Ke!921 Máquinas emocionales

Ke!921 Máquinas emocionales

Es una obviedad decir que el estado emocional determina cómo ves las cosas. Cuando estás enamorado, es imposible no estar optimista. Cuando estás sensible, vives la visita a una ciudad de una forma diferente: la sientes, disfrutas de pequeños detalles, incluso sientes la brisa cuando paseas por la calle. Un café a media mañana puede convertirse en una fuente de ideas en un día que amaneció gris. La navegación por el blog de una joven artista, que no sabes ni quién es, puede llevarte a la ilusión de la juventud. Una foto de un desnudo artístico te reconcilia con la complejidad del mundo. El encuentro, el tropiezo, con una información que no esperabas, desvela un camino que no conocías.

En definitiva, lo que estamos descubriendo en esta nuestra época pre-robots, en la que casi todo parece mecanizable, realizable por máquinas, es que la emoción es lo que nos hace humanos. Es el capitán Kirk el que resuelve desde la emoción humana los problemas que la lógica de Spock no consigue resolver. Pero lo más inquietante de ello es que el futuro no consiste en escoger entre ser Kirk o ser Spock, sino en fundir sus habilidades, en hibridarlos.

Una de las evidencias que creo que demuestran esa necesidad de hibridación deriva de la economía de la búsqueda que hemos construido. El mundo es hoy un mundo Google: esa inmensa máquina, de interfaz tan sorprendentemente sencilla, que permite encontrar casi cualquier cosa con sólo aportar algunas palabras o quizás alguna conexión entre ellas. Google reina, y más reinará cuando haya avanzado en su titánica tarea de digitalizar el acervo de saber de la humanidad (hoy están escaneando millones de libros; algún día serán todos los libros jamás escritos). Pero, a pesar de su enorme utilidad, Google es imperfecto, por cuanto el humano no necesita saber todo lo que ha producido en un determinado tema, sino sólo lo que le puede interesar (lo que puede serle relevante) en un determinado momento. Así, vamos a empezar a clamar por una solución que nos de aquello que conecte con cómo sentimos, con lo que nuestra mente y alma precisan en un determinado momento, más que con la mera y fría respuesta a una pregunta. Vamos a precisar de máquinas emocionales.

Uno puede aquí pensar que lo que digo es poco serio. Que es incluso esotérico. Pero la verdad es que una atenta observación a nuevos desarrollos tecnológicos indica que el componente emocional en ellos es cada vez más presente. ¿Qué es sino el Nabaztag (http://www.nabaztag.com)? Un pequeño “conejo” que nos informa, sin interrumpirnos, de lo que ocurre a nuestro alrededor que pueda interesarnos. Comparado con una fría alerta en el teléfono móvil, “nuestro” conejo tiene la capacidad de inquietarnos para llamar nuestra atención.

¿Qué es sino el biomapping del inglés Christian Nold (http://www.biomapping.net)? Un sistema para captar y grabar la respuesta emotiva de una persona hacia un determinado paisaje, de forma que el correspondiente mapa informe de lo que la gente ha sentido al pasear por el territorio.

¿Qué es sino Mercora (http://search.mercora.com)? Un sistema para “sentir” la música que otras personas han escogido como especial.

De estos nuevos “objetos inteligentes”, que mezclan el poder de la “búsqueda” (la organizaciónmáxima de la información) con el de la “emoción” (qué información sintoniza mejor con mi estado de ánimo ahora), emergerá, quizás, una transformación de nuestras formas de vivir, de trabajar, de sentir. El futuro no es uno de robots que superan al humano, sino de humanos aumentados en sus capacidades gracias a máquinas que entienden sus emociones.

La tecnología entra ahora en un nuevo estado. Su función ya no es automatizar las rutinas de los humanos (sustituirlos en aquellas tareas que son programables), sino aumentar las capacidades de los mismos, tanto las capacidades físicas (aumentar su fuerza) como mentales (sacar mejor provecho de los billones de neuronas y sus sinapsis que nos distinguen como especie). El futuro es de máquinas y programas que nos hagan más rápidos, más listos, mejores. Es un futuro desuperlativos. Y esta aparentemente trivial tarea nos va a tener ocupados durante las próximas décadas.

