Ke!947 Futurizar el país en la escuela

Ke!947 Futurizar el país en la escuela

¿Por qué es tan difícil cambiar la educación? Todos parecemos estar de acuerdo en dos cosas: una, que la educación de los ciudadanos es vital para el futuro de un país, y dos, que la educación que tenemos ahora no responde ya a los retos que han ido emergiendo en las últimas décadas. Pero, aparte de este acuerdo tácito, parece que no podemos controlar el elevado número de variables que contiene este problema. Y, así, la educación se convierte en un problema crónico, que forma parte del paisaje, y al que nos acostumbramos.

Dándole vueltas a este tema, he llegado a una conclusión: que el problema de la educación es “triangulable” (¿). O sea, que se puede dibujar el problema como una relación de distancias entre tres elementos fundamentales: el mundo, los alumnos y la escuela.

El mundo ha cambiado aceleradamente durante las últimas décadas, y se ha hecho mucho más complejo. Para ponerlo fácil, hoy podríamos decir que está sumido en el reto de la tripleA: abundancia, Asia y automatización. Hay de todo (la oferta es superior a la demanda en casi todo), y eso obliga a ser muy imaginativo para conseguir captar la atención con nuevos productos y servicios en un mercado saturado. Asia implica hoy la aparición de un competidor colosal, pero pronto representará a entrada en la lógica de las economías de mercado de miles de millones de personas. Finalmente, la búsqueda en el mundo desarrollado de maneras de competir con esa ola de “nuevas” economías de mercado, impulsa la automatización de procesos (todo lo que pueda hacer una máquina, que lo haga). En fin, y para recordarlo una vez más, el mundo es complejo, pequeño, y acelerado.

Este nuevo mundo ya impone unas nuevas necesidades a la escuela. Imaginación frente a abundancia, voluntad y preparación internacional frente a Asia, y habilidades científicas y tecnológicas para aprovechar las posibilidades de la automatización.

Por otro lado, nuestros hijos(as) han cambiado. Gracias (aunque esta expresión pueda aquí sorprender a algunos) al tiempo que han dedicado a las “pantallas” (básicamente a los videojuegos), tienen un cerebro “cableado” de otra forma, como explicamos al en su día al resumir el texto “The kids are alright”, http://www.instituteofnext.com/blog/perm.php?id=4670). Tienen mayores habilidades visuales que las anteriores generaciones, mayor capacidad para pensar de forma paralela y para escoger entre opciones. Son básicamente competitivos, aunque a la vez colaborativos (son más sociables de lo que creemos). Entienden que el mundo en multidimensional (que hay que tener en cuenta muchos factores simultáneamente). Pero lo más importante, recordaba el estudio citado, es que han absorbido una forma totalmente diferente de aprendizaje, sin autoridad, vía prueba y error. Manos a la obra.

Por tanto, tenemos un mundo que no es el mismo, con una generación (la G-generation, de “gamer”, jugador) que “funciona” de manera diferente.

La pregunta fundamental a hacerse pues en las escuelas (o sea, en la sociedad), es si, con el objetivo de responder a los nuevos retos del mundo, estamos sacando provecho de que esta generación, hoy en las aulas, es diferente. ¿No será que esa generación ha evolucionado más deprisa que la escuela, hasta el punto de estar potencialmente más preparada para responder a los retos del mundo de lo que la escuela pueda intentar hacer?

No es una pregunta trivial. En absoluto. En el dibujo la cuestión se adivina tres relaciones a tener en cuenta. ¿Cómo adaptamos la escuela a este nuevo mundo (en el que “lo importante” ha cambiado); o sea, cómo reducimos la distancia mundo-escuela? ¿Cómo adaptamos la escuela a estos nuevos alumnos (que tienen nuevas habilidades y quizás otro sistema de valores)? Y, para mí la más importante, ¿cómo aprovechamos las capacidades de estos alumnos para responder a los nuevos retos del mundo (a través de la escuela o de lo que sea)?

Y en este punto es en el que las (nuevas) posibilidades de la tecnología entran con fuerza. Porque gracias a ella, podemos pensar en un cambio radical en la relación alumnos-mundo-escuela.

Podemos pensar en un mundo futuro que sea digitalmente ubicuo (acceso desde cualquier parte a la Red), rodeados de pantallas que nos dan la información que precisamos en cada momento, y con las que nos relacionamos directamente con las manos. Montones de posibilidades de formación informal, fuera del aula, que podrán incorporarse a la lógica de aprendizaje de millones de personas, de todas las edades. Sistemas de información, como Google Earth, que “ordenan” capas y capas de información en un sistema intuitivamente navegable (y que prometen mundos insólitos cuando se mezclen con sistemas virtuales como Second Life; véase el artículo sobre el resultado, Second Earth, en http://www.technologyreview.com/printer_friendly_article.aspx?id=18911). Softwares que permiten elaborar fácilmente imágenes, hasta el punto de que sean indistinguibles de la realidad, o incluso que se mezclen con ella (realidad aumentada). Los alumnos serán hábiles productores de contenidos, y dispondrán de un ancho de banda y memorias prácticamente “infinitas” para distribuirlas y almacenarlas, a través de múltiples canales.

Todas estas tecnologías les deberán permitir algo fundamental: que determinen cómo aprenden (cada persona tiene una forma preferente de aprendizaje), y cómo pueden mantenerse informados de aquello que es relevante para ellos. Es posible que esa relevancia permanente e instantánea que precisan (y que llevará necesariamente a superar el paradigma de Google) pase por formar parte de una red de ideas y personas (será más importante la calidad de las redes de talento para resolver los complejos problemas del mundo, que la cantidad de talento concretada en un simple individuo, como decíamos en http://www.instituteofnext.com/blog/perm.php?id=4821).

En fin, un país no puede hablar de innovación sin pensar en el largo plazo, o sea, sin pensar en la educación. Si el mundo ha cambiado, y los alumnos también, la escuela ha de gestionar simultáneamente las distancias entre ella y el mundo y entre ella y los alumnos con el fin de “preparar” a las personas que puedan hacer que el país “siga al mundo”. Y esta cuestión, de la educación como instrumento de “futurización” del país no es muy frecuente verla debatir.

O sea, la distancia fundamental en el gráfico mostrado, es la distancia mundo-alumnos. Tenemos que conseguir que las siguientes generaciones tengan los instrumentos para manejar, conducir, cabalgar, un mundo que no parece que parará de acelerarse. Y eso deberá hacerse en toda la sociedad, pero también en la escuela.

Dijo Alvin Toffler en su día: “los analfabetos del siglo XXI no serán los que no puedan leer y escribir, sino los que no puedan aprender, desaprender y reaprender”.

Mensaje 947. Serie iniciada en 1995.

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