Ke!840 El futuro y sus enemigos

Ke!840 El futuro y sus enemigos

Hace varios años trabajé en una empresa en la que me solía preguntar cómo podía seguir adelante a pesar de una dirección tan incompetente. Pero, a pesar de no tener ningún plan inteligente, de que la dirección no supiera transmitir entusiasmo alguno a los miembros del equipo, y de que no se caracterizaban precisamente por entender hacia dónde iba el futuro, la empresa acababa cada día con un poco más de éxito (a corto plazo, o sea: facturación). Me rebelaba entonces pensar que quizás esos incompetentes tenían en el fondo razón, y que mi ilusión por el trabajo era un desvarío propio de la juventud.

Me llevó un tiempo entender que la empresa funcionaba porque nosotros funcionábamos, porque cada uno asumía una responsabilidad superior a la que le correspondía en el organigrama teórico y porque éramos tremendamente profesionales, de manera que los miembros de la más siniestra de las burocracias no podían desanimarnos.

Quizás esto demuestre que estamos en una sociedad en la que es posible el orden sin control. Que, a pesar de la influencia que ha tenido en este siglo el paradigma tecnocrático (ante un problema, hay que hacer un plan y ejecutarlo), hoy nos damos cuenta de que quizás los mecanismos espontáneos, más propios de una evolución que de una planificación, pueden aportar mejores soluciones. Que en una sociedad de personas civilizadas no tiene ya sentido un control estricto mediante reglas, sino mediante unos principios generales que definan las reglas del juego. Ya lo anunció Hayek con su propuesta de que las sociedades se construyen gracias a la combinación de un orden construido (taxis) y de un orden espontáneo (cosmos), que es posiblemente una de las más acertadas de este siglo.

Cuando reconocemos que «a veces la evolución espontánea puede hacer emerger soluciones que son mejores que las de los mejores ingenieros», estamos descubriendo todo un reto: que debemos entender la vida como un proceso, el tiempo como la clave de toda evolución, y el aprendizaje colectivo como la garantía del orden sin control. Y son ya muchos los que no esperan a que alguien defina grandes planes para solucionar los problemas, sino que se hacen voluntarios, actúan por si mismos, y nutren con su esperanza miles de ONGs.

Para este tipo de gente, que piensa que no hay un único futuro programable, sino que hay tantos futuros como individuos; para esta gente que cree que la fuerza está en la diversidad y que la fuente de todo avance reside en equivocarse; para esta gente que quiere escuchar y ser oída; para esta gente ya no hay derecha ni izquierda política. Hay, simplemente, los que piensan en clave de futuro, frente a los que miran al futuro con la nuca. Para estos dinamistas, su partido es «el partido de la vida»1.

1 Ideas que me surgieron al leer un fascinante ensayo sobre el futuro, The Future and its Enemies (www.dynamist.com/tfaie/index.html) de la norteamericana Virginia Postrel. De obligada lectura si quieres que no te roben el futuro…  

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