Ke!717 Enseñar la empresa en la escuela

Ke!717 Enseñar la empresa en la escuela

¿Es la empresa sólo el beneficio?

Me resulta una paradoja que el instrumento al que históricamente hemos llegado para poder crear riqueza y poder sobrevivir en una sociedad libre y al mismo tiempo ordenada, la “empresa”, no sea conocida por nuestros hijos… 

(Tiempo estimado de lectura: 7 minutos)

Mis hijos me preguntan alguna vez a qué me dedico. Complicada pregunta, porque no lo sé ni yo mismo. Cuando les digo que “tengo una empresa”, en realidad les estoy creando un problema. Sería más fácil que les dijera que soy albañil, dentista, o empleado (“profesional”) de La Caixa.

Cuando les pregunto si me entienden cuando les digo que “tengo una empresa”, me dicen que no. Para indagar un poco más sobre dónde está el problema, les pregunto si saben qué es una empresa. Y aquí sí que tienen una respuesta, al menos a medias: no saben muy bien qué es, pero saben para qué sirve: “para ganar dinero…”

Me resulta una paradoja digna de reflexión que el instrumento al que históricamente hemos llegado para poder crear riqueza y poder sobrevivir en una sociedad libre y al mismo tiempo ordenada, la “empresa”, no sea conocida por nuestros hijos. Que piensen que una empresa es sólo para ganar dinero me parece triste. Que no sepan que una empresa sirve también para llevar adelante un proyecto y, en cierta manera, para cambiar el mundo, me parece una pobreza del sistema educativo.

Algunos al leer este último párrafo habrán fruncido el ceño (qué expresión más rara), porque, queramos o no, seguimos bebiendo de una tradición cultural en la que la empresa es sinónimo de explotación. De lucro. De beneficio personal. De ricos. Debo reconocer que yo mismo, que me sitúo mentalmente en la izquierda (si es que izquierda = progreso, que ya no lo sé), tuve en su momento mis problemas para comprender la función positiva de la empresa.

No es raro que sea así, porque los últimos años han traído un montón de “malos ejemplos” de empresa. Y de empresarios. Enron y Parmalat fueron sólo los ejemplos de feria. Ya se ha escrito mucho sobre ello.

Hoy conviene más que nunca ir a los orígenes de la empresa. La pregunta fundamental es, pues, de nuevo, ¿para qué sirve una empresa?

Hay un artículo esencial para poderse responder esta pregunta. Es el titulado ‘What’s a business for’que Charles Handy ( http://www.pfdf.org/leaderbooks/handy/index.html) publicó en la Harvard Business Review en diciembre de 2002 (p49).

Aparte de hacer allí una reflexión sobre la perversión del sistema, en cuanto a la mercenarización de los directivos (agravada por las stock options: acababan por hacer subir las acciones a cualquier precio, y en corto plazo, para ganar más, en clara explotación de la obsesión del momento por la avaricia colectiva), así como sobre la insostenibilidad de un sistema económico, el norteamericano, basado en querer más de lo que se tiene (la hipotequización de todo ciudadano), Handy nos ilumina con una importante idea: la (lamentable) sustitución de la propiedad por la inversión.

Más concretamente, critica certeramente el cambio que ha representando en la “moral” de las empresas el que los propietarios (en muchas ocasiones los fundadores, que buscaban la realización de un proyecto, y para los que, con frecuencia, no había separación entre su proyecto vital y su proyecto empresarial: la empresa era su vida) hayan sido sustituidos por los inversores (a los que importa muy poco, en la mayoría de ocasiones, el proyecto de la empresa).

Handy tiene una frase genial, pues, para resumir cual debería ser el propósito de una empresa: hacer beneficios, pero para poder hacer con ellos algo más o mejor. 

En otras palabras, una empresa sirve para poder hacer.

Me siento totalmente identificado con este objetivo. Yo monté Infonomia (en buena o mala hora: todavía no lo sé) para poder desarrollar un espacio de reflexión y acción sobre cómo la empresa estaba cambiando (el “where business is going” del legendario Business 2.0). Y lo monté por mi cuenta porque no encontré el espacio dónde hacerlo (o, quizás, más fácil: porque el lugar en el que trabajaba no lo entendía).

Los “propietarios” (los fundadores) de una empresa acostumbran a tener una misión en la vida. Fundan su empresa para cumplir un objetivo. El beneficio es un medio para conseguirlo. Pero conozco a más de un buen empresario que desprecia el dinero. De hecho, muchos de ellos eran, históricamente, como monjes: austeros, humildes, honestos. Simples. No todos se ahogan en gomina y en coches lujosos. 

 “es la ética, estúpido”, en cualquier continente…
“sin confianza no hay negocio”

Que una empresa debe tener un objetivo más allá de la mera persecución de beneficios es un hecho importante. Handy lo dice mejor: es un hecho moral. Más aún, nos dice que confundir los medios de una empresa (conseguir beneficios) con el fin (hacer algo que valga la pena, que, en definitiva, transforme el mundo a mejor), es, como dijo San Agustín, uno de los peores pecados.

