11 Nov Ke!900 “Hay que planificar el relevo generacional en todos los niveles para garantizar el futuro de este país”
Cuando se habla con los jóvenes de hoy en día y se les pregunta por qué razón no tienen la misma motivación y capacidad de asumir riesgos que las generaciones anteriores, aparecen una serie de causas que explicarían las causas de este conformismo: esperanza, esfuerzo, responsabilidad y mundo.
Cuatro aspectos clave que pueden ayudarnos a comprender los obstáculos que están dificultando el lógico y necesario relevo generacional y que, al mismo tiempo, nos revelan por qué es fundamental que este se lleve a cabo cuanto más pronto mejor. Cuatro ejes estratégicos sobre los que hay que vertebrar nuestros planes de actuación para garantizar este relevo que es imprescindible para que Cataluña siga creciendo durante los próximos 25 años.
La Esperanza
Con relación a la primera, la Esperanza, los jóvenes la ven muy limitada por una palabra no menos trascendental, la palabra hipoteca. ¿Cómo podemos echarles en cara que no se arriesguen más y tengan iniciativas emprendedoras si gran parte de ellos tienen que trabajar en puestos que los atan en exceso solo para poder pagar cada mes un sitio donde vivir? Deberíamos preguntarnos si en nuestra historia reciente, alguien tenía que dejarse explotar, simplemente, para poder irse de casa de sus padres.
Soy de la opinión que el boom de la construcción no es un simple fenómeno económico más o menos positivo, sino un efecto social de gran calado y de efectos negativos de larga duración. Que los jóvenes no tengan la oportunidad de encontrar una vivienda accesible y digna, que les deje un margen de maniobra en tiempo y renta, que les permita pensar en otras cosas más allá de la mera subsistencia, es un trauma que afectará a toda una generación, de manera casi tan grave, como anteriormente nos marcó la represión política o la sexual.
El libro de Toni Brey, La generación fría, explica que aquellos que tuvimos unos días de fiesta escolar por la muerte de Franco (es decir, los que ahora están entre los 45 y 50), somos una generación que, en general, nos hemos caracterizado por un gran individualismo y un sensefotisme respecto a la política y al compromiso social.
No olvidemos que, muchos de ellos, desarrollaron sus carreras profesionales en la etapa de adhesión a la UE, en la que gran parte del tejido industrial del país, las tradicionales pimes catalanas de origen familiar, tuvieron que cerrar o fueron absorbidas por multinacionales. Grandes empresas en las que el discurso imperante era la única preocupación por la propia carrera personal.
El hecho de que esta generación fría sea ahora la que esta en el poder genera unas repercusiones sociales muy negativas en la siguiente generación, porque produce en ella una contradicción traumática. Hasta la adolescencia, nuestros jóvenes han tenido el mayor nivel de bienestar de nuestra historia. Han estado demasiado consentidos por los padres y por un sistema educativo poco eficiente, por lo que les falta una cultura de esfuerzo personal. Pero ya han llegado a la etapa adulta, se encuentran con que se les exige un elevado nivel de competitividad marcado por los profesionales de la generación anterior (que evidentemente ya no son sus comprensivos padres). Y ni están preparados ni se les dan los mecanismos para afrontar la nueva situación (el brusco despertar al mundo real) a la que se enfrentan.
Esta generación fría que los jóvenes han encontrado en el poder tiene un discurso absolutamente mercantilista. Un discurso en el que el dinero es el único motor de la vida. Es una cultura del éxito cueste lo que cueste: del pelotazo, de los yuppies de la casa en la Cerdaña. Y esta generación que ahora domina la situación, impone este mismo modelo. La consecuencia es que la nueva generación se ve incapaz de responder al reto por que no tiene los instrumentos por poder hacerlo. Es muy comprensible que, si la precariedad laboral y las hipotecas para toda la vida son la tónica dominante de la sociedad que te rodea no quieras arriesgarte con ninguna iniciativa emprendedora. Bastante hipotecado ves ya tu futuro.