Gordon Bell, una leyenda en el universo de la tecnología, está experimentando con una máquina que replica su memoria (proyecto MyLifeBits,http://research.microsoft.com/barc/mediapresence/MyLifeBits.aspx). Literalmente, la máquina registra, graba, almacena, conserva, todo lo que Bell hace: los documentos que genera, los que ha generado a lo largo de su vida, su registro histórico (fotos, diplomas, recuerdos), lo que hace cada día (a través de una cámara de video), etc. Una de las razones principales de que esto sea posible es el negligible coste de la memoria digital: en 2006 un giga costaba 1 dólar, y en 2007 ya se venden en tiendas de informática discos duros de un tera (1000 gigas) por 700 dólares (o sea, a 0,7 dólares el giga), o menos. Replicar la memoria de Bell es tecnológicamente simple: consiste en almacenarlo todo, añadiendo, si cabe, alguna forma más o menos sofisticada de catalogación. Si al almacén añadimos algún sistema de búsqueda (à la Google), ¿es el resultado una aumentación de las capacidades intelectuales de Bell? ¿O, quizás, es todo lo contrario? Bell, por ejemplo, comenta que al disponer de su memoria digitalizada, de ese almacén de información “por si acaso”, tiende a no hacer trabajar su memoria normal, la humana. Un poco cómo lo que nos ocurre con las calculadoras, cuya mera existencia estimula no hacer ni el más mínimo cálculo, o con los teléfonos móviles, que llevan no sólo a no recordar los números de nuestros amigos, sino ni siquiera a recordar el nuestro.   

Hay tecnologías que depuran la información que te rodea con el fin de facilitar su entrada en nuestro cerebro (que tiene como principal problema que debe dedicar tiempo a “entender” lo que le pasa por delante). Hay, así, tecnologías que resumen documentos, de manera que sea más rápido discriminar si te puede interesar o no (algunos ejemplos son los motores de resumen de Sinope.info, Pertinence.net) o tecnologías que ayudan a buscar mejor y a compartir la información que has buscado (comoCopernic.com o CorporaSoftware.com). Incluso hay indicios de softwares que pretenden aprovechar las ideas vertidas en nuestros documentos (lo que escribimos) para generar nuevas ideas a través de la mera hibridación estadística de las mismas. Por ejemplo, este artículo quizás será algún día generado por una máquina que lea entre los centenares de artículos que he leído y/o escrito, y determine nuevas conexiones entre las ideas suficientemente novedosas como para justificar un nuevo artículo. Algo que Apple ya previó en su legendario proyecto Knowledge Navigator (cuyo video promocional, realizado en los años 80, es fascinantemente actual; se puede encontrar en YouTube).

Otros están experimentando con las capas de información sobre mapas en GoogleEarth. Incluso con la aportación de información generada colaborativamente. La idea es que cualquier punto de la Tierra esté “etiquetado” de manera que uno sepa lo que es (estás en tal museo) pero además que sepa lo que puede sentir (“a mí lo que me emocionó fue tal cosa”). Una ciudad no debe ser para ti sólo un territorio, sino que en cada punto, y más, en cada momento, debe haber una información aportada por otras personas, que te indique que sintieron en tal punto y con qué emoción. Así, por ejemplo, no es lo mismo subir al Top of The Rock, en el Rockefeller Center en Nueva York, a las 10 de la mañana, que justo una hora antes del atardecer. Y no es lo mismo subir con prisa que estarse allí “envejeciendo” lentamente al ver cómo el Sol se pone, el cielo enrojece y las luces de Manhattan van apareciendo muy muy lentamente hasta que revelan el poder de lo construido por los humanos.

Pero esto no es nada comparado con lo que puede resultar, quizás, cuando demos a cada niño de la Tierra un pequeño robot programable. ¿Qué ocurrirá cuando superemos el estado actual de “organización de la información” (el paradigma del ordenador personal) para entrar en el de “fabricación personal”? Una especie de sistema modular, à la Lego, que permita construir máquinas que hagan cosas a partir de componentes lógicos muy sencillos (sensores, motores y programas). Bueno, de hecho esta es básicamente la propuesta pionera del Lego MindStorms (http://mindstorms.lego.com/), un Legoprogramable en el que se basa la LegoLeague (http://www.firstlegoleague.org/) en la que compiten estudiantes de secundaria de todo el mundo.

O ¿qué ocurrirá cuando uno pueda probar sus ideas, y el efecto de las mismas, en un entorno de bajo riesgo como un espacio totalmente virtual como SecondLife o en espacios de descripción vital comoMySpace?

El futuro no es uno de organización de datos, sino uno de conexión de ideas. El futuro es innovación en términos de crear valor a partir de ideas que ya están aquí, pero que requieren ser mezcladas, combinadas, de formas nuevas. El futuro es máquinas que se hibriden con nosotros, aumentando nuestras capacidades físicas e intelectuales. El futuro es de participación de humanos en proyectos colectivos que se apalanquen en tecnologías multiplicadoras.

Y el futuro es también poder disfrutar de la belleza que cada momento pida. Precisamos de sistemas que nos ayuden a entender y a sentir mejor la enorme riqueza de sensaciones que nos rodean. De esa forma, sacaremos de una vez partido a un cerebro que casi siempre espera ser mejor utilizado.

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