19 Jun Starlab, el negocio de la Ciencia
Starlab nació en el año 2000 con el firme convencimiento de que la investigación y la ciencia podían ser negocio. Es más, que incluso lo podían ser desde Barcelona y en el ámbito de una pequeña empresa privada compuesta inicialmente por apenas seis personas. La apuesta debió parecer demasiado atrevida al capital riesgo, que no se quiso arriesgar. Hoy la compañía contrata a quince personas, factura un millón de euros al año, ha creado un spin-off para comercializar su primer producto maduro, y despierta el interés de varias fuentes de financiación para impulsar su próxima fase de crecimiento.
Ubicada en el emblemático Observatori Fabra de Barcelona, es difícil pensar en ningún otro edificio que pudiera representar mejor la imagen de marca de Starlab. Como edificio histórico vinculado a la investigación científica de la observación de los astros, es también quizás un ejemplo de su capacidad para superar retos aparentemente imposibles, como fue el de lograr que les permitieran poder ocupar un espacio privilegiado cuyos propietarios no tenían previsto alquilar a nadie.
Hoy, alrededor de la cúpula donde se ubica el viejo telescopio trabaja un equipo de matemáticos, ingenieros, físicos y economistas con el objetivo de adaptar el desarrollo de nuevas tecnologías a las necesidades del mercado.
La Starlab original nació a finales de los años noventa de la iniciativa de un matemático que fue capaz de poner en marcha una idea ciertamente innovadora y atrevida: crear una empresa privada para llevar a cabo investigación básica aplicable a la creación de nuevos productos. Para ello, juntó en un castillo a las afueras de Bruselas a unos 100 científicos de 40 nacionalidades y pertenecientes a las más diversas disciplinas. Esta empresa creó una segunda sede en Barcelona poco antes de que la caída del NASDAQ hiciera retirarse a los inversores del proyecto. Giulo Ruffini, físico y actual CEO de Starlab y Manel Adell, licenciado en Gestión de Empresas, entonces responsables de la filial barcelonesa decidieron, acudiendo a la última baza de las tres Fs (fools, family, friends), comprarla a los liquidadores con el fin de hacerla rentable. Ana Maiques participa también desde entonces de este objetivo como Responsable de Desarrollo de Negocio en Starlab.
Infonomia: Nacer de la idea de juntar 100 científicos de 40 países en un castillo belga debe dejar huella?.
Ana Maiques: Mantuvimos las ideas básicas de que la investigación pueden ser negocio si existe interrelación entre los lenguajes de la ciencia y del mercado, y de que la multidisciplinaridad entre científicos fomenta una serendipia que potencia la creatividad. Pero nos reorientamos hacia proyectos más concretos y a más corto plazo y concentramos nuestros esfuerzos en dos áreas de investigación: la observación de la Tierra desde el espacio y el análisis de las señales emitidas por el cuerpo humano.
¿Cuál es vuestro producto más maduro en estos momentos?
Hemos creado ya un primer spin-off para comercializar Oceanpal, un producto diseñado a partir de investigación sobre tecnología GPS. Estudiando el retraso entre una señal normal y la que rebota en el mar podemos obtener información sobre la marea o la altura de las olas en un determinado punto del océano. Se trata de una alternativa a las tradicionales boyas, dispositivos que necesitan de baterías y mantenimiento y cuyo mecanismo puede no funcionar en caso de olas de cierta altura. Esta tecnología puede tener aplicaciones como la detección de tsunamis o la elaboración de mapas del tiempo para el mar. Mientras llegue el momento de que esta tecnología pueda instalarse en satélites, Oceanpal es un ejemplo de nuestra necesidad de encontrar aplicaciones rentables a más corto plazo ya que consiste en un dispositivo con dos antenas que ubicado en zonas costeras puede ofrecer a los puertos este tipo de información sobre puntos cercanos a la costa.
¿Por qué un spin-off?
