Ke!681Manifiesto por la innovación como antídoto de la incertidumbre

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El último display de tinta digital de e-ink:
una innovación hacia el futuro (eink.com)

Hace unos días compartí mesa redonda con Emilio Ontiveros en un curso de verano de la Universidad complutense de Madrid sobre “aprovechar las oportunidades de la sociedad de la información”.

Se nos preguntaba sobre la revolución digital que tendrá la sociedad. En este mensaje me centraré en el impacto en el ámbito productivo, una de las cuatro “rutinas fundamentales”: vivir, trabajar, divertirse y aprender. 

PARA PENSAR:

(Tiempo estimado de lectura: 8 minutos)

Hace unos días tuve la ocasión de compartir mesa redonda (por cierto, nunca tienen esa forma geométrica) con Emilio Ontiveros ( http://www.instituteofnext.com/grandes/grandes.asp?id=11830) en un curso en la escuela de verano de la Universidad Complutense de Madrid. Fue un honor.

El curso iba de «aprovechar las oportunidades de la sociedad de la información». Se nos preguntaba sobre el impacto que la «revolución digital» iba a tener en la sociedad.

Un rápido repaso nos permite recordar que el impacto de Internet en la sociedad se evidencia en la transformación gradual de cómo llevamos a cabo las cuatro «rutinas fundamentales»: vivir, trabajar, divertirse y aprender.

Impacto en divertirse (ocio): contactos, chateo, lotería, juegos, buscar información, porno, etc. Quizás el área en la que vamos a ver más crecimiento en el corto plazo

• Impacto en aprendizaje: muy poco, por ahora, al menos en nuestras latitudes, porque quizás no tenemos mucha tradición de aprendizaje permanente (los masters en los USA son un «must» tras unos años trabajando; aquí son aún un invento «reciente»)

• Impacto en la rutina de vivir: buscar y buscar (casa, trabajo, etc), recibir servicios (la banca, etc), y tratar con las administraciones públicas (congratulémonos del aumento de las declaraciones de renta hechas por Internet este año en España)

• Impacto en el trabajo: mucho, aunque aún queda muchísimo por hacer, en los capítulos de comunicación interna y externa, y en la operativa de producción y servicio (SCM, ERP, CRM)

Fue en este último punto, el del impacto en el ámbito productivo, económico, empresarial, de negocios, de Internet que nos centraremos en este mensaje.

Emilio Ontiveros lo dejó muy claro: por lo que respecta al tejido productivo, y a la economía en general, el impacto más claro de las tecnologías de la información reside en su contribución al aumento de la productividad. Emilio comentó una frase conocida del economista, premio nobel, Robert Solow ( http://www.nobel.se/economics/laureates/1987/solow-autobio.html, http://cepa.newschool.edu/het/profiles/solow.htm): dijo que se creería que las tecnologías de la información tenían ese impacto positivo en la productividad si se observaba tal efecto no sólo en épocas de crecimiento económico, sino también incluso en épocas de estancamiento o de retroceso económico.

Pues bien, las cifras sobre el crecimiento de la productividad en la economía norteamericana en los últimos años, de crisis clara, están demostrando que, en efecto, las tecnologías de la información contribuyen positivamente a su incremento.

http://www.bls.gov/mfp/home.htm<

Los datos para Europa y para España no son tan buenos:

«U.S. labor productivity growth ( in the USA) rebounded sharply in 2002 to 2.8% in 2001 and continues to outpace Europe’s productivity gains, according to a study released today by The Conference Board. Productivity growth in Europe showed substantial decline (from 1.3% to 0.5% last year); Japan increased by 0.8%, and overall OECD nations showed a 0.4% increase in productivity growth. Says Robert H. McGuckin, Director of Economic Research of The Conference Board and co-author of the productivity report: «There is much to worry about in these productivity growth trends. The differences in productivity growth between Europe and the U.S. are closely linked to the production and diffusion of information and communications technology and an economic environment that limits opportunities for exploiting the new technologies.» ( http://www.srimedia.com/artman/publish/article_540.shtml) En fin, el mensaje es que no sacamos buen partido de las tecnologías de la información. Ontiveros tiene una idea muy clara: las empresas deberían aprovechar los bajos tipos de interés actuales para invertir en mejorar y aumentar el stock de capital tecnológico.

Dicho de otra forma, ¿puede permitirse el analfabetismo tecnológico de las personas y empresas del país en una época de dinero tan barato?

Cambiemos de tema.

Con frecuencia leo artículos en los que el autor se queja, se lamenta, de la posición de España en el ranking de la sociedad de la información. Los penúltimos de Europa; incluso Portugal nos supera.

Desde mi punto de vista, la posición en un ranking no importa mucho. Importan los parámetros que se utilizan para medir la posición en el ranking. Dicho de otra forma: ¿es realmente una medida «correcta» de hasta qué punto somos una sociedad de la información tener más o menos ordenadores en las aulas sin que se usen adecuadamente? ¿Son estas medidas cuantitativas las correctas? ¿Somos «más sociedad» de la información porque la gente tenga más acceso al chat, juegue a los casinos o ligue impulsivamente de forma digital? ¿Es el número de ADSLs una buena medida de nuestra cultura de la información?

Mi respuesta intuitiva es clara: estamos midiendo incorrectamente, centrándonos en la medida de la infraestructura cuando deberíamos hacerlo en la infostructura (la utilización inteligente de la información en la mejora de la sociedad y la economía).

Resumiendo.

