Ke!667¿Quién salvará a los norteamericanos?

Ke!667¿Quién salvará a los norteamericanos?

© Sergi Rucabado 

Philips es un muy respetado analista de la vida social y económica norteamericana. En su opinión, la política norteamericana ha caído en las garras de la cultura del dinero y del poder financiero. Más exactamente, «los ricos utilizan su dinero para comprar influencias, y después utilizan esas influencias para acumular más dinero». Y «los ricos y potencialmente poderosos han trabajado frecuentemente para perpetuar sus privilegios, a menudo a expensas del interés nacional y, normalmente, a expensas de las clases media y baja.

Cuando leo esto no puedo dejar de acordarme de mis amigos en los Estados Unidos. Muchos de ellos, creo que la mayoría, estarán en contra de esta barbaridad de guerra. Creo que, más aún, algunos se sentirán avergonzados. Y me pregunto, quien les va a defender de estos bárbaros…

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PARA PENSAR:

No era mi intención escribir sobre la Guerra de Iraq. Los periódicos y los medios diversos ya intentan informarmos, y, en algunos casos, manipularnos sabiamente. Pero es que creo que hay alguna lectura de todos estos hechos que conviene hacer en clave de innovación social y económica.

Cuando en 1990 estaba estudiando en los Estados Unidos, lo único que colgaba de las paredes de mi apartamento era una bandera europea. Si, así como suena. Bueno, miento un poco: también tenía colgado un poster de la mascota de los Juegos Olímpicos de Barcelona que se iban a celebrar en 1992. Mis amigos americanos se mostraban extrañados por la bandera: no tenían ni la menor idea de lo que representaba. De hecho, no sabían que Europa tenía una bandera. Debo empezar confesando que para mi Europa representa mucho: es nuestro futuro, el de mis hijos. Europa es una de mis ilusiones.

Se puede entender, por tanto, cuanto me ha entristecido el momento que vive hoy la Unión, y el papel (que no voy a calificar… cada uno que lo adjetive como quiera) de España en esta cuestión (y que ha «cambiado» la bandera de la forma en que arriba se ilustra). Soy de los que creen que este shock le conviene a Europa, para que deje de pensar menos en términos de «mercado» y más en términos de «proyecto social político». Quiero que mis hijos se sientan europeos cuando sean mayores.

Pero lo que si que me parece ridículo es que algunos pretendan «acercarse al poder», dar al estado una mayor relevancia internacional, apoyándose sólo en la fuerza militar. La relevancia de las naciones no se debe ya hoy al poderío económico, sino a la vanguardia científica y tecnológica. Que curioso, por tanto, que casi simultáneamente a ver al presidente del gobierno entre Bush y Blair, recibíamos estadísticas recientes sobre la inversión en investigación, y en tecnologías de la información, en España. Puede que alguien se haya creido que estamos «al frente del mundo», pero la realidad es que todo es un espejismo fantoche manipulado con alarde con, todavía no se qué, objetivos inconfesables.

En efecto, nuestra posición en el estudio sobre sociedad de la información del Foro Económico Mundial ( http://www.weforum.org/site/homepublic.nsf/Content/Global+Competitiveness+Programme%5CReports%5CGlobal+Information+Technology+Report+2002-2003+-+Readiness+for+the+Networked+World) muestra claramente que estamos en la cola de Occidente (por ejemplo, en la posición 61 de las 82 reflejadas en cuanto a inversión en tecnologías de la información). Más aún, se ha desvelado recientemente que España destina a Defensa el 30% de su inversión pública en investigación. Además, los datos de la Unión Europea sobre productividad son aún más radicales: la productividad industrial (output/input, en PIB por empleado por ejemplo) ha bajado en España un 5,4% en la década 1990-2000. Y en Europa, y también en España, sigue aumentando la fuga de cerebros a los Estados Unidos.

Alguien se puede creer que estamos en la vanguardia. Un error muy grave.

Pero lo bueno de la situación actual es, creo, que se evidencia el surgimiento de la opinión popular, que parecía «narcotizada por el consumismo». En algún artículo reciente, he leído que Internet está consiguiendo una velocidad en la acumulación de masa crítica para la protesta social en los Estados Unidos (por cierto, un movimiento «heterárquico», sin líder ni cabeza concreto) muy superior a la conseguida durante la Guerra de Vietnam (en seis meses se ha conseguido una respuesta popular que entonces requirió de cuatro años de mucho trabajo: Internet no existía). No es de extrañar que haya leído en el New York Times que «los militares teóricos creen que el futuro de la guerra girará alrededor de la redes sociales y de comunicación» (23/02/03).

En este contexto, creo que es muy interesante acudir a ver qué opina la gente que piensa. Y, curiosamente, lo que estamos leyendo en los periódicos, generado por las mejores firmas del planeta, ha subido el nivel de la reflexión a estadios que ya parecían olvidados.

 

Véase, por ejemplo, el fascinante libro Wealth and Democracy, de Kevin Philips (2002). Philips es un muy respetado analista de la vida social y económica norteamericana. Ha dedicado a ello los últimos treinta años. En este libro analiza lo que él cree que son las claves del momento actual de los Estados Unidos. En su opinión, la política norteamericana ha caído en las garras de la cultura del dinero y del poder financiero. Más exactamente, «los ricos utilizan su dinero para comprar influencias, y después utilizan esas influencias para acumular más dinero». Y «los ricos y potencialmente poderosos han trabajado frecuentemente para perpetuar sus privilegios, a menudo a expensas del interés nacional y, normalmente, a expensas de las clases media y baja». Lo dice Philips, no yo.

