Ke!729 La riqueza que atonta, y la innovación como identidad nacional hacia el futuro

Ke!729 La riqueza que atonta, y la innovación como identidad nacional hacia el futuro

http://www.thenextwave.biz

Un artículo del Wall Street Journal Europe explicaba la especie de “crisis” que había generado en Alemania el hecho de que el que se cree que será el próximo hit de la centenaria empresa Siemens ha sido diseñado íntegramente en China por la división de la empresa en ese país…

(Tiempo estimado de lectura: 5 minutos)

Hace unos días encontré en la portada del Wall Street Journal Europe (15/07/04, p1, ver http://www.careerjournalasia.com/salaryhiring/hotissues/20040716-karnitschnig.html?home_whatsnew_major) un artículo que me pareció más que relevante. Explicaba la especie de “crisis” que había generado en Alemania, y en especial en la empresa Siemens, el hecho de que el que se cree que será el próximo hit de la centenaria empresa alemana en el campo de los teléfonos móviles, el Leopard, ha sido diseñado íntegramente en China por la división de la empresa en ese país. Más en http://www.thomaspmbarnett.com/weblog/archives/000592.html.

O sea: eso de que la fabricación se va a Asia y aquí se quedan los empleos de mayor “valor añadido” (el diseño, la programación avanzada, la “inteligencia”, etc.) no es más que bla-bla-bla. Asia, y en especial la China e India van a jugar un papel esencial, parece, en la “inteligencia” futura. Que durante años haya habido en los Estados Unidos más doctorados chinos e indios en ciencias y tecnología que ciudadanos norteamericanos tenía que acabar notándose. Ese día ya ha llegado.

Podríamos imaginarnos que el artículo del WSJE daba más importancia de la que quizás tiene al hecho en sí. Pero también podemos intuir lo que representa en Alemania que una de las empresas estrella del país recurra a “inteligencia barata” y no ya sólo a “músculo barato”.

La ingeniería alemana es parte de la “identidad” del país. Para los alemanes, la pérdida del liderazgo mundial en ingeniería es seguramente más importante que el posible declive progresivo de la lengua alemana (en una Europa de 25 que tienden asimptóticamente al inglés como lengua común). Es una daga contra el orgullo de un pueblo que hace sólo 60 años era aún líder en premios Nobel en el mundo, y que desarrollaba las máquinas más avanzadas de la humanidad.

http://www.careerjournalasia.com/salaryhiring/hotissues/20040716-karnitschnig.html?home_whatsnew_major

Creo que la “identidad” no puede seguir viéndose en clave de “lo que fuimos”, o sea, no puede verse, exclusivamente, desde la lírica o la épica. Pienso que hay que pasar a repensar las “identidades” nacionales en clave de “lo que queremos ser”.

Así, creo que para “asegurar” el futuro de la “identidad” del pueblo alemán es hoy muy importante, por ejemplo, “reconstruir” su sistema educativo (hoy bastante malo, según el análisis del WSJE) y conseguir una especie de pacto entre los agentes económicos (clase directiva, clase productiva y clase creativa) en el que se afirme que el “carácter emprendedor” y la pasión por entender el mundo (la ciencia y la ingeniería) son elementos vitales del carácter de la nación alemana. Y ver cómo se trabaja para conseguir que esos valores permanezcan (en alemán o no).

Que estos elementos, que otrora se pondrían en el cajón de “lo económico” se pongan en el cajón de las “identidades nacionales” me parece una novedad (que me permito proponer) interesante, en la que deberemos pensar en el futuro, aunque alguien que me oyó el otro día proponerlo en público por primera vez me criticó (quizás con razón) por excesivamente frívolo. Es posible que tenga razón y necesite (clínicamente) vacaciones mentales.

También pienso que el artículo en cuestión es el primero de muchos que vendrán en los próximos meses. O sea, que si en este curso la palabra “emergente” ha sido “deslocalización industrial”, en el próximo la palabra bien puede ser “deslocalización intelectual” (o creativa).

Quizás el problema de fondo es que Occidente (y, en especial, Europa) no sabe usar inteligentemente su riqueza. Porque la riqueza es una herramienta fundamental para crear actividad económica (en un mundo complejo en tecnología y mercados como el actual, poco puedes hacer sin una cantidad significativa de recursos). Pero un exceso de riqueza atonta, relaja, nos hace más exigentes, más caprichosos, menos conscientes de la suerte que tenemos de tener lo que tenemos.

Puede parecer una nueva frivolidad, pero el problema es, quizás, que la riqueza de nuestras sociedades (lamentablemente mal repartida) nos hace caprichosamente exigentes. Porque tenemos de todo nos creemos con derecho a exigir más. Y eso ya no es viable. Otras partes del mundo empiezan a exigir su parte de la tarta. Y tienen todo el derecho en hacerlo.

No es extraño que, en un entorno económico de “huída de empresas hacia menores costes” como el actual, se haya “encendido” en Francia y Alemania (o sea, en Europa) el debate sobre el abandono de las 35 horas de trabajo por semana. El mensaje (quizás manipulado por intereses conservadores no muy ocultos, no lo niego) es que el acelerado fenómeno de la deslocalización está mostrando a Occidente que hay que apretarse el cinturón y volver a demostrar, trabajando más y mejor, que nos merecemos lo que tenemos.

Hay que poner a trabajar más y mejor al capital (demostrar que la acumulación de rentas realizada durante el último par de siglos puede dar todavía mucho más de sí), y también al capital creativo y laboral. Porque los réditos de la riqueza acumulada tienen, finalmente, una fecha de caducidad concreta. No podemos asegurar una riqueza social sostenible sin más y mejor trabajo, de todos.

No hay futuro sin innovación, sin esfuerzo, sin compromiso de todos en una identidad que nos proyecte hacia el futuro. Nadie nos asegura que no seamos un país pobre y decrépito dentro de 50 años. De lo que hagamos ahora con pasión, energía e inteligencia, depende que haya un futuro para todos con estándares como los actuales, o mejores.

Nadie puede relajarse en este entorno tan complicado y competitivo. Todos tenemos una enorme responsabilidad si queremos mantener este sistema de bienestar creado por las dos o tres generaciones anteriores.

No hacerlo, porque sólo exigimos nuestros derechos laborales sin hacernos responsables al mismo tiempo de nuestros deberes con un sistema productivo que debe resistir a la competencia mundial, es traicionar el esfuerzo y el riesgo del movimiento social y sindical de los dos últimos siglos, y también el de generaciones de empresarios que se han arruinado o se han enriquecido generando trabajo para decenas de millones de personas en Europa.

Alfons Cornella
Infonomia.com

No Comments

Sorry, the comment form is closed at this time.