10 Nov Ke!929 Salvar la creación, entre religión y ciencia, juntas
Es obvio que uno de los temas fundamentales en el discurso global de los próximos años será el de la energía, y, más aún, el de la búsqueda de un modelo económico, social y tecnológico que garantice la continuidad del planeta como hábitat para los humanos. Unos cuantos años de sequía y huracanes, añadidos a un invierno notablemente caluroso, ha puesto el tema de total actualidad. Ahora es el turno de populismos de una parte (el método político que se está imponiendo), y de tecnócratas del otro, para seducir a la población sobre la conveniencia de un cambio de modelo.
En esta línea, pude leer hace pocos meses un breve ensayo de aquellos de delicia. Se trata del texto “The Creation”, del emérito biólogo de Harvard Edward O. Wilson.
El libro está escrito como una carta a un pastor baptista, en la que le intenta convencer de que, hoy, el objetivo principal de ciencia y religión debería ser el mismo: salvar el paraíso, la creación, o sea, el planeta. Aunque procediendo de culturas y “métodos” diferentes, la cuestión, dice Wilson, es superar la discusión entre ambas, evitar debates como el del “origen” de la vida (fue Dios o fue la evolución) para centrarse en estrategias para “salvar” la vida en la Tierra.
La religión (en especial a la que Wilson se dirige en su libro) se basa en la interpretación literal de unos textos (“tener” la verdad), mientras que la ciencia se construye sobre la interpretación de los datos obtenidos empíricamente (“buscar” la verdad). Pero, a pesar de sus diferentes enfoques “metódicos” sobre lo que es “verdad”, ahora deberían ponerse de acuerdo para definir la forma de evitar que al final no tengan ambas ni siquiera sobre qué discutir (porque el planeta acabe fundido).
Es un librito delicioso, como he dicho, donde Wilson, que ganó dos veces el Pulitzer con ensayos de divulgación sobre biología, y que ha sido profesor de esta disciplina más de 40 años en Harvard, nos ofrece la esencia de los datos que hoy tenemos sobre el castigo del planeta y la extinción acelerada de especies (animales y vegetales) que es previsible esperar (de hecho, ya está aquí) como consecuencia de la acción humana.
La tesis principal es conocida: el planeta es un sistema en complejo equilibro, en la que todo está relacionado con todo, y cambios realizados inconscientemente en ese equilibrio puede tener consecuencias muy graves. Puede, por ejemplo, que nos carguemos hoy especies vegetales que ni siquiera tengamos catalogadas (hay millones en esa situación, según Wilson), que podrían contener la solución a enfermedades como el cáncer. La farmacopea se ha basado históricamente en los principios encontrados en las plantas; menos plantas significan literalmente, menos fuentes de potenciales soluciones a nuestras enfermedades.
Pero el punto para mí más interesante del libro está en la determinación por Wilson del “origen” del error humano en cuanto a cómo tratamos la Naturaleza. En su opinión, el error se inició ya en la “revolución neolítica”, o sea, en el momento en el que los humanos se dieron cuenta de que estaban rodeados de “materia prima” con la que podían hacer objetos, con los que manipular su destino. Es el momento en que la Naturaleza se convierte en “almacén infinito” de recursos que empieza un lentísimo declive del planeta, que ahora, aunque sólo sea porque somos miles de millones, se ha acelerado enormemente (9000 millones de humanos en 2100??).
La Naturaleza, dice Wilson, es “todo lo que hay en el planeta que no precisa de nosotros y puede continuar así”. Otra cosa es la relación contraria: ¿cuánto podemos vivir sin explotar algo del planeta (minerales, agua y aire)? Y como no hay otra fuente de recursos en un planeta por ahora limitado en el espacio, debemos tener cuidado con cómo utilizamos esos recursos.
Los humanos han avanzado más rápidamente desde el punto de vista tecnológico que desde el cultural. Esto lo hemos comentado muchas veces en Infonomia: la ley de Moore es más veloz que la capacidad de los humanos para entender, absorber y aprovechar las posibilidades de una tecnología acelerada. Pero ahora, más aun, Wilson nos recuerda que la evolución genética de nuestra especie es también mucho más lenta que la cultural: aunque nos podamos acostumbrar a una tecnología acelerada, los humanos necesitamos del planeta para ser humanos.
En otras palabras, sin este planeta no somos “nosotros”. De manera que defenderlo se convierte en un tema central de la Humanidad.
Por tanto, ahora que el “greening” de la economía se ha disparado, y que muchos coinciden en que este es el “next big thing” que los inversores esperaban, Wilson nos recuerda que nos jugamos algo más que tener el planeta limpio y económicamente viable. Nos jugamos que, sin un respeto profundo por el planeta, no sólo perdemos oportunidades económicas, sino que dejamos de ser lo que evolutivamente ha costado millones de años conformar.
La portada de FastCompany de Marzo07 se dedica a la
iniciativa “ecológica” del “guvernator”,
que puede generar una enorme “nueva” economía en California
Por eso, “querido pastor baptista”, concluye Wilson, el objetivo común de ciencia y religión debería ser salvar el Paraíso, que no es otra cosa que nuestro propio planeta.
(Mensaje 929. Serie iniciada en 1995)
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