Clásicos instantáneos (del libro Futuro Presente)

Clásicos instantáneos (del libro Futuro Presente)

 

A pesar de que casi nos han convencido de que vivimos en una sociedad de lo intangible, la verdad es que, como alguien dijo, “las cosas son la moneda del mundo”. Funcionamos con objetos, con “cosas”, y cada vez más. Somos una especie que hace y usa utensilios (justamente, cosas para sacar “utilidad” al mundo). Y esas cosas deben estar pensadas desde la “dualidad” función-forma: deben servir para algo, ser realmente útiles, pero al mismo tiempo deben tener una forma agradable, que, a ser posible, nos enganche en una emoción que enamore.

Más aún, nos encontramos ya en una escena en la que tenemos de todo en exceso, y, en consecuencia, el discurso de funcionalidad no es suficiente: a una cosa no le basta funcionar bien para lo que se pensó, porque funcionar bien es parte de las reglas del juego. Si no funcionas, no existes. Pero que funciones no es suficiente: para tener éxito hay que ser diferente. Y en el mundo de las cosas eso se llama diseño.

Es por ello que sorprende positivamente que, de tanto en tanto, alguien conciba una “ruptura” en la forma de pensar un producto, una innovación “radical”. Y más destacable es que, además, la nueva propuesta sea buena simultáneamente en la dualidad función-forma. Pero lo que ya es absolutamente genial es que la nueva propuesta se convierta, desde el mismo momento en que se lanza al mercado, en "un clásico", o sea, en una referencia para los competidores, y para los consumidores. En este caso, la nueva propuesta se convierte en un “clásico instantáneo”, un producto que merece estar simultáneamente en la tienda y en el museo. Lo nuevo conectado con lo antiguo ("when the new meets the old").

Algunos ejemplos. Los teléfonos con teclado, que cuando aparecieron convirtieron de inmediato a los de dial rotativo en una antigualla. Las deportivas Converse. Las gafas sin marco, en las que el cristal soporta directamente las patillas. El iMac de Apple, que fue claramente un antes y un después en la industria de los ordenadores personales. La silla TrippTrapp de Stokke, una propuesta de silla que evoluciona con el niño, y, más recientemente el carrito para niños Xplory, que supera la anclada idea de que el niño debía ir cerca del suelo en lugar de a la altura de los padres. O, en servicios, los billetes de bajo coste de compañías como RyanAir. Y la mascota robot Aibo, de Sony, un capricho para estar en el futuro antes que nadie. 

Uno sabe normalmente que está ante un “clásico instantáneo” cuando se pregunta cómo es posible que a nadie se le hubiera ocurrido antes. Es justamente por ello que estas propuestas nos sorprenden: son intuitivas pero siempre a posteriori, una vez las ves. Crearlas no es nada trivial.

Enlaces relacionados:

Conversación con Jonathan Ive, diseñador de Apple, en el Digital Museum, del Design Museum de Londres.

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