Ke!773 Clásicos instantáneos

Ke!773 Clásicos instantáneos

A pesar de que casi nos han convencido de que vivimos en la sociedad de lo intangible, la verdad es que, como alguien dijo, “las cosas son la moneda del mundo”. Funcionamos, cada vez más, con objetos. Somos una especie que hace y usa utensilios (justamente, para sacar “utilidad” al mundo). Y esas cosas deben estar pensadas desde la dualidad función-forma: deben servir para algo, ser realmente útiles pero, al mismo tiempo, deben tener una forma agradable que, a ser posible, nos enganchen en una emoción que enamore.

Más aún, nos encontramos ya en una escena en la que tenemos de todo en exceso y, en consecuencia, el discurso de funcionalidad no es suficiente: no basta con funcionar bien para lo que se pensó, porque es parte de las reglas del juego. Si no funcionas, no existes. Pero para tener éxito hay que ser diferente. Y en el mundo de las cosas eso se llama diseño.

Es por ello que sorprende positivamente que, de tanto en tanto, alguien conciba una ruptura en la forma de pensar un producto, una innovación radical. Y más destacable es que, además, la nueva propuesta sea buena simultáneamente en el binomio función-forma. Pero lo que ya es absolutamente genial es que se convierta, desde el mismo momento en que se lanza al mercado, en un clásico, o sea, en una referencia para los competidores, y para los consumidores. En este caso, la nueva propuesta pasa a ser un “clásico instantáneo”, un producto que merece estar tanto en la tienda como en el museo. Lo nuevo conectado con lo antiguo (when the new meets the old).

Algunos ejemplos. Los teléfonos con teclado, que cuando aparecieron convirtieron de inmediato a los de dial rotativo en una antigualla. Las deportivas Converse. Las gafas sin montura, en las que el cristal soporta directamente las patillas. El iMac de Apple, que fue claramente un antes y un después en la industria de los ordenadores personales. La silla TrippTrapp de Stokke,i una propuesta que evoluciona con el niño y, más recientemente, el carrito para niños Xplory, que supera la anclada idea de que el niño debe ir cerca del suelo en lugar de a la altura de los padres. O, en servicios, los billetes de bajo coste de compañías como RyanAir. Y la mascota robot Aibo,ii de Sony, un capricho para estar en el futuro antes que nadie.

Uno sabe normalmente que está ante un “clásico instantáneo” cuando se pregunta cómo es posible que a nadie se le hubiera ocurrido antes. Es justamente por eso que estas propuestas nos sorprenden: son intuitivas pero siempre a posteriori, una vez las ves. Crearlas no es nada trivial.iii

i Ver www.stokke.com

ii Ver www.aibo.com

iii Véase la conversación con Jonathan Ive, diseñador de Apple, en el Digital Museum, del Design Museum de Londres (www.designmuseum.org/httpd/digital/digitalphp?id =1&pt=1).

Fabricación personal

Neil Gershenfeld, profesor del MIT, y fundador del Center for Bits & Atoms, propone que en el siglo XXI hagamos con los átomos lo que hemos hecho con los bits durante el siglo XX: manipular, combinar, crear, y no en grandes instalaciones, sino sobre nuestra propia mesa4. Lo que hemos aprendido del ordenador de sobremesa (desktop computer) quizás podría aplicarse a las “máquinas de sobremesa” (desktop machines) o “fabricadores personales”.

La idea sería combinar ordenadores, herramientas de software y otros instrumentos como las impresoras 3D (estereolitografía), para concebir y fabricar objetos por uno mismo, volviendo así, a una nueva versión del taller mecánico doméstico de nuestros padres o abuelos, en el que remendaban todo lo que se estropeaba en la casa (recordemos que las cosas se arreglaban antes de tirarlas).

Se trata de hacer realidad lo que nuestra inventiva genera. En lugar de quedarnos en el esbozo de algo, construirlo. Y, por primera vez en la historia, no tiene que hacerse en grandes fábricas con instrumentos poderosos, sino en tu propia casa. Y, ¿qué no podremos hacer pronto con los superordenadores de sobremesa?

