17 Ene Cambio en la carga de la comprensión
La paradoja de la sociedad de la información nos advierte del gran reto informacional de los próximos años: dispondremos de tecnología cada vez más capaz de enviarnos más información por unidad de tiempo (i/t), pero nuestro cerebro no será capaz de asimilarla, porque podrá dedicar progresivamente menos tiempo a cada estímulo de información (t/i). En el límite, el ancho de banda tiende a infinito, mientras que la atención humana tiende a cero. Un grave compromiso que habrá que resolver con soluciones ideadas en ambos extremos de la misma, la tecnología (ancho de banda) y la psicología (atención humana).
Una de las posibles respuestas a este reto consiste en modificar el punto del proceso de comunicación en que se produce la carga de la comprensión.
Todo proceso de comunicación consiste, a grandes rasgos, en el establecimiento de un canal de información entre un emisor y un receptor. Tradicionalmente, la carga de la comprensión, o sea, quién debía hacer el esfuerzo por comprender el mensaje estaba en el lado del receptor. Era el receptor el que debía concentrarse en la comprensión del mensaje. Esta responsabilidad de comprender por parte del receptor puede parecer obvia e ineludible, pero quizás no lo es.
Así, por ejemplo, podemos pensar que debe ser el emisor quien haga un esfuerzo por hacer más fácil de entender su mensaje, a través de la utilización de instrumentos que lo estructuren en componentes más comprensibles (en la línea de lo que los periódicos inventaron hace décadas, organizando los textos en titulares, subtitulares, boxes, etc.). O que el receptor sea entrenado para interpretar más ágilmente el mensaje, de acuerdo con los diferentes formatos en que se presenta (o sea, que disponga de mayor cultura de los medios, como, por ejemplo, una mayor cultura visual que le permita leer un gráfico de forma más completa).
En definitiva, un entorno de exceso de información como el actual (lo que en su día llamé infoxicación) exige un entrenamiento por parte del receptor, y un esfuerzo por parte del emisor. Este último tiene que hacer su mensaje más fácil de comprender, y aquél debe estar más entrenado en cómo comprender en menos tiempo.
Desde el lado del receptor, el reto consiste en sintetizar el núcleo del mensaje. Por ejemplo, a través de una estrategia 1/2/3, que persigue explicar algo en tres simples pasos. La utilización de imágenes, de gráficos-síntesis, de infografías, puede claramente ayudar en este camino. Pero servirá de poco si no se avanza en la construcción de un lenguaje visual universal, una forma global de comunicar a través de imágenes, que supere las diferencias lingüísticas de la humanidad y simplifique la comunicación entre emisores y receptores a escala mundial. Algo que hasta ahora no se ha conseguido más que en algunos casos notables, como en el lenguaje del cómic y en las señales de tráfico, y aún así, de manera limitada. Es por ello que aventuramos un espléndido futuro a la visualización de información.
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