27 Ene Ke!939 Calidad de talento (Q) o cantidad de talento (k)
He tenido ocasión de ver, durante un vuelo de no-se-dónde a no-se-dónde, en videopodcast, una conferencia de Malcolm Gladwell realizada durante las sesiones del New Yorker, este pasado mes de mayo, tituladas 2012 stories from the Near Future. (http://www.newyorker.com/online/2007/conference/conference2007). Lo consideraba casi una obligación, puesto que hace dos años escribí el (primer volumen del) libro Futuro Presente (que espero seguir en 2008 con un nuevo volumen). Puesto que “near future” me sonaba a “futuro presente”, que dispongo de un espléndido ipod video de 80 gigas, y en los vuelos hay que aprovechar el tiempo, me daba la impresión de que el mundo había conspirado para que yo viera ese video.
Y la conclusión es que creo que deberíais verlo todos, por vosotros mismos. Está aquí en su totalidad: http://www.newyorker.com/online/video/conference/2007/gladwell.
Pero por si no podéis/queréis invertir 30 minutos en disfrutarlo, os lo resumo…
Gladwell ilustra la importancia del “genio” para nuestro futuro económico. Concretamente, trata de cómo y cuánto vamos a necesitar de talento para resolver los problemas, progresivamente crecientes, al que nos vamos a tener que enfrentar.
La forma en que lo hace es muy original: a través de la comparación de un talento “individual”, Michael Ventris, descifrador de la lengua micénica LinearB (http://en.wikipedia.org/wiki/Linear_B), en los años 50, con el talento “colectivo” de Andrew Wiles, que a finales de los 90 demostró finalmente el último teorema de Fermat (http://en.wikipedia.org/wiki/Fermat%27s_Last_Theorem). Ambos problemas eran considerados retos intelectuales dignos de gigantes; decenas de personas habían intentado resolverlos, sin éxito.
En el caso de la lengua LinearB, parece ser que sus peculiaridades la hacían un puzzle inextricable. Ventris dedicó unos cuantos años de su vida a encerrarse por las noches y los fines de semana con el objetivo de deshacer el enorme nudo de su descifrado (Gladwell no da detalles de qué hizo su familia mientras él estaba absorto en el universo de los símbolos).
Lo interesante de que Gladwell escoja este personaje notable es que es un buen ejemplo, como él mismo recuerda, del tipo de talento típico del siglo XX: alguien especialmente dotado que se pone individual y aisladamente a luchar con sólo papel y lápiz, como quien dice. Un cerebro brillante que, sin contar con lo que hayan hecho los demás antes (además, al parecer, muy poco útil), persiste, resiste y triunfa.
En el caso del teorema de Fermat, uno de los escollos matemáticos en los que naufragaron grandes mitos de las matemáticas, Wiles siguió en cierta manera un procedimiento parecido: la obsesión convertida en reclusión. Durante unos cuantos años, dejó de acudir a congresos (Gladwell bromea diciendo que esto es un enorme sacrificio para un matemático…), y dejó de hacer nada más que concentrarse en la resolución del teorema.
Pero lo que le diferencia de Ventris, es que para hacerlo tuvo que basarse, que utilizar, una serie de trabajos realizados por otros matemáticos, que, previamente, habían demostrado que si se demostraba tal cosa, eso demostraba tal otra, que a su vez demostraba tal otra, y que eso implicaba que, finalmente, como consecuencia, se demostraba el teorema de Fermat. Un buen ejemplo, como el mismo Gladwell recuerda, del tipo de talento que será típico del siglo XXI: colaborativo.
Gladwell dice que el primero es un ejemplo de “genio de calidad” (un gigante que se enfrenta sólo a un reto intelectual enorme) y el segundo es un ejemplo de “genio de cantidad” (alguien que conecta trabajos de talentos distintos, que los hilvana, para llegar a la solución del problema). Y lo más interesante es que, dice, el tipo de problemas con el que ya nos enfrentamos, y con el más nos enfrentaremos en el futuro, es del segundo tipo. Tan complejos que ninguna mente sola puede abarcarlos, puesto que precisa de la colaboración de muchas personas, en distintos puntos del mundo.
Problemas tan complejos que requieren de muchos expertos, cada uno de los cuales haya dedicado unas 10000 horas a un problema concreto (a una parte específica del problema grande a resolver), para conseguir la “maestría” en el mismo (10000 horas son 5 años de 200 días a 10 horas diarias, o 10 años de 200 días a 5 horas diarias). Cuando “multiplicas” las 10000 horas de cada experto, en un proyecto conjunto, ya sea formal o informalmente organizado, el resultado es una abrumadora cantidad de tiempo de calidad.
Es una cifra curiosa, esta de las 10000 horas, que coincide en cierta manera con mi propia experiencia: al cabo de 7 años de dedicarme principalmente a una cuestión, creo ya saber controlarla lo suficiente como para buscar otro reto distinto (10000 horas son también 7 años de 200 días, a unas 7 horas diarias).
La tesis final de Gladwell es, pues, que va a importar más la cantidad de genio (talento) (k de kilo) que la calidad de genio (Q de qualitas).
Y, por tanto, añado yo, va a ser absolutamente fundamental CONECTAR al talento distribuido, a los radicales libres que trabajan aisladamente en distintos puntos del planeta.
La energía económica del futuro surge de resolver complejos problemas del presente, y si Gladwell está en lo cierto, esto nos obligará a apostar más por las redes de talento que por los unipolos de genios individuales.
El futuro es conexión de cerebros.
De todas maneras, lo mejor, de nuevo, es ver a Gladwell exponiendo apasionadamente su ponencia en el New Yorker…
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