Ke!630 – Sócrates no era un mero «proveeedor de contenidos»

Ke!630 – Sócrates no era un mero «proveeedor de contenidos»

¿Se está planteando correctamente el e-learning? La educación se trivializa y prueba de ello es la actual comercialización de la enseñanza superior. Y es que la educación no puede convertirse únicamente en un negocio; tal y como ocurrió en los años veinte con la enseñanza por correspondencia. David Noble nos lo explica en su libro «Digital Diploma Mills». Enseñar tiene más que ver con una experiencia y la tecnología con una herramienta que ayuda. No podemos olvidar la importancia de la relación interpersonal como estímulo para el aprendizaje.

(Tiempo estimado de lectura: 6 minutos)

PARA PENSAR:

Parece que el turno de las «e-modas» le toca ahora al e-learning. Nos dicen que este es «el gran tema». Los más comercialmente orientados me dicen que «aquí es donde está el dinero en los próximos meses».

El ingenio de algunos me ha sorprendido. Así, por ejemplo, me comentaron el otro día como algún gran fabricante de hardware «vende» sus máquinas como mero instrumento de un programa de formación, cuyos contenidos «aporta» una gran consultora, con el añadido de que, al tratarse de un programa «educativo», se pueden solicitar ayudas o incentivos fiscales.

Este hecho, junto a que me parece que ya hemos llegado demasiado lejos en la «trivilización» de la educación (lo que alguien ha denominado «fast learning», en comparación al «fast food»), me incitan a escribir el texto de hoy.

Coincide además con que he terminado la lectura de un librito esclarecedor de David Noble, titulado «Digital Diploma Mills» ( http://www.amazon.com/exec/obidos/ASIN/1583670610/infonomia o http://www.monthlyreview.org/digitaldiploma.htm)

Hay textos de este libro accesibles en la revista digital Firstmonday, concretamente en http://www.firstmonday.dk/issues/issue3_1/noble.

Noble es un personaje controvertido. El dice con honra que fue despedido del MIT y de la Smithsonian Institution por sus «críticas sobre el progreso tecnológico». La verdad es que, dejando de lado sus posibles veleidades políticas (lo que algunos denominarían izquierdosas, algo no bien visto en los tiempos que corren), a mi me parece que argumenta muy correctamente su punto de vista. Y que este no es «anti-tecnología», sino que advierte sobre el uso incorrecto de las mismas, en especial en el campo educativo.

Leí de él un texto anterior realmente fascinante, «The Religion of Technology» ( http://www.amazon.com/exec/obidos/ASIN/0679425640/infonomia) donde mostraba las «raíces religiosas» de la investigación de algunos de los grandes científicos de la historia (que buscaban en la ciencia lo que la religión no podía explicarles).

La tesis principal de Noble en el texto «Digital Diploma Mills» es doble:

1) La educación online está convirtiendo a los profesores universitarios en meros «productores de contenidos». Se les «extrae» el conocimiento a base de hacerles elaborar «cursos digitales», de los que se les exige la rendición de derechos intelectuales, para después contratar personal menos caro para «impartir» esos cursos. Desde una perspectiva marxista (Dios me libre, citar esto aquí!) se trata de dividir al productor del trabajo (en este caso intelectual) del propio resultado del trabajo (el curso), o lo que es lo mismo, de «alienar» al trabajador del resultado de su esfuerzo.

2) La educación online está transformando la universidad en un mercado, donde se venden las «commodities» que allí se generan (los cursos). Los estudiantes son, pues, simplemente consumidores de cursos, y la relación con profesores y universidad es puramente comercial.

Una de las constataciones más interesantes del texto es que no es esta la primera vez en la historia donde ocurre algo así. En el primer capítulo del libro nos recuerda lo que ya ocurrió en los años 20 con el boom de la «educación por correspondencia» en los Estados Unidos.

En pocos años, cientos de empresas comerciales infestaron el mercado de propuestas de formación por correo. Su «propuesta de valor» ya era entonces «instrucción personalizada para gente ocupada» (¿os suena?).

