Hacia las naciones transversales

Hacia las naciones transversales

Hace unos años sorprendí a una compañera estadounidense con la aparentemente trivial pregunta «¿tú de dónde eres?». Se quedó mirándome. «¿Qué quieres decir?», me preguntó; «¿dónde nací?, ¿dónde estudié secundaria?, ¿dónde residen mis padres?, ¿dónde he vivido en los últimos años?, ¿de dónde me siento?, ¿de dónde me gustaría sentirme?». Las diferentes respuestas que me dio generaban literalmente un mapa del mundo, porque su padre era diplomático y había surcado las embajadas de medio globo.

Los ciudadanos lo son de diversos países y continentes mentales. Los ciudadanos más avanzados (tómese este término como se quiera) ya no son de un solo lugar. Las etiquetas (tags) que los caracterizan son múltiples. Pertenecen a distintas tribus. Algunas idiomáticas, otras científicas, otras de aficiones, y otras de sueños. Cuando me sitúo en la faceta correspondiente a un tema concreto, de los muchos posibles, me siento parte de él y puedo actuar como su ciudadano.

En estos mismos momentos se están construyendo nuevos países en el mundo, algunos incluso sin ningún territorio físico. Los suecos de Funky Business ya nos advertían graciosamente de la importancia numérica de lo que llamaban la “República Independiente de Britney Spears”, formada por todos sus fans en el mundo (y que, por cierto, sumaban una población superior a la de países como Bélgica). Y, ¿acaso no es esto lo que está ocurriendo con las grandes corporaciones? ¿De dónde es IBM, o Shell, o Dell? De acuerdo, siguen teniendo una sede social, en la que pagan impuestos, pero ¿de dónde son sus miembros? Rolf Jensen nos avisaba en su sagaz The Dream Society que bien podría ocurrir en el próximo futuro que algunos ciudadanos de países avanzados, deseando crear una sociedad mejor, compraran alguna parte del desierto del Sahara para, haciendo uso de lo mejor de la tecnología disponible, crear una sociedad 3.0 superior a la occidental que hoy conocemos. Pues bien, ¿no es algo así lo que está ya ocurriendo en pequeños países árabes, como Dubai o Abu Dabi? ¿La atracción de talento occidental que esos países están consiguiendo, con el objetivo de convertirse en el punto medio (geográfico y horario, half way) entre Occidente y Oriente, con sus hubs financiero y audiovisual (dos en los que no se pone el sol), no ilustra un movimiento en la dirección predicha por Jensen?

Vamos a un mundo horizontal. El de las comunidades de intereses y tribus. Fans musicales que se reúnen cada año en Barcelona para participar activamente en el Sónar. Fanáticos del cine independiente que peregrinan al Sundance. Clubs de fútbol que son universales. Proyectos europeos que hilvanan relaciones puntuales entre empresas de todo el continente. Uno se siente cada vez más cómodo con gente que le entiende que con la gente de su sitio. Yo tengo mis etiquetas múltiples, de mis múltiples intereses y posibilidades, y puedo aparecer como resultado en la búsqueda en Google realizada por otros miles de personas cuando buscan cosas muy distintas. Así, puede que ahora haya gente en el mundo que me esté construyendo en su propio mundo de intereses, al encontrarme por Internet y decidir que debo formar parte de su proyecto (soy pensado por otros, un poco à la Borges). El mundo es misceláneo, como sugiere sutilmente David Weinberger. No es de una sola cara, sino de muchas y simultáneas facetas.

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