Ke!877 Imaginación inteligente como la nueva “nueva economía”

Ke!877 Imaginación inteligente como la nueva “nueva economía”

Dentro de diez años, cuando miremos retrospectivamente hacia los veinticinco años anteriores, quizás lleguemos a la conclusión de que ese cuarto de siglo ha sido la era del in-ware. Porque si en los ochenta hablábamos obsesivamente de la informática, y en los noventa hablabamos de internet, en la primera década del siglo XXI hablaremos de la información como el recurso a exprimir en clave social, empresarial y personal. Nuestro gran reto del 2005 al 2015 será cómo manejar inteligentemente la aparentemente intratable cantidad de información, para sacar de ella rendimiento en clave de capacidad de innovación. Términos todos ellos que incluyen, formalmente, la partícula “in”, lo que señala la importancia de conectar, de incorporar, de metabolizar recursos (información, por ejemplo, es “dar forma”, incorporar datos en nuestras acciones). Dicho de otra forma, y muy sintéticamente, el futuro de la economía (o sea, del mundo) consiste en encontrar una mejor forma de multiplicar la imaginación (la capacidad de innovar desde la creación de ideas, la ingenuidad, en definitiva) por la ingeniería (la tecnología y los métodos de trabajo), justamente a través del uso inteligente de la información.

Y en este camino, veremos, probablemente, los siguientes “grandes” cambios:

La tecnología es el fluido: el progreso de la ley de Moore seguirá evidenciándose en máquinas más capaces (potentes) y, al mismo tiempo, más baratas. Se encontrarán nuevas formas de poner más y más transistores y unidades de memoria por milímetro cuadrado. La tecnología no será el problema, aunque en algún momento de los próximos diez años se puede llegar a una crisis de rentabilidad de la industria (las “factorías” de chips son cada vez más caras) que sólo podrá resolverse con un salto tecnológico disruptivo (que, probablemente, llevará a cabo alguna empresa que ni siquiera existe hoy). Pero el cambio tecnológico más importante será el que consiste en la incorporación de la gente como parte de la infraestructura tecnológica. Se pasará, como ya estamos viendo hoy, de “servir” información de forma centralizada (grandes servidores de los que beben millones de “clientes”) a “compartir” recursos de forma colaborativa (cada “cliente” será al mismo tiempo “servidor”; una idea, me permito recordar que ya anuncié en su día, en una fecha tan temprana como 1991). Cada persona en la red es un nodo que no sólo “consume” información y ancho de banda, sino que “genera” información y ancho de banda. El modelo P2P (de producción y distribución colaborativa, responsable de cambios drásticos en la industria de los media, como en la música, en el cine y en los periódicos, así como en la telefonía) se impondrá como “el” modelo natural. Y se cumplirá lo que Tim O’Reilly ha señalado como elemento diferencial de la “nueva era” del Web (el “Web 2.0), o sea, “que el servicio (en la red) mejora automáticamente cuanto más gente lo usa”, en contraste con el modelo centralizado de épocas anteriores que quedaba más colapsado cuanta más gente lo usa. Así, pues, desde el punto de vista tecnológico el futuro es de descentralización (total) de la red. El usuario será pues el “producto” y el “ancho de banda”. La tecnología será fluida, será totalmente conexión, red.

La economía es la gente: puede parecer esta una expresión simplista, pero en mi opinión tiene un significado profundo que deberemos tratar de entender. Hoy son quizás 800 millones de personas los conectados a la Red en todo el mundo (no hay una cifra exacta disponible). De ellos, 200 millones en Estados Unidos, 94 en China (algo quizás imprevisible hace 10 años), y 39 en la India (más imprevisible aún). Muchos, la mayoría, son solamente “usuarios” de la red. Pero también muchos son “actores” de la red. Ebay, uno de los éxitos de la economía digital es simplemente una combinación de software y marca: el producto, la distribución y las relaciones comerciales son ejecutadas por la propia gente. El consumidor es el productor. Lo mismo ocurre en Wikipedia, software más marca que permiten a decenas de miles de personas embarcarse en la aventura de crear (y consumir) la mayor (y quizás mejor) enciclopedia jamás creada. La gran novedad del mundo digital es, en este sentido, lo que algunos han denominado “la muerte de la media”: en lugar de tener que centrarse en el “promedio” de la gente, el negocio está en sacar partido de las “colas” de la distribución estadística normal. En una ciudad cualquiera, las personas a las que les interesa un determinado oscuro tema pueden quizás contarse con los dedos de una mano, pero cuando ese mismo colectivo se mide a escala global, el número de “adeptos” puede incrementarse hasta algunas decenas de miles. Todo nicho, visto a la luz de lo global, puede ser un gran mercado. Por tanto, se deberá apostar por “el mundo como mercado”, cosa que tendrá importantes consecuencias en cuanto a la “lengua comercial” por excelencia: el inglés se impondrá sin duda, y las herramientas de traducción, automática o semiautomática, se convertirán, de la noche a la mañana, en tremendos revulsivos el comercio mundial. Esto será así, en especial, si al mismo tiempo se desarrollan nuevas formas de pago, seguras, usables e intuitivas, que permitan pagar por cosas que hoy son difícilmente cobrables (como, por ejemplo, “contenidos”). Quizás un elemento clave será el desarrollo de algún mecanismo de “universal 1-click”, una forma por la que puedas pagar, casi sin darte cuenta, en cualquier web y desde cualquier dispositivo. O sea, que pagar sea tan fácil como navegar (una de las mayores fortunas del siglo XXI la construirá quién sea capaz de desarrollar tal sistema). El camino hacia los nichos globables rentables pasará, finalmente, por la utilización de la fascinación de la imagen como creadora de experiencias: la red será cada vez más visual, más espectáculo, y menos texto. La red, hecha de, por y para personas individuales que contribuyen con su tiempo, sus ideas, su imaginación, y su dinero, será la “segunda realidad” para millones de personas: la realidad “virtual” será para muchos más “real” que la propia realidad. Y ello conllevará nuevos negocios, y también, lamentablemente, nuevas patologías, sociales y mentales, que deberemos afrontar con cierta audacia.