Nuestro mundo neoliberal está, pues, plagado de pecadores.

Una empresa debe ser, en palabras de Handy, “una comunidad creadora de riqueza”. Y esto afecta también a los trabajadores de una empresa, a los que también les ha impregnado en muchas ocasiones el pecado de sus empresarios: su relación con la empresa es puramente económica (horas a cambio de unos euros). Los miembros de una empresa deben pactar un proyecto conjunto: conseguir entre todos algo que separadamente no podrían conseguir, hacer una contribución positiva a la mejora del mundo. Handy resume: “la empresa siempre ha sido el agente activo del progreso”. Pero para ello, añado, es importante que empresario y trabajadores tengan un proyecto común, y que todos, todos, se comprometan con él.

Es cierto que hay que crear un beneficio. Pero no como único fin. Lo importante es el proyecto (a la pregunta nos haremos ricos que algún posible socio me ha hecho alguna vez yo he respondido ingenuamente, pero convencido de ello: “ricos, ¿en qué?”).

Me diréis iluminado. Sí, lo soy.

Pero pienso que este tipo de “empresa”, esta concepción de la empresa como proyecto colectivo de creación y buena inversión de la riqueza, es compartido por muchos empresarios (muchos de ellos, con el corazón en la izquierda progresista). Y pienso que esto debería ser enseñado a los niños.

Porque hay una empresa fuertemente ética, como nos explica Josep Maria Lozano en su revista en Infonomia ( http://www.instituteofnext.com/tematiques/archivo.asp?idm=1&idrev=10&numMax=0).

A unos niños a los que hoy se les dice socialmente que la empresa es sólo para ganar dinero, hay que darles la opción de oir a los que ven la empresa como una forma de conseguir hacer cosas. Hay que decirles que la palabra “empresa” viene de proponerse hacer, de buscar cumplir un objetivo. De crear. De transformar.

Hay que recuperar el “honor” de la empresa ante unos niños y jóvenes que ven la empresa como un mal a asumir (“hay que ir al curro”).

Me atrevo, por tanto, a proponer la creación de una red de empresarios voluntarios que quieran explicar todo esto en las escuelas. Seguro que entre los lectores hay más de uno.

Y me atrevo a proponer a los responsables del sistema educativo que inviten a los empresarios a explicar por qué han arriesgado su dinero y, en muchas ocasiones, sus carreras profesionales, por una “causa noble” (en palabras de Handy).

Es curioso que al escribir este mensaje me he “tropezado” con una noticia en El País que veo ciertamente conectada con lo que he dicho: “un grupo de expertos reclama espacios informativos para niños” (el Observatorio Europeo de la TV infantil, http://www.obs.coe.int/). Los niños no son tontos. Están más despiertos que nosotros, y entienden todo lo que les queramos explicar. En Catalunya existe un programa informativo para niños desde 2001 (el info-K en el Canal 33, http://www.tvcatalunya.com/infok/home.htm), que he visto algunas veces y me parece excelente. Se les explica lo que hoy ha pasado. Claramente. Pero con sus palabras.

Pues ¿por qué no explicarles el valor del dinero? O ¿cómo funciona una empresa? O ¿por qué existen empresarios y trabajadores?, sin una visión puramente ideológica.

Un banco innovador norteamericano, el CommerceBank ( http://www.commerceonline.com) tiene un espacio atractivo (WOW, http://www.commercewowzone.com/wowzone.asp) para explicar a los niños el dinero y su valor (es lo más parecido a un “banco para niños” que he visto hasta ahora).

¿Por qué La Caixa, por ejemplo, no define un terminal sencillo, vía Internet, para que los niños puedan ver sus ahorros on-line? ¿No estimularía esto el ahorro, cómo a mí me estimulaba ver los apuntes a mano que hacían en mi cartilla de ahorro?

Me dicen que algo de esto (terminales de autoservicio para niños) se ha visto en el último Cebit… Prometo buscar más ejemplos sobre este tema. (el web de la industria de los “kioskos” de autoservicio es http://www.kioskcom.com/index.php).

Mientras tanto, un resumen: expliquemos a los niños la realidad del mundo de manera realista. Sin empresas no hay sociedad posible. Y una empresa no es una máquina de explotar a la gente.

No se trata sólo de explicar qué son los negocios a los niños (véanse recopilaciones como http://www.surfnetkids.com/businessgames.htm o como http://www.teachingkidsbusiness.com/resourcecenter.htm), sino de explicar la “moral” positiva de la empresa como comunidad creadora de riqueza.

Necesitamos que bastantes de nuestros niños y jóvenes se hagan (buenos) empresarios mañana. Si no, no hay futuro posible.

“Business in the school”, que no es lo mismo que “business school”.

Es más, puede que sean justamente conceptos opuestos…

Alfons Cornella
Infonomia.com

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