Noble estudia este caso y nos recuerda que en pocos meses las empresas del sector se dieron cuenta de que todo el juego consistía en publicitar extensivamente la oferta de cursos, de manera que «la parte del león del esfuerzo y de la facturación se gastaba en promoción y en ventas más que en la propia formación». Se contrataba a personal temporal, «sub-profesional» (por ejemplo, profesoras mayores ya jubiladas) para la corrección de trabajos y exámenes.

Lo peor de todo llegó cuando las empresas se dieron cuenta de que el negocio estaba, en realidad, en que la gente se apuntara, pagara por adelantado, y después dejara el curso. O sea, que el beneficio estaba ligado al «dropout money» (al dinero generado por los estudiantes que, habiendo pagado, abandonaban). Esto hacía que no hubiera ningún estímulo en absoluto para conservar a los estudiantes, sino todo lo contrario.

Curiosamente, las universidades «tradicionales» entraron pronto también en el juego. Y cayeron igualmente en la trampa del «dropout money».

La pregunta que Noble se hace, y a la que me adhiero, es: ¿no estaremos haciendo ahora extactamente lo mismo?

Conozco casos en los que se indica a los profesores que deben aumentar su «productividad» a base de generar contenidos para cursos a distancia. Lamentablemente, ello conlleva la disminución de la calidad de la educación que imparten.

Quizás nos estamos olvidando de que la «educación» es, básicamente, un proceso de estímulo y motivación al aprendizaje personal. Y que la «relación social» entre profesor y alumnos y entre los mismos alumnos es fundamental. Yo no me acuerdo de la materia que estudié en la universidad, pero si reconozco todavía la pasión que algunos profesores («maestros») me transmitieron durante esos años.

Porque educar tiene más que ver con «encender un fuego» que con «llenar una botella».

Como bien dice Noble en su texto, Sócrates no era un mero proveedor de contenidos. Había mucho más en la «experiencia» educativa con él, que en sus «contenidos».

Noble también nos dice que un tema crítico en toda esta cuestión de la comoditización (conversión en puro producto comercial) de la educación universitaria (a través de la educación a distancia), así como de la conversión de la universidad en un mercado, es la batalla sobre la propiedad intelectual de lo producido por los profesores.

 

Este tema es más importante de lo que parece. Y será, posiblemente, un tema explosivo en los próximos años.

Véase, como simple ejemplo, una de las cláusulas de un «contrato» de derechos que me ha sugerido una universidad:

«Tercero. En virtud de este contrato el AUTOR cede a NNNN (la universidad en cuestión) los derechos de explotación que se derivan de la autoría de la UNIDAD , de una manera especial, los derechos de imagen y los derechos de divulgar y/o publicar, reproducir, distribuir y comunicar públicamente de forma total o parcial en cualquier medio o soporte escrito, gráfico, fonográfico, audiovisual, telemático, electrónico, digital, multimedia o informático en lengua catalana y castellana alrededor del mundo. La cesión de derechos se efectúa con carácter exclusivo para un ámbito territorial universal.»

Sólo falta que les ceda algunas vísceras para experimentos científicos.

He dicho todo esto sabiendo que existen ya muchos ejemplos de usos correctos de la educación a distancia, o del uso de la tecnología con fines educativos o formativos. Y que mucha gente tiene así la opción de aprender «dónde esté y a la hora que esté».

Véanse, como simples ejemplos, proyectos como el de los «Puntos Omnia» ( http://www.gencat.es/csi/cas/proyectos/sociedad/1999/omnia.htm) o los proyectos de uso educativo de Internet premiados en los últimos «Premios Santillana de Experiencias Escolares» ( http://www.indexnet.santillana.es/2002_.html).

También es cierto que la tecnología nos está permitiendo impartir cursos de formas novedosas. Véase un simple ejemplo de combinación de video y transparencias en este curso sobre Algoritmos Genéticos ( http://online.engr.uiuc.edu/schema/lecture38/event.htm#archive),

o las simulaciones tremendamente realistas de Cognitive Arts, que enseñamos recientemente en nuestra Aula sobre Internet y Universidades, gracias a la participación de Neos Software ( http://www.neostraining.com), representante en España de Cognitive Arts ( http://www.corporate.cognitivearts.com).

La tecnología ayudará, pero sólo si no perdemos el horizonte de que la educación no puede tener éxito si sólo se plantea como un simple negocio.

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