Uno de los precursores de este concepto es la propuesta MindStorms5 de Lego. Con este juego del fabricante danés, se puede combinar hardware (sus piezas, más motores, mecanismos diversos, etc.) con software muy fácil de “ensamblar” (se hace a través de una interfaz gráfica tan intuitiva como conectar sus bloques de plástico), para fabricar “máquinas” programadas por ti mismo. Hay diversas derivadas de esta idea. Primera, este sistema podría acelerar la innovación, vía prototipos, en las empresas: “de la idea a la cosa” en pocas horas, o, por qué no, de forma instantánea. Segunda, se pueden intuir grandes posibilidades en la educación, en especial si se tiene en cuenta el mundo de rapidez y competencia al que van nuestros hijos; como consecuencia, estas máquinas deberán pensarse como meras herramientas para cultivar y extraer la creatividad de los niños, y habrá que desarrollar los adecuados métodos pedagógicos. Tercera, el hoy denominado “tercer mundo” podría competir en la economía mundial con una estrategia distinta a la de las grandes corporaciones, puesto que la fabricación personal no requiere de grandes inversiones o instalaciones. Y cuarta, podemos imaginarnos una explosión de creatividad parecida a la desarrollada con el software, en especial, podemos intuir una especie de fabricación “open source”, en la línea de lo ocurrido hasta ahora con el software mal denominado “libre” (más adecuadamente designado por “abierto”).

4 Véase el curso How to make (almost) anything de Neil Gershenfeld, en www.media.mit.edu/ physics/pedagogy/fab, así como una entrevista sobre este tema en el think-tank Edge (www.edge.org/ 3rd_culture/gershenfeld03/gershenfeld_index.html)

5 Ver http://mindstorms.lego.com

Knowledge Coaching

En la era de la información (o la “era de Google”, quizás) decimos que “el conocimiento tiene valor”, aunque no tengamos mucha idea de lo que queremos decir. Las empresas han entendido que el conocimiento va a ser importante en una economía digital pero, en mi opinión, han visto el potencial económico del conocimiento en términos muy egoístas: se preguntan qué hacer para que el conocimiento no se les escape, qué hacer para conservar lo que saben sus expertos, y cómo capturar lo qué sabe la organización. Palabras todas ellas (escapar, conservar, capturar, etc.) que evidencian una especie de miedo o inseguridad de la organización a controlar este activo económico.

En otras palabras, el paradigma actual en la gestión del conocimiento parece basarse en que éste es una cosa, un stock que hay que gestionar y, peor aún, que el propietario es la organización, que por ello paga a sus empleados. La perspectiva dominante es que el gran beneficiario de una estrategia de gestión de conocimiento debe ser la organización («sacar provecho, rendimiento, del tesoro de conocimiento de sus empleados»). Pero los empleados no son cosas, y mucho menos sus conocimientos. Más aún, son propietarios de sus cerebros, y de lo que contienen.6 Y ante una estrategia de gestión de conocimiento definida «desde la organización», su respuesta más lógica, y frecuente, es «¿y a mí qué?» (what’s in it for me?). Las empresas deben entender que una persona no puede ser obligada a dar sus conocimientos: estos se aportan si su portador quiere. En otras palabras, dado que no hay conocimientos (“cosa” almacenable) sino conocedores (“personas que saben cosas”), la gestión del conocimiento debería en realidad ser gestión de los conocedores.

