Anti-PPT (del libro Futuro Presente)

Anti-PPT (del libro Futuro Presente)

Uno no precisa acudir a un gran número de conferencias para darse cuenta tanto de los límites del PowerPoint como de la fuerza del método socrático (la mayeútica): en lugar de inundar al interlocutor con datos, ideas, y “transparencias” cuanto más densas mejor (más información por centímetro cuadrado), es mejor ayudarle a descubrir lo que ya sabe, o lo que su mente está “preparando”, a través del planteamiento de buenas preguntas, de retos cognitivos. Hay que ayudar a la gente a que se de cuenta de lo que su cerebro ya está razonando.

Obviamente, no es esto lo que ahora se lleva. Hoy se lleva la doctrina, el aturdimiento por los datos, el empaquetamiento de ideologías en eslóganes, el fast-thought. En definitiva, el PowerPoint.

Pero justamente porque es cada día más difícil captar (y retener) la atención de un público sólo mediante transparencias, he visto ya a buenos ponentes que vuelven a la palabra como gran vehículo, sin necesidad de apoyarse en la “anestesia PPT”. Más aún, he visto como en algunas de las mejores conferencias del mundo se prohíbe expresamente el PPT, y se apuesta, en cambio, por crear debate, por discutir con espíritu crítico. Y por volver a la magia de construir el mensaje “en tiempo real” mientras hablas. Como en los tiempos de la pizarra.

Por esto estoy redescubriendo la tiza (o, mejor, poniéndonos al día, el rotulador) para construir colectivamente nuestras ideas en grupos de trabajo. A partir de una buena pregunta (por ejemplo, “¿cuál ha sido la transformación más significativa en vuestro sector en los últimos cinco años?”) empezamos a trabajar, desvelando entre todos nuestros pensamientos y experiencias. Porque el PPT no facilita suficientemente el trabajo colectivo, sino que tiende a la imposición del que expone. Pero para que una reunión colectiva sea realmente útil, es fundamental que alguien haga de “catalizador”, que organice las ideas, las ordene visualmente en la pizarra, y que facilite llegar a una conclusión colectiva. Se precisa, pues, de un facilitador que disponga de las herramientas adecuadas para extraer el valor del grupo.

El futuro está reclamando, pues, una alternativa al reinado PUSH del PowerPoint (“yo te proyecto lo que yo creo que debes ver”) en forma de un nuevo sistema PULL (“entre todos construimos una discusión, ya sea en forma presencial o remota”). O sea, hay que aprender a construir juntos, a partir de la sintonía de nuestros cerebros. Lo demás, la proyección individual, monologada, resultado del PPT, es cosa de un pasado de jerarquías en el intelecto.

Y hoy podemos hacerlo, porque por primera vez disponemos de sistemas para extraer energía del conocimiento colectivo. Sólo nos falta aprender a usarlas…

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