El Esfuerzo
Esto nos conduce a la segunda palabra, que es Esfuerzo. Si esta generación en el poder exige mucho de si misma y espera lo mismo de la que viene, los jóvenes deberían responder al reto. Pero no es así por que se les ha dado todo demasiado masticado. Lo vemos en una universidad en la que los profesores cada vez más tienen que impartir las clases de una forma casi escolar. Se les tiene que explicar muy claramente los trabajos que deben realizar por que así se les ha acostumbrado desde la secundaria. Es toda una paradoja que se les exija tanto, que se espere tanto de ellos, pero que no se les haya preparado ni en el proceso escolar ni en el universitario para que piensen por su cuenta. Tampoco se les ha motivado lo suficiente para que reconozcan el valor del esfuerzo personal.
La Responsabilidad-Iniciativa
Hablaremos ahora del tercer término, el tándem Responsabilidad-Iniciativa. Cuando hablo con los jóvenes y les pregunto cuanta gente de su edad conocen que haya montado una empresa, prácticamente todos hablan de hacer oposiciones para ser funcionario o trabajar en la Caixa. Es una generación que no entiende que tiene una responsabilidad hacia la sociedad de crear riqueza. A pesar de que se les ha dado todo hecho, no sienten ninguna deuda de gratitud que deban devolver a la comunidad.
Recuerdo una sesión del Programa Vicens Vives, a ESADE, donde estuvo como invitado. En un determinado momento me encaré con los alumnos, jóvenes escogidos de las principales instituciones de Cataluña, y les dije: “tenéis una responsabilidad con las generaciones anteriores de catalanes; los que hicieron la Revolución Industrial, o sacaron adelante este país durante la posguerra. Si vosotros no lo hacéis, nadie lo hará”. Y recuerdo sus caras pensando: “De que peregrina filosofía filantrópica me está hablando este individuo. Yo sólo he de procurar por mi mismo”. Y uno, en voz baja, dijo: “es que yo no me siento líder de nada”.
Este sentimiento de falta de liderazgo en los jóvenes es, posiblemente también, consecuencia de que hay pocos referentes de liderazgo sociales y políticos como modelos a seguir. Es como si todo el mundo se encerrase en su casa y en su trabajo y pensase con un espíritu muy personalista – “yo y los míos”-, y el discurso social de que forman parte de una comunidad, a la que hay que devolver más de lo que te han dado, no es más que una entelequia que les suena a sermón dominical totalmente pasado de moda.
Y finalmente, pero no menos importante, es el Mundo.
El Mundo
Yo no sé si estos jóvenes han comprendido que el mundo, el mercado, al que vamos es un mundo totalmente, realmente, global. Un mundo multicultural en el que se tendrán que despabilar compitiendo con una serie de gente de otros países de los que sus predecesores ni tan siquiera sabían que existían. Pensemos que los que lideran este país, como mucho, han tenido que competir con empresas europeas, y desde una situación de ventaja por que los costes laborales eren más bajos. Pero ahora competiremos con todas “las Asias” emergentes: China, India y todo el sudeste asiático. Es uno de los mayores cambios de coyuntura no solamente socioeconómica, sin de la Historia de la Humanidad, i no sé si se dan cuenta.
Una cuestión fundamental es que los jóvenes hagan del inglés su lengua habitual de trabajo. La generación anterior, que tuvo que luchar terriblemente por las identidades nacionales, ha transmitido estas esencias a los más jóvenes. Pero, aunque suene paradójico, en el nuevo contexto global, la única forma de seguir contando entre los países de más futuro es trabajar básicamente en inglés. Inglés en el trabajo, y catalán y/o castellano en casa, según decida cada ciudadano. Yo lo veo así de claro.
No podemos tener futuro si no nos movemos por el mundo – y el mundo puede venir a nosotros – con total flexibilidad. Tenemos que aspirar al modelo escandinavo: unas naciones muy amantes de sus tradiciones y esencias, pero en todas las escalas sociales, desde el repartidor de pizzas de Oslo al que cría renos en Laponia, se da por hecho que dominas el inglés. No me interesa ningún tipo de connotación política en este punto. Es un razonamiento a partir de una motivación absolutamente económica. Es tan sencillo como que si queremos tener riqueza, tenemos que vender y, por eso, hemos de sentirnos tan cómodos en la lengua universal como en la nuestra propia.
En resumen:
– Hay una Esperanza traicionada porque la nueva generación se siente literalmente y metafóricamente hipotecada.
– No creen en el Esfuerzo, porque no lo ven como el único mecanismo de progreso y, por tanto caen, en la resignada comodidad del conformismo.
