Ke!750 Economia de objetos en una sociedad de la información

Ke!750 Economia de objetos en una sociedad de la información

De la desgracia del Tsunami del Índico nos han quedado muchas imágenes que, a pesar de su dureza, no traducen en su verdadera medida la tristeza (desesperación) que ha dejado en millones de personas. No hemos visto muchas imágenes del drama personal, porque desde el 11S parece claro que hay una especie de instrucción de cuarentena de este tipo de material por parte de los medios. Pero si que se ha mostrado con cierta profusión el “desastre material” que produjo.

En efecto, las imágenes del Tsunami que más han circulado son posiblemente aquellas en las que millones de “cosas” yacen desordenadamente dispersas por los suelos. Cosas de todos los colores, formas y dimensiones. De hecho, los vídeos disponibles de la gran ola muestran como las aguas se llevaban por delante automóviles, neveras, trenes, muebles, farolas, lo que fuera.

¿Podemos imaginarnos algo parecido en nuestras casas? Mire uno a su alrededor y descubrirá hasta qué punto la nuestra es una cultura de objetos, de cosas, de lo que los americanos llaman sintéticamente “stuff”. Lo descubrimos simpáticamente cuando debemos hacer una mudanza, o cuando se te ocurre (en mala hora) pintar una habitación (por no decir dos).

Además, la economía en la que estamos favorece que aumentemos constantemente nuestro “ajuar” de cachivaches (la mayoría inútiles). La producción ridículamente barata (nos dicen) de todo tipo de objetos, en países en los que la legislación laboral cabe en un papel de fumar (en letras de cuerpo 28), hace que dispongamos de las “cosas” más insólitas, sean bolígrafos, útiles (¿?) de cocina,

llaveros, o mandíbulas automóviles, a precios negligibles

http://www.alisnails.pwp.blueyonder.co.uk/nail_art_know_how.htm

Antes teníamos un reloj. Hoy tenemos por lo menos 10. Antes comprar una joya era un acto singular. Hoy la “socialización” del todo lleva a que una de las empresas de más éxito en Internet sea BlueNile ( http://www.bluenile.com), que ha introducido una nueva categoría en las formas de comercialización de la joyería, a distancia. No nos debe extrañar, visto el éxito que aquí ha tenido una empresa como Tous ( http://www.tous.com/), a la que dedicamos hace unas semanas un caso ( http://www.instituteofnext.com/mejorespracticas/index.asp?id=124).

Para todos…

Uno diría en este sentido, que, a pesar de las dificultades de medio mundo por llegar a comer cada día al menos una vez, la economía del exceso en la que vivimos lleva a disminuir el “object divide”: cualquier puede acceder a cualquier cosa. La solución, preocupantemente creciente, es el aumento del crédito al consumo…

Somos una economía de objetos. Los periódicos se regalan (estamos a punto, si no ha ocurrido ya, de que el periódico de mayor circulación en España sea uno de distribución gratuita). Los periódicos que aún se compran van, cada vez más, como añadido a un objeto: una novela por un euro, un disco por tres, un tomo de una enciclopedia por cinco. Hasta las suscripciones online a periódicos de referencia se estimulan mediante regalos de enciclopedias digitales (eso sí, en CD físico).

El mensaje es, creo, claro: la información no vale nada. Va de relleno de un objeto de compra impulsiva. Es la paradoja de que el periódico es el “envoltorio” de un objeto (no sólo cuando lo usas como tal al cabo del tiempo, sino desde el mismo momento en que lo compras).

Los discos y películas de copian sin rubor. La información digitalizada es una tentación, que los jóvenes, principalmente, no pueden desafiar, porque además sus ingresos no permiten grandes alegrías. Ah, pero sorpresa, esos mismos jóvenes desafían records de resistencia en colas kilométricas, y en sólo ocho horas compran las 80000 entradas disponibles para el concierto de U2 en Barcelona (dentro de 6 meses!), con unos precios entre 46 y 76 euros.

Los jóvenes no están dispuestos a gastar en la cosa “discos” lo que precisan para comprar la experiencia concierto.