Por todo ello, quizás es más lógico definir estrategias que ayuden al empleado a mejorar, personal y profesionalmente, en el uso del conocimiento que tiene, del que está a su alrededor en la organización, y del que puede absorber (aprender) para una mejora mutua de la empresa y de si mismo. Una gestión del tándem persona-empresa, de manera que uno pueda desarrollarse personalmente, proyectándose al futuro, mientras que la empresa se beneficia porque tiene mayor potencial de conocimiento. No se debería hablar, pues, de “cosecha de conocimiento” (ir a recoger lo que hay en las mentes) sino de “cultivo de conocimiento” (alimentar, cuidar a los conocedores). En el fondo, de lo que se trata es de dejar de pensar en términos de economía industrial (las personas como parte del engranaje empresa que genera productos como resultado) para pensar en términos de economía de la innovación (las personas como atletas que hay que entrenar para conseguir resultados únicos en una carrera muy competitiva). El knowledge coaching persigue «facilitar a un empleado la creación y compartición de su conocimiento», no sólo a extraerle el conocimiento que hay en su cabeza. Es entrenarle a sacar mejor provecho, personal y profesional, de su herramienta de producción: su formación, talento y actitud.7

6 Ahora son, à la Marx, los propietarios de su principal medio de producción.

7 Mensaje inspirado en un post leído en el muy interesante blog de James McGee, en www.mcgeesmusings.net/2003/08/19.html.

Multitudes ordenadas espontáneamente

Hay mucho campo por recorrer en la innovación social y en la política. La principal razón es que disponemos de tecnologías que transforman los paradigmas de comunicación. Hoy es posible que unas elecciones den un vuelco a causa de una organización social espontánea vía SMS.8 Y hoy los medios de comunicación tradicionales tienen como competidores a miles de blogs, de “periodistas espontáneos” con el picante añadido de que lo que estos redactores libres consideran que es noticia no tiene por qué coincidir con los medios.9

La Red acelera la colaboración social. Lo decía Howard Rheingold: “cuando una nueva tecnología de comunicación baja el umbral para que grupos de gente puedan actuar colectivamente, emergen nuevos tipos de instituciones”.10 La idea es que el bajo coste de las telecomunicaciones en red permite que las multitudes (fenómeno negativo que se entendía como desorden) se organicen espontáneamente (con un orden) y actúen con cierta inteligencia colectiva (o “coordinación social”). Rheingold describió los smart mobs como grupos que se forman instantáneamente gracias a las tecnologías para pasarlo bien o convocar un acto, normalmente público.11 12Lo más notable es la rapidez con la que se difunde y la no necesidad de una organización logística compleja. La multitud se genera de forma cuasi-espontánea, siendo las tecnologías digitales el medio de organización. No hay control. Hay una especie de orden generado en tiempo real alrededor de una propuesta lanzada por cualquiera, no un miembro del establishment social.

Un ejemplo lo encontramos en los flash mobs, reuniones que convocan a través de Internet una acción muy concreta por lo general divertida o algo “gamberra”. Parece que el origen es de junio de 2003, cuando alguien citó a la gente en cuatro bares de Manhattan para acudir a la planta 9ª de los almacenes Macy’s y reunirse alrededor de una determinada alfombra para adorarla. Centenares de personas acudieron. Otro ejemplo: a través de un cómic en un periódico, el artista Gary Trudeau organizó un flash mob en Seattle, en apoyo del pre-candidato demócrata a la presidencia en las elecciones del 2004, Howard Dean.

Pero los flash mobs pueden ser tanto positivos (unirse rápidamente para mostrar la opinión del público ante un acto), como negativos (uso de las tecnologías para coordinar actos terroristas).

8 Este es, obviamente, un tema polémico. Quizás nunca sabremos lo realmente ocurrido el 14M de 2004. Sólo las operadoras tienen los datos.

9 Uno de los casos más notables de medios creados por los lectores sea el OhMyNews coreano (www.ohmynews.com). Un interesante ejemplo de co-creación (ver IdeaFuerza Co-creación).

10 Ver New York Times 23/02/03.

11 Ver el libro Smart Mobs, the Next Social Revolution, de Rheingold (traducido al castellano por Multitudes Inteligentes).