The «United Corporations of America», bandera mostrada por un espontáneo en una concentración en enero en Washington, y recogida por Pau Vidal en su artículo en Infonomia, «Crónica de la marcha contra la guerra de Irak» ( http://www.instituteofnext.com/tematiques/index.asp?idm=1&idrev=44&num=12)

Philips lleva más lejos su análisis, y compara la situación actual de los Estados Unidos con la que se vivía en el inicio del declive de «imperios» políticos o comerciales como los de Holanda (a principios del siglo XVIII) o Gran Bretaña (a principios del siglo XX). El ve muchos paralelismos: existencia de un entorno de finanzas especulativas, una deuda internacional galopante, una desigualdad de rentas flagrante, una política poco transparente. Que quien quiera tome nota de ello: la historia puede enseñarnos.

Cuando leo esto no puedo dejar de acordarme de mis amigos en los Estados Unidos. Muchos de ellos, creo que la mayoría, estarán en contra de esta barbaridad de guerra. Creo que, más aún, algunos se sentirán avergonzados. Y me pregunto, quien les va a defender de estos bárbaros. Es cierto que mucho deben estar esperando a que lleguen las elecciones para expulsar a «quien no debería haber llegado a gobernar», como acababa su artículo un importante columnista la semana pasada.

La verdad es que yo creo que el problema de muchos de nuestros males actuales viene de la excesiva intersección entre dinero y política. Es como si la influencia de unos pocos, que quieren mantener su privilegio, erosione los principios de la democracia. En su libro The future of freedom, Fareed Zakaria llega a advertir que la difusión de la democracia en el mundo está afectando al nivel de libertad. Esta curiosa afirmación la hace alguien que, aunque residente en los Estados Unidos, es de origen indio, y conoce las peculiares características de la democracia india. Más en concreto, señala que en muchos países sin una «tradición democrática», aunque los gobiernos son elegidos por la ciudadanía, en realidad se dedican a responder a los intereses de los grupos de poder. Es como si la «democracia» legitimara gobiernos que acaban corrompiéndose.

Puede que, en el fondo, se trata de que no existe un único sistema de democracia, sino que existen en el mundo distintos «dialectos» de la misma. Me lanzó esta idea el otro día, durante una comida, Kjell Nordstrom, el profesor sueco co-autor del best-seller Funky Business, que estuvo como ponente principal en el «Día del Emprendedor» de Barcelona (del que hablaremos en otro mensaje). La democracia sueca no es como la democracia rusa. Y la democracia que, tarde o temprano, se instalará en China, tendrá otro «sabor».

Es curioso que en otro punto de la conversación con Nordstrom, afirmó que las cosas requieren su tiempo. Y que, a pesar de que vivimos en un mundo acelerado, el cambio de las instituciones lleva su maduración. Así, según Zakaria, «si llevamos a China o a Oriente Próximo demasiado rápido hacia la democratización, quizás acabemos produciendo regimenes inestables». El propone que sólo es viable iniciar este proceso cuando la renta per capita de un país supera una cierta cifra umbral (que él pone en los 5000 dólares).

En una línea parecida, el profesor de la universidad de Yale A. Chua, en su libro World on Fire advierte que la desigualdad social existente en muchos países en desarrollo, combinada con la globalización y la democratización, puede tener consecuencias explosivas. Quizás la principal explicación es que en muchos de estos países, la introducción de un esquema de libre mercado tiene como consecuencia la aparición de una élite de los negocios que acumula riqueza.

Ya lo vimos en su momento ( http://www.instituteofnext.com/extranet/index.asp?idm=1&idrev=1&num=636) al hablar de teoría general de redes: póngase juntas a unas cuantas personas en un mecanismo de mercado y la riqueza se acabará distribuyendo à la Pareto (el 20% de la gente se quedará rápidamente con el 80% de la riqueza). Pues bien, acostumbra a pasar allí que esta élite de los negocios pertenece a un grupo étnico distinto al mayoritario al de país en cuestión (por ejemplo, los Chinos en Filipinas). La competencia por los votos que trae consigo la democracia, estimula el surgimiento de demagogos que convierten en chivos expiatorios a la minoría étnica rica. Y la población quiere oir este mensaje porque busca un final a su pobreza y a su humillación.

Quizás es exactamente esto lo que está ocurriendo tras el 11S: la manipulación del deseo de venganza de los débiles frente a un poder económico muy concrentado en el mundo. Lo dice Chua…

De nuevo, el consejo parece que es «hay que ir más lento». La introducción de instituciones democráticas puede ser algo fácil, pero otra cosa es que lleven consigo libertad y justicia. Así, entre otras cosas, creo que están muy equivocados quienes creen que con la guerra van a conseguir democratizar oriente medio en pocos años. Al fin y al cabo, Estados Unidos no se convirtió en una democracia de libre mercado de la noche a la mañana…

Kennedy dijo: «aquellos que hacen imposible la revolución a través de la paz, hacen inevitable la revolución a través de la guerra».

Yo prefiero la paz. El valor supremo.

Alfons Cornella
Infonomia.com

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