Ke751! El valor de la experiencia profunda

Ke751! El valor de la experiencia profunda

la experiencia es saber cómo recorrer el laberinto

Hace unas semanas, tuve la ocasión de entrevistar a una serie de directivos sobre la idoneidad de un determinado territorio como espacio para instalar nuevas empresas. Una de las cosas en las que todos estaban de acuerdo es que el lugar en cuestión presentaba un problema: era un lugar frío.

Cuando ya había realizado todas las entrevistas, incorporé una entrevista final a la serie. Se trataba de un directivo con una larga experiencia. Era el mayor de todos ellos. Alguien que prácticamente “lo había visto todo” en la empresa. Pues bien, fue el único que valoró como (muy) positiva la característica del frío: los lugares fríos acostumbran a ser aquellos en los que se trabaja más, me dijo con una frase fina y definitiva.

La verdad es que el hecho me hizo pensar mucho. Seguramente porque yo ya estoy en esa edad en la que acumulas una experiencia suficiente como para justificar que tienes menos energía para acometer locuras.

Pero es que, aparte de la anécdota y de mi interés en ver positivamente mi madurez, la cuestión de cómo llevar a cabo la transmisión a las organizaciones, y a la sociedad, de este conocimiento “profundo” basado en la experiencia es un tema de creciente interés en nuestro mundo.

Algunos ejemplos. He leído que en los Estados Unidos van a notar pronto el efecto de la jubilación de la primera gran ola del “baby boom”. Así, se dice que en el 2006, la mitad de los empleados de la NASA podrán escoger si quieren retirarse. No sé si la noticia es buena o no, pero, por lo menos, nos debería hacer pensar. 

En esta línea, también se ha comentado a veces que hoy sería muy difícil repetir la aventura lunar tripulada de la NASA: el fenómeno no fue algo debido a un pequeño equipo puntual de personas, sino a un enorme “contexto” de conocimiento difícil de repetir. Una “trama” de experiencias y energías humanas imposible de documentar en su integridad. Un “laboratorio” vivo que se apaga cuando el experimento termina.

Algo parecido me atrevo a decir que pasa en España en el mundo de la política: una generación entera de políticos llegó muy joven a puestos de responsabilidad en los ayuntamientos (algunos en sus treinta años), y hoy son aún los que mandan en muchas instancias de poder (saco la idea del brillante texto “La Generació Freda” de Antoni Brey).

En un artículo que sintetiza este tipo de ideas que circulan sobre la potencia de la experiencia que se deriva en la rápida e intuitiva decisión de la mejor gente en una empresa, Leonard y Swap subraya la importancia de la “listeza profunda” de los buenos profesionales (Deep Smart, Harvard Business Review, Sept 2004).

Nos hablan de lo “indocumentable” de esta experiencia acumulada y de lo difícil que es “importarla o exportarla” de la organización. Y presenta algunas ideas sobre como “difundir” en la medida de lo posible ese valor entre las personas de la organización. Una cuestión que ha sido siempre un “tema troncal” en la gestión del conocimiento.

Para mí, lo interesante del artículo es el énfasis que ponen los autores en que el conocimiento se difunde si el receptor quiere. En una beisbolística frase, nos dicen que hay que asegurarse de que el catcher (el que recibe la bola) está preparado antes de que el pitcher la lance. Sin un receptor con “ganchos” en su cerebro ya preparados para “colgar” los conocimientos que lleguen del experto, no se produce “transferencia”de conocimiento.

Dicho de otra forma (lo propuse hace unos años aquí mismo) no deberíamos pensar en la “transferencia” de conocimiento, sino que en realidad deberíamos hablar de “intercambio” de conocimiento. Yo no hubiera dado importancia a la frase de experto sobre la bondad del frío para crear un ambiente de trabajo si antes unos cuantos directivos no hubieran coincidido en que el frío era un factor negativo.

La paradoja más interesante de la transmisión/intercambio de conocimiento de los expertos es que, como dicen en el artículo, “aunque reinventar la rueda es ineficiente, las personas sólo aprenden (de verdad, añado yo) haciendo justamente eso, reinventándola”. O sea, como aprendemos haciendo más que oyendo o viendo, no tenemos más remedio que equivocarnos eternamente como especie en donde otros se equivocaron antes. Es por eso que probablemente (casi) todo ya está escrito en la historia de la humanidad.

Algunas maneras de mejorar esa transmisión de conocimiento: la práctica guiada (ponerte a hacer algo real con la guía de un “tutor”), la observación guiada (que el experto observe que haces y después te comente que has hecho bien y/o mal, o, al revés, que el “novato” observe cómo lo hace el experto), la resolución guiada de problemas (recibir el consejo en tiempo real cuando tienes que resolver un problema), la experimentación guiada (lo que hacen los niños en sus primeros años de vida, una explosión de descubrimiento), etc.

En todos los casos, se ve, se trata de poner “juntos” al aprendiz y al experto, en una situación real o realista.

Pero, de nuevo, para que esto ocurra es importante que en esas parejas novato-experto, ambos quieran el intercambio. Uno no aprende por ponerse delante un libro, sino por querer leer.

Hace unos días, tuve una interesante charla con dos excelentes profesionales (cada uno en su campo) sobre la necesidad de convencer a más jóvenes universitarios a llevar sus ideas a la práctica, a crear empresas. Y yo, que siempre me he definido claramente por innovar, esforzarse en crear iniciativas para “cambiar el mundo”, me escuché a mi mismo diciendo que si, que de acuerdo con llevar adelante las ideas de los jóvenes, pero que la conversión de las ideas en resultados se garantizaría mejor si la iniciativa empresarial que se generaba estaba bien tutorizada por personas con experiencia empresarial… por personas que ya lo hubieran visto todo en el mundo de la empresa.

el momento final…

La imagen que me vino a la cabeza fue la del replicante “muriéndose” en una de las escenas finales de BladeRunner: “yo he visto batallas excepcionales en las puertas de Orión, en la que nunca ningún humano ha estado”.

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