12 Ver Rheingold en www.smartmobs.com

13 En Barcelona, el primer flash-mob se convocó el 4 de octubre de 2003 a las 18h. cerca del monumento a Colón, en la Rambla. El éxito fue algo escaso. La acción: hacer un círculo como a lo indio alrededor del monumento y señalar el mar como el navegante.

Holonomía

En un mundo en el que proliferan las redes, el futuro pasa por conectarlas entre sí. ¿Acaso no es Internet, históricamente, la primera gran red de redes (inter-net), y en esa transversalidad es donde reside su grandeza? La ciencia de las redes muestra un futuro combinatorio, caleidoscópico: diferentes ideas se combinan para dar una idea totalmente nueva. Más aún, podemos aventurar que lo importante no son las redes en sí, fenómenos aislados y especializados, sino la nueva riqueza que se genera de la conexión entre áreas aparentemente diferentes. Y saber combinar las redes es una nueva virtud muy buscada. Una holonomía es precisamente eso, una red de redes.

Así proclama Edward Wilson en su libro Consilience: the Unity of Knowledge, un prodigio de sabiduría transmitida por este sabio verdadero, profesor de biología en Harvard, y con dos premios Pulitzer. A sus 70 años, Wilson hace una profunda reflexión sobre lo que sabemos y llega a la conclusión de que el futuro del conocimiento pasa por la convergencia de las disciplinas, lo que él llama consilience, la unión del conocimiento.

Son otros muchos, desde el campo de la ciencia y del humanismo, que proponen una superación del reduccionismo científico, al que debemos tanto (reducir la realidad para que podamos analizar con tremendo detalle), para seguir avanzando en la comprensión del mundo: hoy se precisa una visión conectada de las cosas, una vista de helicóptero además de un mapa detallado del terreno. Pero el verdadero reto es la interpretación de las conexiones, de las relaciones entre las ideas generadas en campos aparentemente distantes. ¿Será pronto la interpretación de holonomías una nueva disciplina científica?

El término holonomía procede de las matemáticas (del fascinante campo de la teoría de categorías donde se encuentran vínculos entre estructuras matemáticas muy diferentes, construidos en “campos” distintos, a menudo distantes, de la ciencia matemática: es el dominio de los conceptos de las categorías y los funtores). Fue «rescatado» para las ciencias sociales por Arthur Koestler y dado a conocer a los interesados en la emergente ciencia de redes por Lipnack y Stamps en su libro The Age of the Network: Organizing Principles for the 21st Century.

Nos interesan las redes de personas o, mejor, las redes de redes de personas, o sea, la conexión entre las redes, espontáneas, que cada persona construye a lo largo de su vida personal y profesional. Son las redes sociales.14

14 Una interesante aplicación de la holonomía de personas es el trabajo del norteamericano Mark Lombardi (www.pierogi2000.com/flatfile/lombardi.html), cuyas obras son diagramas políticos en los que dibujaba oscuras (que él aclaraba) tramas de personas ligadas a escándalos financieros y políticos (muy reveladora su obra sobre las conexiones de los Bush con la familia saudita Laden).

Economía de Ayuda

En su libro The Support Economy, Shoshana Zuboff constata que las empresas actuales no tratan suficientemente bien a sus clientes.15 Un ejemplo: mi operador telefónico me ha instalado “amablemente” un contestador que no sé cómo desconectar. Y cuando accedo a un número de teléfono de ayuda, hay una serie de instrucciones en árbol en las que no está la opción de desconectarlo, que es lo que me interesa. Es como si las empresas estuvieran sólo interesadas en vendernos cosas (productos y servicios), sin que les interese realmente ayudarnos a usarlas. La gente, dice Zuboff, no quiere que le vendan, sino que le den «soluciones» para las complejidades crecientes de la vida. Y quiere respuestas instantáneas, sin colas.16

