Ke!908 Las historias de gente normal pueden salvarnos

Ke!908 Las historias de gente normal pueden salvarnos

Unos cuantos días en una ciudad que no es la tuya tiene como efecto inesperado que dejas de mirar los periódicos (incluso dejas de conectarte a Internet) y pierdes la noción del tiempo (¿pero en qué día de la semana estamos?). Si además la ciudad está a unos cuantos miles de kilómetros de distancia de tu “hogar”, empiezas a observar lo que te rodea con un interés por descubrir algo realmente nuevo, con el peligro de maravillarte ante cosas de las que tu propia ciudad está plagada, pero que no conoces porque no has dedicado tiempo a quererlo descubrir. El mundo es ya tristemente homogéneo. Pero aún hay cosas de las que podemos aprender, con sólo poner un poco de curiosidad.

Hace unos días, en Nueva York, me dispuse a buscar una pequeña joya escondida en las decenas de pasillos de la Grand Central Station, la estación central ferroviaria. Había leído sobre un proyecto, el StoryCorps (http://www.storycorps.net), en una nota a pie de página en el libro de Daniel Pink, “A whole new mind”, que comenté en una nota anterior (http://www.instituteofnext.com/blog/perm.php?id=4228), y sabía que uno de sus “puntos de reunión” estaba en la estación. Finalmente lo encontré. Se trataba de una especie de contenedor, de paredes iluminadas, con una simple puerta y una ventana. Me imaginé que mucha gente pasaba cada día por delante sin interesarse por saber de qué se trataba.

La caja del proyecto StoryCorps en la Grand Central Station de Nueva York

El proyecto StoryCorps tiene por objetivo construir una historia oral de los Estados Unidos, a partir de conversaciones breves entre personas normales de nuestra época. La idea es que dos personas que tienen una conversación que compartir, hablen frente a frente, tranquilamente, y dejen grabar su conversación. Estas conversaciones grabadas se archivan más tarde en la Biblioteca del Congreso, como una “fotografía” de las vidas normales de la gente en esta nuestra era, que explican cómo somos (cómo éramos, si se lee en el futuro). Por tanto, el lema de “conversa con alguien importante para ti” se traduce en un “así es cómo somos” (lectura actual) o en “así es cómo éramos” (en una lectura futura de estos materiales).

Así me encontré, pues, una tarde de inicio de otoño en Nueva York, escuchando algunas de las conversaciones grabadas que se mostraban como ejemplo en las paredes de la “caja”. Un simple botón acompañado de una fotografía de las dos personas conversantes y un altavoz (por cierto, un fantástico ejemplo de usabilidad) invitaba a meterse en algún momento de intensidad vital de los personajes.

Probé con uno de ellos, en los que un joven conversaba con su abuelo sobre una anécdota que le ocurrió a este último el día anterior a su boda. El abuelo explicaba cómo su futura suegra le llamó por teléfono para decirle, apenada, que debía descubrirle un secreto que no podía esperar a ser desvelado: su hija no podía tener hijos. Así las cosas, le preguntaba si seguía queriéndose casar con ella, a lo que él respondió que sí, así como que no había obstáculo en adoptar hijos. El nieto aparecía aquí reconociendo a su abuelo como una fuente de permanente inspiración a lo largo de su vida, en especial, decía, en los últimos años de vida de la abuela, aquejada de Alzeimer. El abuelo, con la voz de quién lo ha vivido ya todo, decía tranquilo: “hijo, si quieres que te diga la verdad, recuerdo esa experiencia como algo nada penoso… a pesar de las dificultades, cuidar de tu abuela era para mí lo más natural… quizás porque era amor verdadero el que tenía por ella..”

Y hete aquí que, en una simple tarde de otoño en Nueva York, no pude evitar llorar en un pasillo de la estación central… Por un testimonio de verdad de una persona absolutamente normal.

Como guiado por algo superior, caí más tarde en el espacio extraordinariamente confortable para la mente que es la librería Rizzoli. Y mis ojos cayeron inesperadamente en la portada del libro “This I believe” (“en esto es en lo que creo”). Empecé a leerlo esa misma noche… y pasé todo un trayecto atlántico degustándolo.