Queremos que el objetivo de Starlab sea únicamente el desarrollar tecnología. Fabricar y comercializar requiere de otra estructura de empresa y de otra filosofía. Nuestra idea es encontrar en cada ocasión la mejor manera de monetizar una determinada aplicación. En un caso será un spin-off y en otro puede ser una asociación con otras organizaciones, tal como ocurre con Eolicat, una plataforma de software que integra datos para la ubicación óptima de parque eólicos marinos y que estamos desarrollando junto con la ingeniería de software GTD y el Instituto de Navegación de España.
¿Que va primero, la investigación o la detección de una necesidad?
El proceso puede ser muy variado. Cuando tenemos una tecnología que empieza a estar madura hacemos estudios de mercado para saber a quién le puede interesar y de qué manera. A veces, es el contacto con los potenciales clientes lo que nos puede dar la pista clave sobre el valor añadido adecuado. Por ejemplo, contactamos con Puertos del Estado para sondear la utilidad de un dispositivo que detectara la existencia de manchas de hidrocarburo en el mar. Nos dijeron que lo realmente útil sería saber no tanto dónde estaban las manchas sino quién había sido el causante de éstas. Para ello sólo tenemos que integrar los datos sobre las detecciones de manchas con la información sobre las rutas seguidas por los buques. Otras veces es el propio mercado el que se ha puesto en contacto con nosotros para sondear las tecnologías que le podríamos ofrecer.
¿Por ejemplo?
Estamos participando en el proyecto europeo Sensation junto con otros 55 socios. Se trata de investigar sobre 17 tipos de sensores no invasivos capaces de detectar el nivel de alerta en las personas. Nuestro proyecto, basado en nanotubos de carbono, se ocupa de detectar la actividad cerebral. Se trata de poder obtener un encefalograma a partir de sensores ubicados, por ejemplo, en un gorro o en la almohada de una cama. Algunas empresas del sector textil se han puesto en contacto con nosotros ya que están interesadas en añadir valor a sus tejidos incorporando estos tipos de sensores. Así por ejemplo sensores de presión muy sensibles podrían convertir una alfombra en un sistema de alarma o incorporados a una cama facilitarían en cuidado de cierto tipo enfermos en hospitales o geriátricos.
¿Contáis con muchos encargos de este tipo?
El 80% de nuestra actual facturación viene del extranjero, de organismos como la Agencia Espacial Europea o de grandes empresas como Alcatel, Telespazio o Indra. En España todavía existe muy poca cultura de I+D en comparación con otros países europeos. El empresariado tradicional tiene miedo al riesgo inherente a toda investigación. Creemos que existe un gran potencial en el tejido Pyme español que no se puede permitir tener un I+D propio pero que necesita de la innovación para sobrevivir. En Barcelona contamos además con un gran poder de atracción del talento necesario para ello.
¿Existe una fórmula mágica para hacer la investigación rentable desde una empresa privada?
Trabajamos como un laboratorio universitario pero con la presión de encontrar una utilidad a corto o medio plazo, de saber a quién le puede interesar lo que investigamos. La disciplina empresarial es la que nos obliga a los resultados. En Starlab existe una mezcla de cultura empresarial y científica. Cada investigador responsable de un proyecto, lo es de todos sus aspectos. El científico se hace más gestor y el empresario aprende que es necesario cierto margen de libertad para crear.
Ideas Fuerza
[1] Hoy, alrededor de la cúpula donde se ubica el viejo telescopio trabaja un equipo de matemáticos, ingenieros, físicos y economistas con el objetivo de adaptar el desarrollo de nuevas tecnologías a las necesidades del mercado.
[2] La Starlab original nació a finales de los años noventa de la iniciativa de un matemático que fue capaz de poner en marcha una idea ciertamente innovadora y atrevida: crear una empresa privada para llevar a cabo investigación básica aplicable a la creación de nuevos productos.
[3] "Concentramos nuestros esfuerzos en dos áreas de investigación: la observación de la Tierra desde el espacio y el análisis de las señales emitidas por el cuerpo humano".
[4] "El 80% de nuestra actual facturación viene del extranjero, de organismos como la Agencia Espacial Europea o de grandes empresas como Alcatel, Telespazio o Indra".
[5] "Trabajamos como un laboratorio universitario pero con la presión de encontrar una utilidad a corto o medio plazo, de saber a quién le puede interesar lo que investigamos".
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