Así, el próximo «episodio» del capitalismo debería ser una economía de ayuda (support economy). ¿Cómo?: facilitando herramientas de productividad (procesos y tecnologías) y “dando poder» a los empleados para que puedan «servir» (ayudar) mejor a los clientes (o sea, ir hacia un capitalismo distribuido). Así una farmacia debería estar totalmente automatizada a la hora de buscar las especialidades para que la farmacéutica pueda dedicar su tiempo a asesorar (ayudar). Que se pueda dedicar al valor añadido dejando las rutinas mecánicas a una máquina.17

Otro ejemplo son los servicios a domicilio: el apoyo para la instalación de ordenadores domésticos18, las clases particulares para los niños, o los servicios a personas dependientes, crecerán como consecuencia de los compromisos horarios de los padres. Así padres excelentemente formados y profesionales bien pagados tienen que acudir a una estructura de personas “de servicio” (volviendo a una terminología ya olvidada). Un profesional creativo crea varios puestos de trabajo “de servicio”. Esta economía de servicios será sin fronteras: un médico alemán saldrá de su casa, tomará un vuelo de bajo coste, y pasará el resto del día atendiendo a sus pacientes en alguna zona de Gales donde no hay médicos locales, o en la que los precios no son atractivos para los de allí.19

Otra línea que merecerá especial atención es la de las ayudas online. Pronto podremos conectarnos mediante vídeo con un “asistente virtual”, para ayudarnos en ese mismo instante. Algo así ya se ve hoy en espacios digitales de gran consumo, como en el LiveHelp de eBay.

15 Antes de Zuboff, algo parecido fue anunciado por Gerry McGovern, fundador de NUA (/www.nua.ie, ahora CyberAtlas), en su libro The Caring Economy.

16 Interesante concepto de servicio médico pensado por la cadena MinuteClinic (www.minuteclinic.com) para tratar sin cita previa ni colas las pequeñas afecciones familiares. Centros de MinuteClinic gestionados y “servidos” por enfermeras con experiencia, no por médicos (lo que se justifica por el tipo de afecciones que tratan: sólo las que están en un “menú” aceptado).

17 Algo que ya llevan a la práctica las farmacias de la cadena PrairieStone (www.prairiestonerx.com/)

18 Ver GeeksonCall (www.geeksoncall.com) o GeeksSquad (www.geekssquad.com). Es nuestro país, instituciones como el RACC (www.racc.es) han ampliado la gama de sus servicios tradicionales con servicios a domicilio.

19 El caso citado es real. Fue comentado en un artículo en Business Week (18/07/05, p18)

BIP: Broad Internet in your Pocket

Pronto, disponer de ancho de banda suficiente para recibir y emitir imágenes, foto y vídeo, desde un terminal móvil, será algo rutinario y aburrido. Los PDA con teléfono móvil incorporado (o como se empiezan a llamar, los PCA, Personal Communication Assistant), o al revés, los teléfonos con funcionalidades de PDA, están ya en el mercado. Y a sus capacidades actuales se añadirán otras como el posicionamiento fino (vía GPS), la televisión en itinerancia, el pago móvil, o el teléfono (o cómo se le llame entonces) concebido como “mando a distancia universal” (para abrir puertas, enviar señales, abrir el automóvil, etc.).

Como siempre en la tecnología, sin embargo, lo interesante no está en la propia herramienta sino en los usos que hagamos de ella. Uno puede intuir un extraordinario campo de posibilidades que se abren cuando pones en tu bolsillo un montón de “comunicabilidad”. Con ella, cualquiera se convierte en nodo de una red universal y puede actuar de forma instantánea esté donde esté, cumpliendo con ello la visión del filósofo Paul Virilio que ya nos avisó de que ya “no hay aquí, sino ahora” (la “muerte de la distancia” que muchos han documentado).

