Ke!743 Dios 3.0

Ke!743 Dios 3.0

 

© Time

En épocas turbulentas, como las nuestras, se producen las condiciones para poner en cuestión ideas anteriores y así revolver aún más las aguas. Parece que ahora le toca el turno a la teoría de la evolución y a su siempre inestable relación con la religión.

La portada del Wired de Octubre de 2004 advierte de la “cruzada” para llevar el “creacionismo” a las escuelas norteamericanas: “The plot to kill evolution” (http://www.wired.com/wired/archive/12.10/evolution.html). Este es un tema recurrente: grupos religiosos más o menos fundamentalistas que piden (exigen) que se explique en las escuelas el creacionismo (que fuimos creados por un ser superior) “en pie de igualdad” con la teoría de la evolución.

Lo que ahora es nuevo, advierte Wired, es que esta “oposición” a las teorías de Darwin se viste de una “retórica científica”. El nuevo movimiento se denomina “diseño inteligente”, y propone, básicamente, que la naturaleza es demasiado complicada para haber “salido sola”, y que, por el contrario, ha sido “diseñada” por un ser superior (algo/alguien). O sea, no podemos ser el mero resultado de una evolución natural

Los proponentes de esta “visión”, liderados por el Discovery Institute de Seattle (http://www.discovery.org/, sin relación con Microsoft, que yo sepa…) la defienden diciendo que es una “teoría” tan verosímil o inverosímil como la de Darwin.

Es por lo menos curioso que, aporta Wired, este debate permanente en la sociedad norteamericana (evolución/creación) renació hace unos dos años en Ohio cuando un grupo de “activistas” del creacionismo volvió a recurrir a la ley para que el creacionismo se explicara en las escuelas del estado, estado, por cierto, ahora famoso por ser, parece, el responsable de la entronización del presidente Bush por cuatro años más.

Los científicos “de verdad” dicen que el “diseño inteligente” (DI) no tiene nada de ciencia: es sólo una idea, una propuesta, con nada de empirismo detrás (no hay experiencias, no hay evidencia, no hay contraste con la realidad, no hay “falsación” posible de la teoría). Aunque reconocen que esta es la versión más “peligrosa” del creacionismo porque se viste de ciencia (usa una retórica científica). Sus proponentes parece que tras años de lucha han entendido que “mejor aparecer científico que sagrado”.

Y hay que reconocer que lo han conseguido, porque la mera idea de “diseño inteligente”, en un mundo tecnológico en el que vemos que somos cada día más capaces de diseñar nosotros mismos objetos y aplicaciones cada vez más complejas, es una extensión lógica de nuestras capacidades: si nosotros diseñamos ordenadores mucho más capaces que nuestro cerebro (para el cálculo) porque no pensar que nosotros mismos fuimos diseñados, como máquina “perfecta” por algo/alguien superior.

Curiosamente, uno de los principales argumentos utilizados por los fans del “diseño inteligente” es un argumento informacional. Así, en el Wired comentado, hay un “box” de George Gilder, un científico pro DI, en el que sugiere que la naturaleza es informacionalmente demasiado compleja como para que haya sido generada sin un diseño inteligente. Concretamente, el orden informacional de los organismos vivos (su complejidad) no se crea desde el caos por simple evolución.

En líneas parecidas se expresa William Dembski en su libro “The design inference” (http://www.amazon.com/exec/obidos/tg/detail/-/0521623871/infonomia): “cualquier sistema biológico que presente información que es a la vez compleja (altamente improbable) y especificada (que sirve para una determinada función) no puede ser el producto de la suerte o de la ley natural”. Así, la necesidad de un ser superior, de un gran diseñador, está servida. Ellos dirían que está “demostrada”.

En este planteamiento se ve difícil un proceso de falsación (no es una proposición demostrable ni indemostrable, sino simplemente creíble. Por tanto, poco científica la propuesta. Si un día encontramos una evidencia del alien diseñador, quizás podamos empezar a pensar en ello como una teoría más.

El tema de la evolución está pues, como otras cosas en esta época revuelta, en revisión. Ya puestos, casi me cogió algo cuando vi la portada del National Geographic (NG) de noviembre de 2004. Una simple pregunta retumbaba en su titular: “estaba Darwin equivocado” (“was Darwin wrong”, http://magma.nationalgeographic.com/ngm/0411/feature1/index.html). Es de aquellos casos en que “la duda ofende”. O quizás un mero mecanismo de marketing atractivo.

Menos mal que al ir al artículo en cuestión, otro titular de proporciones similares respondía con un NO rotundo: Darwin NO estaba equivocado, “la evidencia científica sobre la evolución es enorme”. Y así lo demuestra en un extenso artículo con los últimos conocimientos hoy disponibles sobre la teoría de la evolución.

