07 Abr Ke!899 Inquietos distribuidos, la revolución silenciosa
Una de las “recompensas” más generosas que hemos recibido durante estos años en Infonomia ha consistido en haber conocido a decenas de experiencias innovadoras en el país. Algunas las hemos conocido porque, de forma espontánea, se han unido a nuestra red (gracias!). Otras las hemos descubierto por su presencia (por lo general escasa) en medios de comunicación de todo tipo; de forma sistemática hemos ido conservando cada pequeña noticia que tenía de ver con algún/a inquieto/a. Y, finalmente, unas pocas, unas 300, las hemos documentado mediante lo que llamamos un “mini-caso”, una entrevista dirigida a entender qué hacen, cómo lo hacen y por qué lo hacen. De forma periódica, estas “radiografías” de iniciativas inquietas van apareciendo en nuestra revista de innovación, “if…”.
Desde hace dos años, además, hemos ido proponiendo a diversos “territorios” que sería interesante “fotografiar” unas veinte o treinta empresas residentes en los mismos, con el fin de demostrar el carácter innovador de la zona. La idea surgió, si vamos a los orígenes, de la visita a un ayuntamiento del que salí con un libro sobre la historia milenaria de la ciudad, o sea, sobre su pasado. Algo verdaderamente interesante, pensé, pero que podría serlo mucho más, incluso, si se acompañaba de un texto sobre el futuro de la misma. Un futuro que depende, básicamente, de la iniciativa emprendedora, innovadora, de sus ciudadanos. El futuro de un territorio, pues, “demostrado” desde la actividad innovadora de sus mejores gentes.
La primera ciudad que nos entendió, y perfectamente, fue Manresa, “capital” de la Catalunya Central. Después vino Mataró. Después Vic. Más tarde, Gerona, Sabadell. También Barcelona, en concreto, el distrito de la innovación, el 22@ (http://www.bcn.es/22@bcn). Más adelante tuvimos la suerte de colaborar con el Gabinete de Iniciativa Joven (http://www.iniciativajoven.org/), para llevar adelante este proyecto en Extremadura.
El resultado ha sido sensacional: uno puede estar orgulloso, y optimista al mismo tiempo, sobre las posibilidades del país, si multiplicamos las oportunidades que emergen en todo el mundo por la combinación de “nuestro” talento y capacidad de riesgo, la de nuestros emprendedores e innovadores. El país puede que esté sometido hoy al “opio” del ladrillo (la riqueza fácil que resulta de tener Sol en un continente de mercado único, más de la mitad del cual vive bajo un cielo gris la mayoría del año), y eso puede ser nuestra perdición (¿para qué producir si podemos comprarlo todo con las divisas del turismo y las plusvalías del territorio sobre-edificado?, se preguntan algunos). Pero frente a este dinero rápido y fácil, hay centenares de personas que combinan sus ganas de prosperar con sus ganas de llevar adelante un proyecto vital y profesional. Tenemos miles de inquietos; esa puede ser nuestra salvación a medio plazo.
Las empresas innovadoras que surgen lo hacen en todos los sectores: industria, turismo, servicios a las personas, alimentación, consultoría, deportes, metal, software, alta tecnología, etc. Algunas surgen de la “reinvención” de una empresa con larga trayectoria (una empresa tricentenaria de fabricación de papel que decide entrar en el campo del papel biométrico, homologándose frente a los exigentes estándares de la administración aduanera norteamericana?), y otras de la exploración de las orillas del negocio actual (una empresa textil que entra en el campo del textil técnico o del textil médico, aprovechando su know-how ya existente, que responde a nuevas oportunidades que generan mayor margen?). Son una especie de revolución silenciosa, de la que pocos hablan, pero que puede convertirse en nuestra única salvación en un futuro en el que no seremos competitivos con nuestra actual “riqueza” turístico-inmobiliaria actual.
Pero no nos hemos quedado sólo en las iniciativas del ámbito privado. También hemos documentado decenas de ejemplos de inquietos en las administraciones públicas. Por ejemplo, a través del proyecto de detección de ejemplos de innovación en las administraciones municipales de Catalunya, que hemos realizado durante los últimos tres años para el consorcio Localret. O el proyecto de localización y explicación de las iniciativas innovadoras en educación primaria y secundaria en Catalunya, para el departamento de educación de la misma comunidad.
Personalmente, estoy algo harto de “académicos” de la innovación que hablan sólo de lo que se publica sobre este tema en el mundo. Y, en particular, de los que utilizan para ilustrar sus presentaciones “casos de empresa” provenientes de otros puntos del mundo. Siempre he sido algo contrario al “método del caso” (no sé muy bien por qué, pero le tengo gran manía: creo que es un invento pensado por y para profesores que quieren hacer más fácil la preparación de su clase; pero es una mera obsesión mía, sin base sólida), pero, aún más, soy contrario a que se usen en esas clases casos de empresas que están en otros continentes. Porque, por ejemplo, ¿es de verdadera utilidad a una empresa de Aragón, por nombrar un territorio, que le expliquen las excelencias de Yahoo, eBay, General Electric, o Nokia? ¿No quedan estas empresas algo lejos, y no son algo grandes, como para que empresas de aquí puedan ver en ellas reflejadas de forma realista?
Nosotros hemos apostado por otro modelo: la innovación desde el ejemplo próximo. Empresas como la tuya que ya están en el camino de innovar. Que lo hacen cada día. La moraleja: “si ellos lo están haciendo, a qué esperas tú”.
Este es, pues, un mensaje de celebración: lanzamos nuestra colección de libros de minicasos de empresas innovadoras españolas (las primeras ciudades ya están publicadas).
Y me gustaría que fuera también una propuesta a las ciudades que aún no lo han hecho: en Infonomia nos gustaría llegar a documentar las empresas innovadoras de las 100 principales ciudades de países de lengua española del mundo.
¿Te interesa? Dínoslo, y hagámoslo. Ya!
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