– No asumen Responsabilidad, porque no tienen margen de maniobra para tomar la iniciativa, ni ven clara la recompensa.
– Entienden el Mundo como algo aún muy local. No comprenden, que si no salimos a conquistar el mundo, el mundo vendrá a conquistarnos.
El diagnóstico.
A nivel político es inviable que, aun hoy, haya personas en el poder que llegaron durante la primera hornada democrática de los años 79-80. Algunos alcaldes llevan en su cargo 30 años consecutivos. Por tanto, es urgente que se produzca este cambio. Y uno se pregunta si no hay vocaciones o es que hay una generación que bloquea a las nuevas promesas. Creo que parte de la solución pasa por la una escuela nacional de futuros cargos políticos, como la Kennedy School en los Estados Unidos, que forme a los profesionales de la gestión política. Cuando aquí hablamos de “profesionales de la política” es un término que suena peyorativo, porque parece que hablemos de estandarizar los malos usos de la misma. Pero deberíamos hacerlo pensando en aquellas personas que tienen una vocación de servicio a la comunidad y que creen, honestamente, que pueden hacer una carrera responsable y útil a la sociedad desde el mundo de la política. Una práctica que en el fondo no ha de ser más que eso: servir a la comunidad.
A nivel económico también nos encontramos con una cierta gerontocracia. Aquí se tendrían que potenciar mecanismos, no solo la sustitución de los cuadros de mano de las empresas, sino también de creación de cuadros alternativos. Además del consejo de empresa oficial, por ejemplo, debería haber consejos de administración consultivos formados por los ejecutivos más jóvenes de la compañía (modelo que ya han puesto en práctica diversas empresas del mundo). Un espejo en el que mirarse ante determinados problemas y a los que preguntar: “vosotros, que sois los que dirigiréis la compañía dentro de unos años, ¿qué os gustaría encontrar?”.
Este tipo de innovaciones en la gestión de los equipos de las empresas ya se debería estar haciendo. I no como experimento o por capricho, sino porque el país realmente lo necesita. Podemos ser muy innovadores en nuevas formas de gestionar las empresas incorporando jóvenes valores; combinando el savoir faire de los más veteranos con las energías de la gente joven. No es sólo una cuestión de que se lo debemos, sino más pragmáticamente, resulta absurdo por nuestra parte desaprovechar las iniciativas, las ganas de hacer cosas, de la gente joven. Es un suicidio social no aprovechar las energías de las nuevas generaciones.
Otra línea de cambio en la que deberíamos actuar es a nivel social. Los jóvenes tienen muy poca presencia en los medios de comunicación como modelos sociales a seguir. La mayoría de los jóvenes que aparecen son deportistas o cantantes pero no emprendedores con capacidad de liderazgo. En este país tenemos muy pocos mecanismos para reconocer y estimular el principio de una carrera. Casi todos los premios que dan son al final de toda una vida de trabajo. Aquí predominan los awards, como reconocimiento a una vida, ante los prizes, que son un estímulo para que sigas en tu línea. Por tanto, necesitamos menos honoris causa y más futuris causa. Cuando, finalmente, te dan una portada (o una contra-portada) es porque casi estás al final del camino. Y, en realidad, cuando tendrías que salir en los diarios es cuando tienes nuevos proyectos e iniciativas totalmente innovadoras para proponer.
Y esto enlaza con las actuaciones que hemos de llevar a cabo urgentemente a nivel de ciencia y tecnología. Clama al cielo la situación de los doctorados y de los becarios, la mejor gente del país, que se está arriesgando a realizar una carrera científica a contracorriente y, muchas veces, contra sus propios intereses. Profesionales mal pagados y sin una red social que los pueda acoger ante una determinada problemática. Es absurdo que un país no mime sus mejores promesas. Es imprescindible invertir más y ahora en ciencia y tecnología. Es esperpéntico que sea más fácil ser futbolista o cantante en un programa televisivo que llegar a doctor en física o investigador en biología. Que no los motivemos, mimemos y les demos todos los medios para que desarrollen todo su potencial, es un error del pasado que pagamos actualmente. Ahora es el momento de arreglarlo cara al futuro, por ejemplo, extendiendo más puentes entre las universidades y las empresas.
