Ke!852 El negocio de lo gratis

Ke!852 El negocio de lo gratis

El MIT[1] ofrece centenares de cursos universitarios gratis en Internet, en la página OpenCourseWare[2]. A pesar de que la mayoría son “sólo” sesiones grabadas en vídeo, la verdad es que el valor reside en quién actúa delante del vídeo.

 

Uno se puede preguntar por qué razón el MIT da este valor a cambio de nada. La respuesta es muy fácil: porque la gente va a estar dispuesta a pagar no por el contenido, sino por otros intangibles más valiosos, como la red social, y el título. Por la gente y por la marca: por eso se va a pagar. Porque en un mundo con más y más contenidos en Internet, en el que se tiene la impresión de que todo lo que existe está a unos cuantos clicks en Google, disponer de información relevante va a ser un lujo. Y caro.

El MIT, como otras universidades, dispone de una excelente base de conocimiento en forma de cerebros humanos. Mostrarla es su mejor carta de presentación frente al ruido de contenidos en el que hemos caído. En este sentido, las universidades se deberían convertir en brokers de talento, y será fundamental gestionar el conocimiento interno que tienen, estimular las sinapsis entre las distintas islas de conocimiento, y saber presentarlo como un combinado al mundo. Mostrar el conocimiento desarrollado será la mejor estrategia de atracción para gente que después esté dispuesta a pagar por otras cosas.

 

El aprendizaje no se basará en la absorción de conocimientos explícitos, sino en la metabolización del know-how del maestro. Buscaremos en una relación personal con él todo aquello que no podemos comprender en los textos. Las personas acudirán a las universidades a buscar ese toque tácito de gente que piensa con inteligencia.

 

Lo dijo en su día John Perry Barlow[3]: hay que dar en la realidad algo mejor de lo que das en la red, la experiencia real como estimuladora, y que realmente vale dinero. Así, un grupo musical puede permitirse dar hoy toda su música gratis en la red si después cobra más por experiencias vividas en sus conciertos[4]. Análogamente, un espacio de contenidos inteligentes puede darlos gratis, si después sus lectores están dispuestos a experimentar más viéndolos en vivo. No hay litigio por derechos que aquí valga: la información quiere ser gratis, dicen los activistas de la red. Pagaremos por la representación del concierto, no por su contenido, la música[5]. Internet servirá para dar contenido gratis, dar a conocer la propuesta, y crear comunidades de adictos. Y también para cobrar las experiencias.


[1] Ver www.mit.edu.

[2] Ver http://ocw.mit.edu.

[3] Ver su brillante artículo “The next economy of ideas”, en www.wired.com/wired/archive/8.10/download.html.

[4] Ya se puede probar empíricamente que cuanta más música de un grupo es bajada de Internet, más discos se venden del mismo en las tiendas.

[5] La secuencia lógica de la industria será bajarse la música gratis, comprar el disco (en formato digital seguramente porque me dan algún plus de pertenencia a una comunidad, y acudir a la experiencia vivida, el concierto.

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