El NG abunda sobre la idea de que la teoría de la evolución es una “teoría”, y, por tanto, siempre provisional, que sirve mientras no haya otra mejor (que la “false”). Pero sus oponentes no aportan una teoría comparable (contrastable por la observación y el experimento), sino que se basan, en su mayor parte, en una lectura literal de los “libros sagrados”

Y no son pocos, al parecer. En el artículo del NG se informa de que en una encuesta Gallup realizada en 2001 en Estados Unidos, el 45% de los adultos encuestados estaba de acuerdo con la frase “Dios creó a los seres humanos en su forma presente en algún momento de los últimos diez mil años”.

O sea, en conclusión, en este “siglo de la ciencia”, la retórica creacionista aún cautiva a casi la mitad de la población del país aparentemente más tecnológico. Como dice el articulista, reinan la ignorancia y la confusión, honestas.

A mi me parece que una parte importante de la culpa la tiene la propia ciencia, cada día más lejana a la comprensión de la gente común. Quizás no es su culpa directa, porque el lenguaje de la ciencia es necesariamente complejo, y el mundo, por su lado, va hacia la trivialización total. Pero quizás sí es su culpa que haga poco por salir de ese aislamiento de lo público. Son muchos los científicos que sólo quieren que les dejen trabajar en su tema.

Ya puestos en este tema tan trascendente, me sorprendió también la portada del Time del 29/11/04: “The God gene” (el gen de Dios)( http://www.time.com/time/archive/preview/0,10987,1101041025-725072,00.html).

En el artículo se señala que algunos científicos opinan que “algo” en nuestro ADN nos lleva a buscar, a creer, en un ser superior. La religiosidad no sería pues algo cultural (nurture) sino natural (nature).

Resulta, pues, una paradoja interesantísima: la religiosidad sería justamente un producto de la evolución. O sea, la religiosidad, que pone en cuestión la evolución, es, de hecho, “hija” de ella. Somos seres que han evolucionado hasta necesitar creer en algo superior que los haya creado. Fascinante.

El artículo explica como en el libro “The God gene: how faith is hardwired into our genes” (http://www.amazon.com/exec/obidos/tg/detail/-/0385500580/infonomia), su autor, el biólogo molecular Dean Hamer, explica como en diferentes estudios realizados con muchos sujetos han llegado a la conclusión que una pequeña variación genética en el gen VMAT2 podría explicar la “espiritualidad” de los humanos (que algunos lo sean más que otros, concretamente).

Sería esta, pues, una nueva contribución a la larga lista de trabajos, en la historia, que han buscado la “fuente” de nuestra espiritualidad.

Par terminar, un apunte de The Economist (04/12/04, p86). Se explica una reciente exposición en Londres con el título “100 artists see God” (http://www.ici-exhibitions.org/Exhibitions/100artists/100artists.htm). O sea, cien artistas que dibujan/pintan a Dios. En una era en la que buscamos “sentido” a nuestras vidas, tiene sentido que los artistas nos ayuden a “ver” el gran dador de sentido, “dios”. Resultado curioso: ninguno de los artistas es capaz de representar la “cara” de dios. Todos lo expresan en forma de un concepto, de una metáfora. Porque la idea de “dios” es un concepto difícil de “captar”, de “sintetizar”.

Conclusiones:

La religión está hoy fuertemente imbricada al discurso cultural, social y político, y parece que se acude a la “ciencia” para romper el equilibrio entre razón y fe a favor de la segunda.

La ciencia tiene la responsabilidad, social y política, de ayudarnos a entender la “verdad” (aunque toda verdad sea provisional), o, de lo contrario, si se queda en su discurso “lejano a lo común”, nuestra especie derivará en dos econichos (uno minúsculo y otro gigantesco) de seres que no se entenderán entre sí, y acabarán por no poder mezclarse. Huxley tendría, finalmente, razón.

Una última nota. La religión siempre ha estado detrás de las grandes búsquedas científicas de la historia. Lo explica David Noble en su fascinante libro “The religion of technology” (http://www.amazon.com/exec/obidos/tg/detail/-/0140279164/infonomia) que tuve ocasión de leer hace un par de años. Explica allí el autor cómo genios como Newton desarrollaron su ciencia para poder entender un poco más la magnitud de la sabiduría del Creador.

Resulta interesante ver que, algunos siglos más tarde, la religión no es usada como motor para conocer, sino para desconocer. Y que se apliquen técnicas sofisticadas de “innovación social”, como la comentada de la “teoría” del diseño inteligente, para confundirnos aún más.

Y esto es sólo el principio.

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