No podemos permitirnos seguir destinando tanto dinero a discutibles actuaciones urbanísticas cuando nuestras mejores mentes se ven obligadas a irse a universidades del extranjero. Es el momento de decidir que papel tendremos en el mundo como a país el próximo cuarto de siglo. Y la respuesta es apostar por las personas. Por los jóvenes. Decididamente.
Mis conclusiones, por tanto, respecto a las principales medidas que se han de tomar para asegurar el mejor cambio generacional posible en este país se sintetizan así, según los ámbitos de actuación:
En el ámbito político, es urgente una renovación de los cargos a nivel local y la formación de profesionales competentes de la política, que dignifiquen esta profesión y que sirvan como referente para despertar la vocación de los más brillantes y con una mayor voluntad de servicio a la comunidad.
Igualmente, a nivel económico, es imprescindible una renovación en los cargos de las empresas y la constitución de consejos alternativos que recojan la opinión de los directivos más jóvenes.
En el ámbito social y educativo, es necesaria una mayor presencia de los jóvenes en los medios de comunicación como nuevos referentes sociales y motivarlos con el reconocimiento, tanto empresarial como académico, con respecto a actitudes emprendedoras y iniciativas innovadoras, especialmente en materia de ciencia, investigación y tecnología.
Renunciar a una planificación detallada de la renovación generacional en los principales ámbitos de nuestra sociedad, es un lujo que no nos podemos permitir. Si no actuamos pronto en este sentido, este cambio no se producirá tan espontáneamente como querríamos. Y, sin una mayor implicación de los más jóvenes a nivel político, socioeconómico y científico, ni se producirán iniciativas innovadoras ni se crearán nuevas empresas, motivos por los que tendremos que hacer frente a una reducción de la riqueza.
O creamos unos mecanismos de ayuda para que aprendan a valerse por ellos mismos, a través de un mejor sistema educativo; unas condiciones de confianza, como pueden ser una vivienda social digna; y más recursos y reconocimiento social a los jóvenes emprendedores y las vocaciones científicas, demostrándoles que pueden hacer lo que quieran si se esfuerzan y tienen iniciativa, o las próximas generaciones vivirán en una Cataluña más pobre y colonizada económica y culturalmente.
Estamos desperdiciando la energía potencial de nuestros jóvenes y esto acabará pasando factura si no actuamos ya. Debemos a los jóvenes más control de un país, que en el fondo es suyo, pero al mismo tiempo, por puro egoísmo y con total pragmatismo, nos tenemos que concienciar que es un auténtico suicidio para Cataluña si no les brindamos ya esta posibilidad. En definitiva, llevar a cabo el relevo va también a favor de nuestro beneficio egoísta.
Estoy seguro que, si se les da la oportunidad, ellos sabrán aprovecharla. Ahora, todo depende, aún, de nosotros.
Ideas Fuerza:
Que los jóvenes no tengan la oportunidad de encontrar una vivienda accesible y digna, que les deje un margen de maniobra en tiempo y renta, que les permita pensar en otras cosas más allá de la mera subsistencia, es un trauma que afectará a toda una generación, de manera casi tan grave, como anteriormente nos marcó la represión política o la sexual.
Han estado demasiado consentidos por los padres y por un sistema educativo poco eficiente, por lo que les falta una cultura de esfuerzo personal. Pero ya han llegado a la etapa adulta, se encuentran con que se les exige un elevado nivel de competitividad marcado por los profesionales de la generación anterior.
Es una generación que no entiende que tiene una responsabilidad hacia la sociedad de crear riqueza. A pesar de que se les ha dado todo hecho, no sienten ninguna deuda de gratitud que deban devolver a la comunidad.
Este sentimiento de falta de liderazgo en los jóvenes es, posiblemente también, consecuencia de que hay pocos referentes de liderazgo sociales y políticos como modelos a seguir.
Una cuestión fundamental es que los jóvenes hagan del inglés su lengua habitual de trabajo.
Se tendrían que potenciar mecanismos, no solo la sustitución de los cuadros de mano de las empresas, sino también de creación de cuadros alternativos. Además del consejo de empresa oficial, por ejemplo, debería haber consejos de administración consultivos formados por los ejecutivos más jóvenes de la compañía.
Los jóvenes tienen muy poca presencia en los medios de comunicación como modelos sociales a seguir.
Renunciar a una planificación detallada de la renovación generacional en los principales ámbitos de nuestra sociedad, es un lujo que no nos podemos permitir.
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