia de una serie de factores relacionados, la mayoría, con efectos medioambientales: es cuando una sociedad no entiende que la Naturaleza no es un recurso infinito que firma su sentencia de muerte (su suicidio). Y sugiere que sólo tenemos dos soluciones. Una, colectiva: que pensemos en el largo plazo. Y otra, individual: que usemos nuestro voto para escoger a representantes que entiendan que esta no es una mera cuestión electoral más.

No podemos dejar que el re-greening de nuestra sociedad se quede en un boom económico. Es quizás la última oportunidad para conversar el paraíso. Que está justamente en este planeta.

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