Ke!693 La educación como territorio: ciudades de aprendizaje

Ke!693 La educación como territorio: ciudades de aprendizaje

En las últimas semanas he tenido ocasión de ver con algo de detalle dos proyectos de prospectiva del territorio que me han hecho pensar: Hipercatalunya y Catalunya2020. Son trabajos multidisciplinares, serios, que tratan un modelo de territorio definido hoy que tendrá sus efectos en los próximos veinte años. En esta sociedad de futuro, la sociedad del conocimiento, lo que funciona como «territorio» es algo más que el espacio físico.

(Tiempo estimado de lectura: 7 minutos)

En las últimas semanas he tenido ocasión de ver con algo de detalle dos proyectos de prospectiva del territorio que me han hecho pensar. Uno de ellos, Hipercatalunya ( http://www.hipercatalunya.org), consiste en un conjunto de propuestas sobre nuevas formas de entender el territorio desde la arquitectura y el urbanismo creativos. De este proyecto hablamos con algo de detalle en uno de nuestros últimos casos ( http://www.instituteofnext.com/mejorespracticas/index.asp?id=72). 

El otro, Catalunya2020 ( http://www.catalunya2020.net/), es un ejercicio de diseño de cuatro posibles escenarios para Catalunya, de cuatro visiones de futuro en el horizonte 2020, con sus correspondientes consecuencias en cuanto a cómo estructurar el territorio y sus infraestructuras.

En ambos casos, se trata de trabajos multidisciplinares, serios, que nos muestran como el territorio es un instrumento dúctil que puede trabajarse, que debe trabajarse, con el objetivo de definir uno u otro modelo de relación entre los ciudadanos. Un modelo de territorio definido hoy tendrá sus efectos en los próximos veinte años.

Pero han sido justamente estos dos trabajos de prospectiva los que me han hecho pensar sobre una idea algo rara, pero creo que fértil. Se me ha ocurrido que en esta sociedad de futuro, que hemos venido a llamar sociedad del conocimiento, lo que funciona como «territorio» es algo más que el espacio físico. Creo, así, que hay elementos menos tangibles que el territorio (espacio) como la educación de la población que no pueden ya desligarse de una planificación a futuro. En otras palabras, creo que elementos como la educación son territorio en la sociedad del conocimiento.

Utilizando un símil de la Física, se me ocurre que, de la misma manera que ya no podemos separar espacio y tiempo, porque son dimensiones de una única realidad, aunque históricamente las habíamos tratado de forma muy separada, hoy no podemos tratar de manera separada (y, mucho menos, planificar) las dimensiones territorio y educación de nuestra sociedad.

Pensando sobre esta cuestión, me he tropezado con un tercer elemento que me ha ayudado a orientarme. Resulta que tanto en la lectura del fascinante libro Emergence (hablamos de él en http://www.instituteofnext.com/extranet/index.asp?idm=1&idrev=1&num=657), de Steven Johnson, como en la de The rise of the creative class ( http://www.instituteofnext.com/extranet/index.asp?idm=1&idrev=1&num=655), de Richard Florida, se hace referencia en diversas ocasiones a la obra de la economista Jane Jacobs ( http://www.people.virginia.edu/~plan303/).

Buscando en su bibliografía me he tropezado con un librito extraordinario, que todos los interesados por entender el futuro deberíamos leer. Y eso que se trata de un librito escrito hace 20 años (1984). Su título, Cities and the wealth of nations (las ciudades y la riqueza de las naciones).

La principal tesis del libro es que la economía se hace en las ciudades. Las ciudades son el principal agente en la creación de riqueza. Los estados son poco más que agregados estadísticos, y las naciones, grupos de ciudades que han llegado a un pacto de futuro común, construido sobre una cultura compartida.

Pensar en ciudades es pensar en positivo. Porque nuestra experiencia vital está ligada a las ciudades (vivimos en ellas, comunicamos con nuestros vecinos, es «nuestra»). Y porque, mientras que prácticamente no hay estado del mundo que no haya sido «creado» a partir de la fuerza (o sea, vía una guerra), las ciudades con resultado de la paz, de la voluntad de construir una vida en común de sus ciudadanos. Una simple nota: cuando hablamos de un país no hablamos de «paisanos» sino de «ciudadanos».

Pues bien, resulta que de la lectura de libro de Jacobs saco la idea de que el futuro de un territorio pasa por repensar sus ciudades. Una nación son sus ciudades. Y en una sociedad del conocimiento, en la que la educación es una variable pegada al territorio (en la línea espacio-tiempo ya comentada), pensar en el futuro es pensar en ciudades del conocimiento.

Esta simple idea tiene consecuencias muy importantes. Hay, por ejemplo, quien sigue pensando las ciudades exclusivamente en clave de infraestructuras. Edificios, tranvías modernos, metros ultrasuaves, nuevas ciudades que generen valor en forma de hipotecas hinchadas. Desde el punto de vista de la economía «tradicional», esto sería correcto. Pero resulta que en el actual mapa económico, en el que la deslocalización de actividades industriales, y también de servicios, es una realidad, hablar sólo del «espacio» (del territorio) de las ciudades, es, creo, totalmente incorrecto. El espacio a tratar es la capa de educación.

