Ke 765! Newton en un mundo pequeño: fibras que cambian los centros del globo

Ke 765! Newton en un mundo pequeño: fibras que cambian los centros del globo

El mundo ha cambiado de centro…

En el (triste y esperanzado, al mismo tiempo) contexto del fracaso de los referéndums en Francia y Holanda, en Europa, hoy toca hablar del libro que está generando más conversaciones sobre el futuro en los Estados Unidos: el texto “The World is Flat”, de Thomas L. Friedman (http://www.amazon.com/exec/obidos/tg/detail/-/0374292884/infonomia).

Para empezar, lo mejor es leerse el resumen que el propio autor realizó en forma de artículo para el New York Times (http://www.freerepublic.com/focus/f-news/1378440/posts).

La síntesis del libro: el mundo es pequeño. La tecnología desplegada durante los 90, y, en especial, el sobredimensionado despliegue de la fibra óptica intercontinental, que, por cierto, arruinó a más de una operadora de telecomunicaciones y a sus correspondientes accionistas, ha cambiado (definitivamente?) el mundo. Hoy la tecnología permite “desmontar” cadenas de valor complejas, de manera que sus diversas partes de realizan en partes distantes/distintas del mundo para ser integradas en otras partes por medio del cosido tecnológico.

Friedman destaca diez motores de cambio, de naturaleza tecnológica, aparecidos (emergidos, en clave de complejidad) durante los 90, que han cambiado los negocios para los próximos años. Diez motores que han hecho el mundo más pequeño / plano:

La caída del muro de Berlín (o sea, sólo hay un modelo económico, el capitalismo),

El surgimiento de Netscape y la consiguiente explosión del mundo punto.com de servicios a clientes mediante una interfaz simple y fácil de entender (y, como consecuencia, el desarrollo de inmensas redes de fibra para un demanda previsiblemente creciente en telecomunicaciones),

El efecto 2000 (y la contratación de miles de ingenieros de software en India, lo que marcó que la deslocalización era útil y posible),

El outsourcing tecnológico generalizado, de productos y más tarde de servicios

El offshoring industrial (la deslocalización en países con menores costos y legislaciones laborales de risa)

El opensourcing (el software libre, que China e India pueden usar como palanca para cambiar el mundo),

El insourcing (entro en tu empresa a llevar tus operaciones no-core, lo que lleva a un nuevo estadio en la especialización de las empresas),

El supply-chaining, la conexión de los sistemas de planificación de la producción entre empresas y sus proveedores

El informing, la generalización de las posibilidades de buscar todo tipo de información (Google=Internet),

El acceso inalámbrico (por ejemplo, este mensaje ha sido escrito y enviado desde una red wifi a la que me he “subido” sin permiso en un aeropuerto)

Que la extensión del ancho de banda a nivel global haya tenido como consecuencia el outsourcing de servicios de valor añadido era poco previsible con las dimensiones que hoy vemos. Pero hay más. Friedman acierta cuando dice que la verdadera revolución no es que en la India procesen pólizas de seguros de los Estados Unidos, sino que hoy se puede realizar trabajos intelectuales de calidad en muchos lugares del mundo.

Es cómo si Newton hoy podría trabajar en cualquier lugar (la inesperada fusión de Newton y el Martini pensar donde estés y a la hora que estés). Como si Leonardo hoy pudiera estar en cualquier sitio. Y esto es algo realmente nuevo en la historia.

Y más para el futuro, cuando aprendamos a sacar partido a las herramientas de colaboración. Cuando las apliquemos a nuevas formas de trabajo. O sea cuando pasemos de las meras herramientas de colaboración a nuevas formas de colaboración (“as all the complementarities among those collaboration tools start to converge”).

Friedman advierte que estamos es una tercera ola histórica de la globalización. De una primera protagonizada por países (1492-1800), a una segunda llevada a cabo por las empresas (1800-2000), básicamente las grandes, a la tercera y actual protagonizada por individuos y grupos (>2000).

Un cambio de escala doble, muy interesante: un mundo más global que nunca, pero donde los protagonistas del cambio son millones de “pequeñas células” (individuos y grupos) más que “grandes cuerpos” (las empresas y países).

Es absurdo ya hablar de innovación en clave “nacional”. La innovación es un hecho de escala global, llevada a cabo por empresas que piensan en el mundo como lo que las tecnologías han hecho de él: un “pañuelo” (pequeño). Porque, como dice Friedman, hoy ya no es necesario emigrar para innovar.

El mensaje importante es para Occidente, que erróneamente sigue mirando a Oriente por encima del hombro. Oriente ya es un agente vital de la economía del mundo, y más vale que espabilemos. El autor del libro hace algunas propuestas atrevidas, como, por ejemplo, que “todos” los norteamericanos vuelvan a las universidades, para reciclar la nación. Quizás es un poco drástico, pero coincido en que tenemos una oportunidad histórica para sacar partido de nuestras fantásticas infraestructuras universitarias.

Lo importante es la actitud norteamericana: no nos defendamos tras las murallas (algo históricamente muy habitual en Europa), sino que salgamos a luchar. Preparémonos.

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Europa no parece haber entendido el mundo al que vamos, donde habrá más que dos jugadores en el campo. El no a la constitución en Francia y Holanda me suenan a un intento por mantener un status quo que es insostenible. Somos (son) demasiado ricos: hay que ponerse a trabajar más y más inteligentemente.

Hay que decir a nuestros hijos que, como sugiere Friedman, dejen la GameBoy y la PlayStation, y se pongan a estudiar más matemáticas, ciencias e ingeniería.

Queremos esta Europa?

Pero, por otra parte, estoy de acuerdo con una parte del resultado de los referéndums: que no es viable un mundo dividido entre una parte que respeta los derechos laborales y otro que ni siquiera sabe qué son. O sea, que entendamos que si en su momento se combatió el comunismo radical (y Occidente se puso en ello), ahora es igualmente vital combatir el capitalismo radical (curiosamente, desarrollándose en la tierra del equilibro, de Buda).

Europeos: no será fácil salir de la riqueza para compartirla con el mundo. Pero no hay otro futuro posible. Ahora toca pensar en el largo plazo, no en perder el subsidio o subir de nuevo las fronteras.

El mundo es (demasiado) pequeño…

Y todo va muy deprisa.

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