Así pues, no sólo somos una cultura de objetos (cosas) sino también de experiencias (emociones). Somos manos (las herramientas y abalorios) y cerebro, pero en la era digital este último dispone de todo tipo de información e ideas, a bajo precio, y aprecia más las sensaciones que las razones. La edad de la razón terminó ya hace mucho tiempo.

Hacer objetos (y hoy construir experiencias emocionales) es la base de nuestra economía. Ya lo decía, con su sintético ejemplo de los productores especializados de agujas, Adam Smith hace mucho tiempo. El problema es que la producción de esos objetos, que otrora se hacían en nuestras ciudades, se hacen cada vez más en los lugares más remotos de la Tierra.

Nos dicen que es “ley de vida”, y que si otros producen (mejor y más barato), nosotros nos debemos dedicar a pensar nuevas cosas (innovar y diseñar) y a comercializarlas (vender y dar servicio). Me parecería bien si hiciéramos las dos cosas, pero es que tengo la impresión que en la mayoría de campos nos estamos convirtiendo en meros comerciales de lo que otros fabrican.

Estaría bien si fuéramos pocos, pero es que somos muchos. Y no todos tienen un doctorado en telecomunicaciones para trabajar con un buen sueldo en una empresa que diseñe las nuevas generaciones de antenas matemáticamente perfectas. Somos muchos los que no podremos ni diseñar nada nuevo ni tenemos las habilidades para vender cualquier cosa.

Los escandinavos hace tiempo que lo entendieron. Muchos se dedican a la concepción y producción (fabricación de élite) de objetos especializados: instrumental médico, herramientas de todo tipo, nuevos materiales, telecomunicaciones, electrónica de consumo exclusivo, etc. Los escandinavos parecen estar entendiendo que el camino es la multiplicación de la ciencia aplicada por la empresa. Es inventar nuevos conceptos, basados en la comprensión del mundo, y ser capaces de aplicarlo a dar soluciones a nuestros problemas (que son infinitos y profundamente variados).

http://www.bang-olufsen.com

Podemos entender que nuestra economía de las cosas, y nuestra avidez por disfrutar del exceso de lo innecesario, lleve a tener que producir a bajo coste en el otro lado del planeta (de forma, encima, totalmente insostenible). Y una vez lo entendemos, como ritmo imparable de la historia, buscamos qué hacer para sobrevivir.

Y lo que hay que hacer, estoy cada vez más convencido, es regar la sociedad para que emerjan empresarios que crean en la ciencia como motor de negocio. En la ciencia como única forma de encontrar disrupciones en los materiales y las energías. Como alimento de la tecnología que nos permite hacer nuevas cosas (innovación) de maneras más eficientes (productividad). Por empresarios que traduzcan las ideas (know-how) en resultados (cash-flow), entendiendo que el mercado es el mundo.

el futuro: la mobileTV de Nokia (ver demo en http://www.nokia.com/nokia/0,,57509,00.html)

Empresarios que exploten un conocimiento único, no trivialmente copiable, para definir nuevas fronteras, en las que surjan como setas los nuevos productos (objetos) y servicios (experiencias) en los que la gente encuentre motivos para gastar (invertir?) sus recursos.

Una simple nota de lo lejos que estamos. Cójase hoy un periódico español cualquiera por sus páginas económicas. Y se verá que el éxito de las empresas que allí se reflejan se mide en términos puramente económicos: ventas, beneficios, número de empleados, etc. Me gustaría ver cada vez más que de las empresas se subrayan sus resultados, claro está, pero sobre todo su capacidad para convertir conocimiento en nuevas categorías que fascinen a todo el planeta.

Cójase una revista económica o empresarial norteamericana o japonesa (quizás ya incluso una china), y se verá qué se valora de las empresas: ¿su negocio actual o su capacidad para inventar su negocio de mañana?

Hay que mostrar nuevos referentes. Y estos son de empresarios que, multiplicando su energía humana por su voluntad de riesgo, beben de la ciencia y la tecnología para crear nuevos empleos.

Lo demás es demagogia.

Lo demás es no estar preparado para el Tsunami social que la poca previsión puede traernos.

Alfons Cornella
Infonomia.com

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