Ke!788 Neotiempo: Urbanización del tiempo

Ke!788 Neotiempo: Urbanización del tiempo

En el momento de escribir esta página voy a tomar un avión que me llevará a 600 Km. con el único objetivo de hablar 10 minutos delante de una audiencia. Todo un día invertido en un “ritual” tan establecido como hablar en una conferencia. Aunque sólo sean 10 minutos. ¿Por qué, existiendo sistemas ya suficientemente eficientes como la videoconferencia, seguimos agarrándonos a los rituales presenciales? ¿Por qué no prima la rentabilidad frente a los rituales? Después nos quejamos de que “no tenemos tiempo para leer” o “para aprender”. ¡Si lo gastamos en rituales anticuados!

Muchos directivos y profesionales me muestran su asombro ante lo que consideran una habilidad mía especial: “¿Cómo es que lees tanto?”, me preguntan. Más exactamente, “¿de dónde sacas el tiempo?” Pues la respuesta es fácil: “depende de qué consideres tú que es más importante: ¿comidas de tres horas (otro ritual), reuniones que no llevan a nada (el peor), o la estocada final de las horas frente al televisor cuando, derrotado, acabas el día?” No podemos seguir quejándonos de que no tenemos tiempo. Como recurso escaso (quizás el único realmente escaso), debemos gestionarlo mejor. Y hoy tenemos la tecnología para hacerlo. ¿Viajar 600 kilómetros para hablar 10 minutos? Prohibido. ¿Dedicar tres horas a una comida? Prohibido. ¿Reuniones por las mañanas, cuando el cerebro puede estar más productivo? Prohibido.

De la misma forma que la urbanización moderna de las ciudades permite un orden (la fluidez de las personas, los encuentros, la cultura, los negocios), tenemos que inventar la urbanización del tiempo en el trabajo (o quizás una “urbanidad del tiempo” que reconozca el valor cívico del tiempo como recurso escaso). Pensemos en lo vital que resulta para el conjunto de la economía no trabajar el fin de semana (millones de cerebros descansando para estar mejor la próxima semana). Esa es una “urbanización del tiempo” que lleva un siglo funcionando. Ahora toca una reurbanización, más profunda, porque tenemos la tecnología que permite hacerlo.

Porque hay que dedicar ese tiempo escaso a lo más importante: aprender. Eso o nada. Así no sorprende que ya haya líneas aéreas que imparten clases de idiomas en los vuelos transatlánticos, u hoteles que dan seminarios de arte, de cocina a los pobres clientes aparcados a causa de un oficio demasiado exigente. La idea es carpe diem: aprovecha el tiempo ahora. Una vida à la Martini: aprender, disfrutar, vivir “donde estés y a la hora que estés”. Aunque al final uno intuye otro tipo de vida en la que no hay la separación radical entre trabajo y fiesta (entre semana y fin de semana): en un mismo día encontrarás el momento de trabajar, el de pasear, el de leer. Cada día será una mezcla de componentes de tiempo. Para que ese día cunda y no nos angustiemos hay que aprender a ordenarlo. Precisaremos de su “urbanización”.

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