Algunos ejemplos de lo que puede venir con el BIP:

red ubicua, o sea, navegación por la Red desde cualquier sitio (donde estés y a la hora que estés) y con múltiples tipos de terminal, que multiplicará las posibilidades del teletrabajo

superación, incluso, de la necesidad de llevar algo (un terminal) con nosotros, porque la red estará “en el aire”, y sólo tendrás que identificarte con tu voz para anotar lo que quieras guardar (“ordenador, toma nota”) o para ejecutar una instrucción

captura de ideas “en pleno vuelo” (vía la grabadora del PCA que convertirá nuestra voz en texto directamente) y, más aún, estructuración instantánea de las ideas en redes lógicas de significantes, para facilitar la conexión de las mismas,

captura de imágenes, fijas y móviles, que permitirá que estemos permanentemente atentos a descubrir oportunidades a nuestro alrededor (una especie de inteligencia competitiva permanente, realizada por todos los miembros de una empresa),

localización de amigos o conocidos cerca de tu posición geográfica actual, para eventualmente entrar en contacto con ellos,

comparación del precio de un objeto en una tienda física con el mismo objeto en una tienda online, con sólo captar con la cámara el código de barras del producto y enviar una petición de precio a la tienda en la red,20

escuchar cualquier radio del mundo, en su emisión por Internet en digital,21

Y mucho más que no podemos imaginar…

20 Véase, por ejemplo, la propuesta en este sentido de PaperClick (www.paperclick.com)

21 Véase Xmradio (www.xmradio.com)

«Redes de cosas»

Una economía de redes avanzada implicará «marcar» todas las cosas con «etiquetas” que informen sobre su estado y situación para que cada objeto tenga una individualidad localizable y distinguible. Se trata de superar el código de barras y que un emisor envíe una señal que sea recibida y «contestada» por los objetos marcados. La tecnología más destacable que está apareciendo en este campo es la de las etiquetas de radiofrecuencia (RFID: radio frequency identification). Es un pequeño circuito, con una antena, que al recibir energía vía una señal de radio desde un emisor exterior (un medidor) responde con una señal, indicando su estado y posición.

Sus aplicaciones son muy diversas (y difíciles de imaginar en su totalidad):

etiquetas en todos los productos de un supermercado, que hacen posible un control total del inventario en cada momento, facilitan el pago en la salida y dificultan los pequeños robos.

etiquetas de localización capaces de determinar el estado del objeto midiendo su temperatura y cambiando de color si no es la adecuada para la correcta conservación del mismo, etc.,

etiquetas impresas sobre billetes de banco para garantizar su validez,

etiquetas sobre títulos de transporte para facilitar su uso (un sistema detecta si lo llevas),

y una vez etiquetados, podemos imaginar, por qué no, que los productos se comunican entre sí… para no sabemos qué extraño objetivo.

Hoy las etiquetas RFID se pegan encima de los productos, pero se acabarán imprimiendo directamente sobre ellos.22 El problema es el del precio de las etiquetas, que tenderá a cero.23 También es previsible que en lugar de ser «alimentadas» con el envío de una señal de radio, dispondrán «en sí mismas» de la energía para emitir.24 O sea, serán etiquetas energéticamente autónomas.

Pero el problema es que la gente quiera llevarse a casa objetos que son «seguibles», que dejan una traza.25 Las etiquetas de RFID que nos acercan a la «economía en tiempo real» (para saber cómo y dónde están los objetos) tienen pues un oscuro aspecto de Gran Hermano Digital.

Cuando hablamos de redes de cosas la verdadera revolución va más allá del simple etiquetaje de productos. Así hay quien propone revolucionar la industria de la aviación superando el control desde tierra de las naves por un sistema en el que los propios aviones se detecten y eviten (creando espacios de exclusión individual), en lo que se denominan sistemas de “vuelo libre”. Será necesario ante el incremento de vuelos comerciales, y la irrupción de la industria del vuelo personal (pequeñas naves, de bajo coste y consumo que más gente usará como alternativa a otros transportes).26

22 Más en www.rfidjournal.com y en www.autoidcenter.org

23 Se dice que el umbral crítico de precio de las etiquetas RFID está en 1 céntimo (de euro o de dólar). Hoy valen unos 10 céntimos.

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