25 Abr Calidad de talento (Q) o cantidad de talento (k)
Malcolm Gladwell nos ha advertido sobre la importancia del “genio” para nuestro futuro económico. Concretamente, nos advertía de cómo y cuánto vamos a necesitar de talento para resolver los problemas, crecientemente complejos, a los que nos vamos a tener que enfrentar.
La hacía a través de la comparación de un talento “individual”, Michael Ventris, descifrador en los años 50 de la lengua micénica LinearB, con el talento “colectivo” de Andrew Wiles, que a finales de los 90 demostró el último teorema de Fermat. Ambos problemas eran considerados retos intelectuales dignos de gigantes; decenas de personas habían intentado resolverlos antes, sin éxito.
En el caso de la lengua LinearB, sus peculiaridades la hacían un puzzle inextricable. Ventris dedicó unos cuantos años de su vida a encerrarse por las noches y los fines de semana con el objetivo de deshacer el enorme nudo de su descifrado. Este personaje notable es un buen ejemplo del tipo de talento típico del siglo XX: alguien especialmente dotado que se pone individual y aisladamente a luchar con sólo papel y lápiz, y su mente. Un cerebro brillante que, sin contar con lo que se haya hecho antes (en este caso, al parecer, muy poco significativo), persiste, resiste y triunfa. Calidad de talento (Q).
En el caso del teorema de Fermat, uno de los escollos matemáticos en los que naufragaron grandes mitos de las matemáticas, Wiles siguió en cierta manera una compulsión parecida: la obsesión convertida en reclusión (también durante unos cuantos años). Pero, a diferencia de Ventris, Wiles tuvo que basarse en una serie de trabajos previos realizados por otros matemáticos. Estos habían propuesto que si se demostraba tal cosa, eso demostraría esa otra, que a su vez demostraría tal otra, y que eso implicaría, finalmente, la resolución del teorema de Fermat. Cantidad de talento (k).
El caso de Wiles, nos recuerda Gladwell, ilustra el tipo de talento que será típico en el siglo XXI: un talento colaborativo. Ventris es un ejemplo de “genio de calidad” (Q: un gigante que se enfrenta sólo a un reto intelectual enorme), mientras que Wiles es un ejemplo de “genio de cantidad” (k: alguien que conecta trabajos de talentos distintos, que los “hilvana”, para llegar a la solución final del problema).
Lo relevante aquí es que los problemas con que nos enfrentaremos en el futuro requerirán de una aproximación colaborativa à la Wiles, porque serán tan complejos que ninguna mente podrá abarcarlos en solitario. De hecho, muchos problemas ya requieren hoy de la combinación de muchos expertos, cada uno de los cuales ha dedicado unas 10.000 horas de su vida a manejar con maestría una parte específica del problema a resolver. Cuando “multiplicas” entre sí las 10.000 horas que cada experto aporta a un proyecto conjunto, ya sea formal o informalmente organizado, el resultado es una abrumadora cantidad de tiempo de calidad (kQ).
Según Gladwell, va a importar más la cantidad de genio (talento) (k de kilo) que la calidad de genio (Q de qualitas). Y, por tanto va a ser absolutamente fundamental conectar al talento distribuido, a los radicales libres que trabajan aisladamente en distintos puntos del planeta. Lo importante es la multiplicación kQ, no cada uno de sus componentes.
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