Conozco muy de cerca, ciudades, como la mía, donde el discurso del espacio se come al discurso de la educación. Y así no hay futuro, por mucha planificación del territorio que se haga. Utilizando de nuevo el símil espacio-tiempo de la Física, nos estamos empeñando en crear una dinámica que se mueve en un espacio plano (el territorio) cuando en realidad ya vivimos en un espacio con volumen (el territorio «educado»).

Por tanto, nuestro interés debería virar hacia las ciudades que se entienden a si mismas como agente económico vital de su territorio (donde se crea la riqueza de una región, una nación o un estado), y que, a la luz del cambio en las estructuras de la economía, desde la energía hacia los infons (unidades básicas de información), se redefinen a si mismas como «ciudades del conocimiento».

Y no se trata, en absoluto, de que la ciudad «apueste por Internet». Eso sería, de nuevo, un discurso de infraestructuras, necesario pero no suficiente. Sino que se trata de que la ciudad vire hacia la educación. Que todos sus agentes, personas, organizaciones y administraciones, vean en la educación su único futuro.

Y de forma muy práctica: ¿que los ciudadanos tienen que trabajar muchas horas para poder sobrevivir y tienen que «aparcar» a los niños en las escuelas? ¿Que tal si llevamos las escuelas cerca de los centros de trabajo de manera que haya más intersección trabajo-educación, y que los padres puedan comer con sus hijos al mediodía? ¿Absurdo? Léase lo que hace la Dowtown School de la ciudad norteamericana de DesMoines, una de las más «educadas» en el ranking de resultados de sus alumnos en el país ( http://www.fastcompany.com/magazine/75/desmoines.html), como se ve en el siguiente gráfico comparativo. Una idea de repensar la relación entre economía y educación que es un buen ejemplo de nueva planificación territorial.

 

http://www.fastcompany.com/magazine/75/desmoines.html

De ciudades-infraestructura a ciudades-educación. De panorama de grúas a panorama de personas.

Pues bien, no puedo terminar más que aportando otra fuente para pensar en estas cuestiones. Se trata del excelente Learning cities for the learning century de Norman Longworh (traducido en la colección Paidós Transiciones con el título El aprendizaje a lo largo de la vida: ciudades centradas en el aprendizaje para un siglo orientado hacia el aprendizaje, http://www.paidos.com/lib.asp?COD=70046).

Un texto de reflexión sobre la importancia del «aprendizaje permanente» (que no «enseñanza» permanente), y sobre el rol de la ciudades en el desarrollo de las capacidades de sus ciudadanos. Ciudades de aprendizaje, un proyecto común de los ciudadanos, en el que deben participar todos los agentes de la ciudad (organizaciones y personas).

Una simple idea-fuerza a respecto. Nos estamos dando cuenta de que no podemos seguir basando la economía en la explotación de los recursos naturales: somos demasiados y el planeta es finito. Debemos, pues, pasar a una economía basada en el desarrollo del potencial humano de la gente. Una economía basada en nuevos y sofisticados servicios dirigidos a ciudadanos exigentes. Basada en la lucha contra la incultura como manera de aflorar riqueza: personas que quieren aprender, leer, crear, aplicar, para volver a aprender, etc, para construir un mundo mejor.

Una economía de intangibles, donde el foco central no es el movimiento de «objetos» (la energía) sino el aumento de nuestro desarrollo humano. Quizás de esto estamos hablando cuando pensamos en una «sociedad del conocimiento» (que deberíamos repensar como una «economía del conocimiento»).

Las ciudades son el «sitio» (la situación, la instancia) para desarrollar una transformación hacia una economía centrada en la explotación de las oportunidades que derivan de nuestra propia ignorancia. Una sociedad en la que establezca como motor de futuro el desarrollo de nuestro potencial humano, crea una economía totalmente diferente, en la que la educación y el aprendizaje de por vida son elementos vitales.

Pero, Longworth nos advierte, esto requerirá de unas cuantas décadas, y de cantidades ingentes de «ingeniería social» (como hacer entender a la gente que tamaña transformación es buena para ellos).

NGO Village in Lifelong Learning Center

Ya hay ciudades que se ven así. Longworth nos cuenta, por ejemplo, como la ciudad japonesa de Sapporo organiza periódicamente su «Fiesta del aprendizaje», para que todos sus ciudadanos celebren «la alegría de aprender». Y tienen su gran espacio de aprendizaje permanente (Sapporo Comprehensive Lifelong Learning Center, http://www.city.sapporo.jp/somu/ambassador/amb4/4.htm). Lo mismo que aquí, vaya….

Y acaba con una reflexión: ¿no tenemos aquí, anualmente, una «ciudad europea de la cultura»? ¿No deberíamos tener ya una «ciudad europea del aprendizaje»?

En el nuevo milenio el territorio ya no es sólo espacio, sino que es espacio-educación. El aprendizaje de los ciudadanos es la verdadera nueva economía. Y esa economía se desarrollará, como siempre, en las ciudades. «En el nuevo milenio, ninguna ciudad podrá permitirse no ser una ciudad de aprendizaje». Permanentemente…

Alfons Cornella
Infonomia.com

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