Ke752! InnovateAmerica

Ke752! InnovateAmerica

© Ruca

El pasado diciembre, el Council of Competitiveness norteamericano (http://www.compete.org/) presentó un informe sobre qué le toca ahora hacer a los Estados Unidos para competir a nivel global. El informe, dentro del proyecto National Innovation Initiative, llevaba el sucinto y potente título InnovateAmerica. Está disponible en http://www.compete.org/pdf/NII_Final_Report.pdf.

El Council of Competitiveness es una organización fundada en 1986 en un momento de importante crisis económica (la competencia de Japón, crisis de la balanza comercial, etc) en los Estados Unidos. Forman parte de ella empresas, universidades y “líderes laborales”. Las mejores del país. En el momento de su fundación el objetivo era convertirse en un “forum for elevating national competitiveness to the forefront of national consciousness.” 

Así, y puesto que no se trata de una organización “normativa”, su objetivo es dar elementos de reflexión que ayuden a definir luego las políticas públicas y privadas que permitan al país ser más competitivo. A través de poner a la consideración de la opinión pública (national consciousness) los retos a los que enfrentarse así como las acciones más relevantes a tomar.

Y ahora lo que le toca a los Estados Unidos es, obviamente, innovar. Como a todos.

Pero lo interesante del informe, y de la orientación que le da el Council, es que no se trata de poner a las empresas a innovar, sino de convertir a toda la sociedad en un espacio social de innovación. Hay una frase que traduce esta voluntad perfectamente: “for the past 25 years, we have optimized our organizations for efficiency and quality. Over the next quarter century, we must optimize our entire society for innovation”.

Un mensaje que en Infonomia nos suena. No se trata de tener un sector productivo más eficiente, sino de tener una sociedad orientada a la innovación, que no es otra cosa que la habilidad de crear nuevo valor.

Las amenazas presentes que los norteamericanos reconocen son claras:

China pasó en 2003 a ser el primer receptor de inversión extranjera del mundo (sobrepasando a los Estados Unidos)

Casi la mitad de las patentes norteamericanas están en manos de empresas o personas extranjeras

Diversos países, como Suecia, Israel, etc, superan al país en su porcentaje del PIB dedicado a I+D

Por primera vez en su historia, existe la posibilidad real de que se produzca un “reverse brain drain”, o sea, que personas con talento dejen el país buscando mejores oportunidades (o sea, laboratorios…) en otros países.

Pero hacer frente a esta situación no va a ser fácil. Porque orientar toda la sociedad hacia la innovación no es algo trivial. Las energías que hay que mover son gigantescas. Porque la innovación es, en realidad, un ecosistema, una “interacción multifacetada y contínua entre aspectos muy diversos de la economía y la sociedad”.

Esta idea ecosistémica de la innovación es primordial. Porque señala que uno no puede centrar sus acciones (sus políticas) en una sola dirección, sino que debe tener en cuenta multitud de agentes (y sus agendas…) que tiran del problema con sus propios intereses.

El mapa del ecosistema de la innovación está sintetizado en la siguiente imagen:

Así, hay que actuar simultáneamente sobre elementos que definen el comportamiento de la oferta y de la demanda. Y hay que actuar sobre políticas del entorno (educación, propiedad intelectual, etc), así como sobre las infraestructuras (transporte, energía, redes de información, etc).

Para que el país se oriente a la innovación, se reconocen tres “requisitos” fundamentales: calidad del talento, orientación de la sociedad al riesgo, e infraestructuras para la innovación.

No voy aquí a comentar todas las reflexiones y recomendaciones que aporta el informe. Sólo las que me han parecido más atractivas:

El país debe encontrar de nuevo el gusto por la “investigación en las fronteras del conocimiento”. Hay que invertir en ciencia básica, de la que se deriven nuevas industrias y sectores. Para ello, además, hay que formar a los científicos en cómo funciona una empresa y los mercados. En los últimos años, la inversión en I+D ha ido más al desarrollo o mejora de productos.

Hay que re-conseguir captar a las mejores mentes del mundo, con una política de visados especialmente diseñada a esta captación.

Debe aparecer toda una generación de economistas de la innovación, que ayuden a entender (con nuevos indicadores y metodologías de análisis) cómo funciona la economía de la innovación.

Hay que fundar la “ciencia de los servicios” (service science), una disciplina en la que se trate de cómo la multiplicación de tecnología y procesos mejora la eficacia y calidad de la industria de los servicios, en múltiples direcciones.

Hay que mejorar la calidad del sistema de propiedad intelectual, reinventando si conviene en sistema de patentes (en el informe se da alguna idea muy concreta al respecto)

Hay líneas concretas de desarrollo tecnológico en los que hay oportunidades importantes: sistemas (métodos y software) para el “gobierno de las redes de agentes” (personas o máquinas), y, en la misma dirección, software y estándares para la interoperabilidad de sistemas (redes, redes, redes).

El Council reclama que, puesto que se trata de un ecosistema complejo de problemas y políticas, la orientación de la sociedad hacia la innovación debe ser liderada por el propio Presidente. Y deben crearse mecanismos (agencias) que coordinen las diferentes organizaciones que hoy actúan separadamente sobre las partes de ese ecosistema.

Hay, finalmente, dos conclusiones que a mi me han parecido muy destacables:

la primera es que se reconoce explícitamente que, dígase lo que se diga (economía de los intangibles?), los productos manufacturados (las “cosas”) siguen siendo la moneda primaria del comercio mundial. Y, en consecuencia, se niega la inevitable abdicación de los Estados Unidos en esta materia: “rather than accept the America’s inevitable loss of its manufacturing edge, (we must) begin to design and implement a new foundation for high performance production”. Por tanto, propone que, lejos de abandonar la manufactura, el país apalanque toda su capacidad tecnológica y talento humano para construir una industria altalmente performante (una sigla que quizás prosperará?: HPM, high performace manufacturing).

La segunda es que se reconoce en la mala calidad del sistema de salud del país una oportunidad económica y tecnológica: puesto que es el sector que afecta posiblemente a más personas, y puesto que las necesidades de salud no pararán de aumentar en todo el mundo en los próximos decenios, el reto está en aplicar toda la capacidad tecnológica del país para reinventar el sistema de salud, y crear con ello una potente industria, basada en investigación avanzada (ciencia básica y la ya comentada “ciencia de servicios”).

Un último apunte. En el Fast Company de marzo de 2005 (http://www.fastcompany.com/subscr/92/open_pr.html), un breve artículo comentaba la presentación del informe InnovateAmerica. Su principal crítica: tiene sentido hablar de políticas de innovación a nivel nacional, cuando la innovación relevante, la que realmente importa, se hace a nivel de empresas globales, en laboratorios distribuidos dónde haya el mejor talento para cada cuestión concreta?

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