La historia del proyecto This I believe es simplemente fascinante. Se concibió en los años 50, como una forma de difundir el pensamiento, la filosofía personal, de “gente remarcable”, en una época de miedos, mentiras e incertidumbre general. Sus protagonistas eran gente a la que se le preguntaba en qué creían personalmente. Qué es lo que les daba sentido a sus latidos diarios. Por qué valía la pena vivir. Sus breves ensayos se difundieron por centenares de emisoras de radio durante unos cuantos años, hasta que uno de sus “patrocinadores”, e ideador del proyecto, tuvo problemas económicos… y finalmente desapareció con su familia en el Triángulo de las Bermudas. Más en, obviamente, la Wikipedia (en http://en.wikipedia.org/wiki/This_I_Believe).

Ahora, cincuenta años más tarde, debemos la resurrección de este proyecto a una gripe. Concretamente, a la de Dan Gediman, productor ejecutivo del proyecto. Estando en la cama, y habiendo leído ya todo lo que había por la mesilla de noche, empezó a hurgar por la biblioteca de su mujer, y allí encontró el libro en el que se recopilaron en los años 50 algunas decenas de los ensayos emitidos por radio. Tanto le fascinó la idea que decidió revivirlo. Y aquí esta el nuevo proyecto “This I believe” (http://www.thisibelieve.org), que se emite por la NPR (National Public Radio, http://www.npr.org/thisibelieve/about.html), y unos cuantos de cuyos ensayos se ha publicado ahora en el libro que comento. Son más de 15000 los ensayos que la gente ha presentado a la consideración del programa para su emisión, y están todos en su base de datos (http://www.thisibelieve.org/dsp_AdvancedSearch.php).

En este texto se mezclan las filosofías personales de grandes personajes (por ejemplo Isabel Allende, Bill Gates, Colin Powell, etc) con los de personas normales, todos actuales, y se mezclan con algunos de los ensayos de los años 50 (por ejemplo, Albert Einstein). El resultado es fascinante, porque las preocupaciones de esa época son increíblemente actuales: el temor a la guerra nuclear (una obsesión en la época de la guerra fría, y un temor nuevamente emergente en estos momentos), la sensación de fracaso que se deriva de un entorno en el que se confunde el disentimiento con la subversión (el Maccarthysmo de entonces y la manipulación latente de las grandes corporaciones mediáticas de hoy); y la sensación de que se han evaporado valores fundamentales de la sociedad. Una época (la de los 50 y la de hoy) en la que la palabra se ha pervertido. Una época en la que las advertencias del alienígena de “Ultimátum a la Tierra” conservan tristemente toda la vigencia.

La lectura de los distintos ensayos es un acto de reconciliación con la vida. Leer cómo personas con grandes dificultades que superar creen finalmente en la potencia de la vida, y ven en la simple búsqueda de algo mejor, o en la energía que resulta de dar más que de recibir, el motor de su funcionamiento como personas, es un buen apoyo en un momento en que parece que no podamos más que claudicar a la maldad. Personas que opinan que “estés dónde estés, estate conscientemente”, o que “la práctica es la manera de invitar la perfección deseada”, son personas que a mí, al menos, me inspiran.

Es como si en una era de gran movimiento, de aceleración profunda, uno necesitara algo de “raíces”para saborear el tiempo. Un poco de la irracionalidad de lo vivo frente a un horizonte tecnológico de homogeneidad no controlable. Y un factor común a todos ellos: “el tiempo es el verdadero regalo que la vida nos da”, como recuerda Thomas Mann en su ensayo de los años 50.

La tecnología debe ayudarnos a hacer posible que estas historias de gente normal sean más conocidas. Muchas lo podrían ser, y empiezan a serlo, a través del propio video, en lugares como YouTube. Y otras pueden construirse en texto o voz a partir de herramientas como Transom (http://www.transom.org), desarrollado por Jay Allison, también ligado al proyecto This I believe, o del Public Radio Exchange (http://www.prx.org), que permite que esas historias se emitan por la radio (es un mercado de intercambio de piezas de radio entre emisoras públicas).

Y es que la combinación de la potencia de una buena historia con las herramientas adecuadas para su difusión puede contribuir a hacer algo mejor este complicado mundo.

Es la multiplicación de los valores por la tecnología…

Que es, creo, exactamente lo que vamos a ver en los próximos meses…

No Comments

Sorry, the comment form is closed at this time.