Ke!854 Dedicarse a UNA cosa

Ke!854 Dedicarse a UNA cosa

Nuestra vida está sometida a la inflación de trabajo. Lo normal es vivir bajo presión, y no dedicar a una misma actividad más que unos pocos minutos sin ser interrumpido (el working interruptus es lo normal). En este contexto, ser dueño del propio tiempo es el verdadero lujo. Y uno empieza a intuir que los que se pueden dedicar a una sola cosa, a la concentración para la excelencia, a hacer de su actividad específica un arte, son los realmente listos. La cuestión no es hacer dinero hoy, sino hacer algo extraordinariamente bien, para poder hacer dinero mañana.

Una simple muestra de que vamos por un camino equivocado es el tiempo que hoy se  dedica a contestar el correo electrónico. Algunos profesionales me han confesado que han llegado a invertir hasta la mitad de su día de trabajo en responder correos, la mayoría intrascendentes, variopintos e informacionalmente irresponsables (el tiempo de la gente, siendo una variable escasa, debería ser más respetado). En este sentido me decía Gerry McGovern que además del spam que recibimos de aprovechados delincuentes de la red, las propias organizaciones están convirtiéndose en generadoras de spam. Billones de mensajes se mueven entre los ordenadores de los profesionales en las empresas, con información insustancial, con billones de gigas en documentos adjuntos.

La sensación de desorientación que todo ello genera va a crear, en mi opinión, una crisis de considerables proporciones: estaremos hundidos en la paradoja de que en la época en la que, aparentemente, disponemos de más información, y podríamos ser más independientes, en realidad estamos más desamparados en la incertidumbre. Es lo que podríamos denominar “principio de las tres i”: aunque de tener mayor información se deriva mayor independencia del individuo, también se deriva mayor incertidumbre para el mismo (“3i”: información lleva a independencia, pero también a incertidumbre). En efecto, mayor información debería conllevar un número mayor de “grados de libertad” para el individuo, para poder escoger entre diferentes posibilidades a partir del análisis de la información disponible. Pero esa libertad de elección conlleva un aumento de la incertidumbre. ¿Cuál es la trayectoria más adecuada que debo escoger, entre las diferentes posibilidades?[1]

Consecuencia: ¡la rebelión! Buscaremos volver a sentirnos concentrados en algo que dominemos, en algo que dé sentido y permita, al mismo tiempo, vivir con alegría el regalo de los sentidos. En el futuro querremos volver a sentirnos dueños de nuestro tiempo. Y estará muy buscado el saber de algo concreto, o mejor, el ser algo concreto.

Basta de hacer muchas cosas mal, y bienvenido el hacer algo muy bien. Y, además, sintiéndolo como un arte.

 


[1] Fromm ya habló de ello, aunque en otros términos, en su mítico El miedo a la libertad.

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