Las tecnologías de la información tienen un impacto claro en la economía y en la sociedad en dos direcciones básicas:

• en el lado de la oferta, aumentando la productividad, produciendo más con menos factores de producción, facturando más por empleado

• en el lado de la demanda, facilitando que el consumidor, el ciudadano, sea más exigente en el aumento de la calidad de los servicios que se le dan

Por tanto, hay que apostar por las tecnologías para mejorar productos y procesos, en la línea de aumentar la competitividad, que quizás es ya el producto de productividad y calidad de servicio.

Pero «la» pregunta que emerge es: ¿hay un límite en ese aumento permanente de la competitividad? ¿Hay un límite en el aumento posible de la calidad del servicio?

¿No será que el hecho de que la presión deflacionaria que vivimos, posiblemente, como recordó Ontiveros, la más elevada de la historia, es resultado, ya, de demasiada eficiencia? ¿No será que las capacidades instaladas son excesivas, y que producimos más de lo que podemos consumir?

Mi apuesta es la siguiente.

Lo que nos está ocurriendo es lo que podríamos llamar la paradoja de la «triple i»: más información lleva a más independencia (estamos más, y quizás mejor, informados), pero esta mayor independencia lleva también a más incertidumbre.

La solución a esta paradoja angustiante no consiste en invertir más en tecnología, sino en inteligencia. La solución no es poner herramientas sino en apalancar las que tenemos, y las que vayamos incorporando. Encontrar:

• nuevas formas de gestionar y usar la información, a través del aumento de la cultura informacional (una nueva educación)

• nuevas formas de trabajar, conectando profesionales independientes que tienen un know-how muy concreto (redes de profesionales con talento)

• nuevas formas de reducir la incertidumbre, a través de la innovación sistemática que convierta la incertidumbre en oportunidades (el tai chi de la innovación: la fuerza negativa de la incertidumbre se convierte en fuerza positiva de la innovación)

La idea se resume en:

La búsqueda del aumento de la productividad está bien, pero no nos lleva, quizás, a un crecimiento sostenible. Todos haremos lo mismo, con las mismas herramientas, y todos sufriremos que las tecnologías de la información tienden a convertirse en commodities (ver el controvertido artículo de Carr, que ya comentamos en http://www.instituteofnext.com/extranet/index.asp?idm=1&idrev=1&num=678), una infraestructura esencial pero no suficiente para mantener una ventaja estratégica.

La verdadera ventaja deberá venir, en mi opinión, de la innovación sistemática, inteligente, conectada con el mercado. La ventaja no está en la productividad (factor estratégico de costes) sino en la innovación (factor estratégico de valor).

Pero, me diréis, y con razón, que para que la innovación actúe como motor económico, no basta con innovar por innovar, sino que es preciso que el mercado, la gente, absorba, y pague por la innovación. No hay innovación con efecto económico si no genera, o despierta, un mercado.

Es cierto, y aquí acabamos por encontrar el verdadero elemento crítico: no hay futuro en un país que no desarrolle un ethos innovador. Un país que aprecie, respete, clame, sueñe, por lo nuevo. Que consuma nuevas ideas, nuevos productos, nuevos servicios.

Un país optimista, en el que las nuevas propuestas atraigan al consumidor. Propuestas no vacías, claro está. Sino propuestas que hagan las 4 rutinas ya citadas más llevaderas. Más aún, que las hagan placenteras.

Las faldas “transparentes” ya en el mercado japonés:
serigrafías que confunden, impresiones que parecen mostrar lo que no muestran, para las más atrevidas…
Una innovación con monopolio temporal en la moda…
(debo la noticia a Oriol Lloret)

La focalización en la productividad, una visión muy industrial, quizás nos hará más eficientes, pero puede llevar a mucha gente al paro. La robótica acabará con muchos trabajos. Para los que lo pierdan, la esperanza es una sociedad hambrienta de nuevos servicios y productos.

Esta cultura de la innovación, la atracción por el futuro, ya diferencia las sociedades «forward thinking» de las conservadoras industriales. Estados Unidos, Japón, y pocas más.

Véase qué 4 productos aparecen en esta propuesta de la tienda online de Brookstone (el “ambient orb” de Ambientdevices, del que ya hablamos en http://www.instituteofnext.com/extranet/index.asp?idm=1&idrev=1&num=656, un lector de CDs ultraplano, un eliminador de ruidos ambientales, y un aspirador-robot.

Recordemos la que, vanidosamente, bauticé en su momento como la «ecuación fundamental de la sociedad de la información»: una sociedad de la información es el producto de una economía de la información y de una cultura de la información (ver http://www.instituteofnext.com/leyes/index.asp?id=ecuacion):

• la economía es la infraestructura, el stock de capital tecnológico, que permite aumentar la productividad

• la cultura es un entorno que facilite la conversión de los avances de la ciencia y la tecnología en nuevos productos y servicios, una sociedad ávida de mejoras basadas en hacer mejor mejores cosas

Una sociedad de la información no es posible si no hay un ethos orientado al optimismo de futuro. Una sociedad abierta al futuro, y donde los referentes no son políticos que buscan el déficit cero (permítaseme la derivación política de la cuestión), sino los profesionales que reinventan el mundo, así como las ONG que buscan resolver los enormes desequilibrios del planeta.

Soy consciente de que este mensaje parecerá a muchos algo, o muy, naïf. Pero es que no ha sido escrito pensando en aplicarlo hoy, sino en que sea leído en el futuro y vean que algunas cosas que ellos ya “hacen” ya las preveíamos algunos en el pasado.

Alfons Cornella
Infonomia.com

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