La información es la energía: empezamos en siglo en el caos del exceso de información. Según los estudios sobre la producción y flujo de información en el mundo, realizados periódicamente por la Universidad de Berkeley,i en 2002 se produjeron en el mundo 6 exabytes (o sea, 6 por diez elevado a 18 bytes), y fluyeron por radio, televisión, teléfono e Internet, unos 18 exabytes. Una cantidad que algunos expertos dicen que se duplica cada año (aunque no hay cifras fiables al respecto). En otros términos, esto representa que cada día la cantidad de información “almacenada” de alguna forma en el mundo aumenta en 15.000 terabytes. Así, por ejemplo, se estima que la Web contiene unos 600.000 millones de páginas web (sin considerar la denominada Internet “invisible”, de las bases de datos en las que los spiders de los buscadores no pueden entrar). El exceso de información tiene su demostración más destacada en el fenomeno, desbordado y preocupante, del spam (algo que no podíamos ni imaginar en 1995): hoy, el 87% del correo electrónico que circula por el mundo es spam (correo electrónico no deseado). Es cierto que Google es el nuevo “dios” digital: hoy no es posible entender, ni usar, la red, sin el gran buscador. Pero, a pesar del avance que representan los buscadores, y que la red se haya constituido en una especie de “memoria colectiva” (¿para qué guardar información si puedes buscarla cuando lo precisas en Google?), hay que avanzar muchísimo en la línea de asegurar más relevancia en los resultados de las búsquedas. La información que no es relevante es basura, roba tiempo, crea ansiedad, es dinero negativo. La información que es relevante, es energía, es multiplicados económico, es desarrollador de inteligencia. El día, quizás cercano, en el que dispongamos de un tipo de buscador con el que “conversar” (quizás con la propia voz) de forma inteligente, para ir afinando los resultados de la búsqueda de manera que lleguemos exactamente al resultado que nos es crítico, cambiará la historia de la humanidad. Ese día pasaremos de la “era de la información” (caos) a la “era de la inteligencia” (orden). No será esta una transformación sólo tecnológica. Deberemos aprender a buscar información, a ser críticos con los resultados, a filtrar, y, sobretodo, aplicar la relevancia conseguida para generar conocimiento que se traduzca en inteligencia, personal y colectiva. Es algo triste, decepcionante, comprobar cómo estamos usando hoy el enorme avance que disfrutamos en cuanto a la organización de la información del mundo: las 10 palabras más buscadas en Google en 2004 fueron Britney Spears, Paris Hilton, Christina Aguilera, Pamela Anderson, chat, games, Carmen Electra, Orlando Bloom, Harry Potter y mp3. Se me ocurre que podríamos estar usando todo la “energía potencial” de la información del mundo para generar una enorme “energía cinética” de inteligencia. Por tanto, si algo ha quedado claro en 10 años es que la “e-“ que poníamos delante de todo (e-mail, e-commerce, etc) será sustituida pronto por una “i-“, de información, o , mejor, de inteligencia. Y quien disponga de contenidos de calidad tendrá un tesoro. ¡Qué lejos ésto de la obsesión de algunos por los “portales” generalistas que trivializaron los contenidos hasta reducirlos a algo sin valor en los noventa!

La coordinación de nodos es la clave: La revolución de los próximos años no vendrá de la mano de los consumidores, sino de las empresas: estas deberán aprender a “apalancar” la información, de sus proveedores, de sus partners, de sus equipos, de sus clientes, para convertir las ideas (innovación) en resultados (negocio). Las empresas de la nueva “nueva economía” aplicarán la tecnología digital del siglo XXI para convertir su know-how diferencial en cash-flow sostenible. Y en esta dirección aparecerán montones de nuevos gadgets, equipos, métodos, y oportunidades de consultoría. Pero el factor común, el que dominará por encima de todo, será la necesidad de encontrar una forma de coordinar recursos distrubuidos en red. Así, pues, la palabra clave en el mundo de la empresa será coordinación.

Hemos caminado sólo un breve trecho de la economía digital. Con algunos baches, creados por oportunistas y especuladores, como el crash del 2000. Pero hay algo muy profundo en esta transformación. La mano invisible de Adam Smith se hace cada vez más compresible: el mercado, el mundo, consiste de personas en red, que actuan de forma razonablemente egoísta, y que con ello generan efectos de red con impacto positivo en el progreso. Cuando entendamos mejor los principios de la teoría de redes quizás veamos que Smith tan sólo intuyó que cuando las personas actuán como agentes conectados en una red universal, la acumulación de los pequeños egoísmos de cada nodo genera una extraordinaria riqueza en la diversidad. El futuro es colectivo o no será.

i Ver http://www.sims.berkeley.edu/research/projects/how-much-info-2003/

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