Ke!728 El mundo está plagado de ofertas que se dicen diferentes las unas de las otras, y en un mundo de exceso de oferta tu diferencia se puede disolver en un océano de diversidades…

Ke!728 El mundo está plagado de ofertas que se dicen diferentes las unas de las otras, y en un mundo de exceso de oferta tu diferencia se puede disolver en un océano de diversidades…

El mundo está plagado de ofertas que se dicen diferentes las unas de las otras, y en un mundo de exceso de oferta tu diferencia se puede disolver en un océano de diversidades…

(Tiempo estimado de lectura: 4 minutos)

Hoy ser eficiente no es suficiente. La eficiencia se considera una condición necesaria para la supervivencia. Pero no es una condición suficiente.

Ser diferente conlleva la posibilidad de que te consideren interesante, aunque esto no es obligatoriamente así. Porque el mundo está plagado de ofertas que se dicen diferentes las unas de las otras, y en un mundo de exceso de oferta tu diferencia se puede disolver en un océano de diversidades.

Es tan difícil sobrevivir en un mercado tirano, que nos ha entrado la paranoia de la imitación. Estamos como locos por detectar “quién lo ha hecho bien”, con el fin de “imitarlo” sin más.

Tildábamos a los japoneses de copiones, y ahora lo decimos de los chinos. Pero la verdad es que todos nos hemos convertido en imitadores. Los libros de management son recetarios de casuísticas de éxito. Y las biografías de grandes directivos son los nuevos catecismos de los directivos. Hay que hacerlo como los que lo han hecho bien.

Sobre este tema he leído el que quizás consideraría uno de los mejores artículos de este curso. Y, curiosamente, ha llegado cuando el curso ya se acaba. Se trata del artículo “The perils of Imitation Age”, de Eric Bonabeau, publicado en la Harvard Business Review de Junio 2004 (p45).

Bonabeau ha hecho contribuciones muy interesantes en la incipiente “ciencia de redes”. Hablamos de él en su momento ( http://www.instituteofnext.com/grandes/grandes.asp?id=15290).

La principal tesis de este artículo es que el actual entorno de facilidad de acceso a la información hace que hoy podamos enterarnos de lo que ocurre en el otro lado del mundo, instantáneamente, y que, si esto se suma a la innata actitud humana de imitación (somos simios, en el fondo), el resultado es que tendemos a imitar e imitar, y el resultado es una sociedad “auto-referente”. Todos hacemos lo mismo, independientemente de dónde estemos. Imitar se convierte en una estrategia más habitual que razonar y pensar en diferencial (la frase genial de Bonabeau es “when there is too much information, imitation becomes a convenient heuristic”).

Aunque nos avisa de que la imitación tiene sus virtudes, también nos advierte de sus defectos: cuando imitamos nos convertimos en parte una ola que nadie controla, a la deriva, y los efectos son impredecibles. El gregarismo universal puede llevarnos a consecuencias muy graves, nos advierte.

El problema no es imitar, sino hacerlo sin razonar. Hacerlo por simple inercia nos lleva a una desconexión con la realidad. A fenómenos en cascada como la caída de la Bolsa consecuencia del pánico, o a cambios espectaculares de gobiernos por fenómenos de olas sociales favorecidas por los nuevos medios de comunicación (que multiplican las posibilidades de la imitación sistemática). O a la amplificación de defectos por la imitación en generaciones sucesivas de adaptadores (acaba ganando no el mejor, sino el más imitado).

Por tanto, si alguien creía que todo estaba inventado que piense de nuevo. Porque en esta ciencia de redes que viene, entender cómo se producen los fenómenos de propagación en masas va a ser muy importante.

Y para que veamos que no tenemos nada claro por dónde vamos, tengamos en cuenta un libro del que he leído ya varias referencias: The Wisdom of Crowds, de James Surowiecki ( http://www.amazon.com/exec/obidos/tg/detail/-/0385503865/infonomia): la sabiduría de las multidudes. En este texto, el autor defiende que en muchas situaciones, las decisiones colectivas son mejores que las decisiones individuales. El ejemplo más que usado ya es el del desarrollo de Linux por una tribu no planificada, pero el autor da más ejemplos.

Así, mientras Bonabeau nos advierte del riesgo del comportamiento gregario de una sociedad con exceso informacional (la nuestra), Surowiecki nos promete un mejor mundo si las decisiones se toman de forma colectiva (y, en muchas ocasiones, de forma informal). Es el “kosmos” de la espontaniedad del que emerge un orden de nivel superior a la primariedad de los componentes de la sociedad, nosotros. Las grandes instituciones de la historia no son resultado de la planificación (“taxis”) sino de la emergencia espontánea resultado del efecto del tiempo y de la prueba error, nos decía Hayek.

Creo que la confluencia de estas dos lecturas ilustra lo que comentaba más arriba. Apasionante reto intelectual el que aquí se abre: ¿nos permitirán las tecnologías de red llegar a mayor inteligencia como resultado de la conexión de las “neuronas” de la misma, o, por lo contrario, las neuronas se atontarán porque se limitarán a imitar a la que brilla más?

O sea, ¿el resultado de la red será una mejor “inteligencia colectiva” o el reino de la “imitación gregaria”?

Creo que Surowiecki da una pista interesante de en qué condiciones el colectivo llega a un mejor resultado que el individuo: cuando se garantiza la diversidad y la independencia de los nodos. Cualquier distorsión de esos dos factores pervierte el resultado final. Una multitud unívoca y conducida (manipulada) no puede tomar una decisión más inteligente que una persona independiente, razonable.

Teniendo en cuenta la tendencia de nuestros medios de comunicación actuales, no sé si estos ayudan a aumentar la diversidad y la independencia de los criterios de los ciudadanos o, por el contrario, están amalgamando nuestras mentes.

Aplíquese todo esto a una organización y el reto es aún más impresionante: ¿debemos seguir dependiendo de las decisiones (el “juicio”) de unos pocos (“los que piensan”) o hay que desarrollar mecanismos de decisión basados en la inteligencia colectiva?

¡Qué interesante reto!
Intelectual y práctico…

Alfons Cornella
Infonomia.com

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