Ke!636 – El mercado como red de individuos que interaccionan mediante transacciones. La ciencia de las redes

Ke!636 – El mercado como red de individuos que interaccionan mediante transacciones. La ciencia de las redes

Los cuatro textos que enlazo en este mensaje aportan ideas nuevas sobre la emergencia de propiedades por efecto red en las organizaciones.

El primero es Linked: the new science of networks de E.L. Barabasi, quien, estudiando la autoorganización de sistemas ha descubierto que existen unas propiedades similares en todas las redes.

En el segundo libro Buchanan muestra como la ley de Pareto sobre la distribución de riqueza en un país, «emerge» naturalmente como efecto red de un colectivo de individuos que intercambian riqueza.

Bonabeau señala que «el comportamiento de la gente en aglomeraciones, mercados y organizaciones, puede ser ahora estudiado como comportamiento en red».

Por último, de la auto organización y del aprendizaje adaptativo depende el futuro de las organizaciones según Steven Johnson.

Con el uso creativo de la Red emergerán fenómenos de valor que hoy no imaginamos.

(Tiempo estimado de lectura: 9 minutos)

PARA PENSAR:

De tanto en tanto, te tropiezas con una lectura diferente. Una que te inicia en campos totalmente nuevos, de los que intuyes un potencial inmenso. Últimamente he tenido la suerte de tropezarme no con una, sino con cuatro, que voy a “enlazar” (conectar) en el mensaje de hoy.

Durante los últimos 15 años creo que he leído los textos más relevantes sobre la información en las organizaciones. Muchos de ellos con pocas ideas nuevas, y con mucho reciclaje de otras viejas, todo hay que decirlo.

Cuando apareció Internet, no tuvimos más remedio que partir del bagaje sobre gestión de la información que se había construido en una época en la que el ordenador era una anécdota en la mayoría de organizaciones.

Ciertamente, la situación es hoy muy distinta. Por ejemplo, no para de sorprenderme la cantidad de conocimiento que se va publicando sobre “ciencia de la información” en revistas científicas, como el Journal of the American Society for Information Science and Technology (JASIS, http://www.asis.org/Publications/JASIS/jasis.html).

Pero es ahora, cuando la palabra “red” se ha incorporado sin darnos cuenta al vocabulario de casi todos nosotros, que algunos empiezan a decirnos que de “comprender mejor cómo se comportan las redes”, en general, depende que entendamos mejor la complejidad en la que vivimos, o sea, el mundo.

En otras palabras, cuando nos rodean redes de ciudades unidas por grandes sistemas de transporte, cuando empezamos a ver que los organismos vivos son sistemas complejos de genes y proteínas en red, cuando nuestras máquinas están conectadas a través de Internet (“la” red), emerge la necesidad de una “ciencia general de las redes”, de una visión transversal, multidisciplinar, de conjuntos de “nodos” conectados que “transaccionan” algún tipo de “energía” (materia, información, etc).

Este el el objetivo del libro Linked: the new science of networks de E.L. Barabasi ( http://www.amazon.com/exec/obidos/ASIN/0738206679/infonomia), que todavía no he leído, pero del que si que he podido leer una reciente crítica en el New York Times.

Barabasi es un científico interesante que ha estudiado la autoorganización de sistemas como, por ejemplo, los aplausos de una audiencia ( http://www.nd.edu/~networks/clap/, o http://abcnews.go.com/sections/science/DailyNews/clap000223.html).

La tesis principal del libro de este profesor de física es que todas las redes tienen comportamientos similares, que se basan en unas pocas propiedades, las propiedades de red. De entender estas reglas puede depender que mejoremos en el futuro nuestro conocimiento del mundo (físico y social).

La idoneidad de una “ciencia de las redes” en este momento de la historia de la ciencia es enorme, en mi opinión. Porque el éxito del “reduccionismo científico” (dividir la realidad en pequeñas partes que puedan ser analizadas separadamente) debe superarse, dicen algunos, mediante una comprensión profunda de la conexión (las interacciones) entre las partes. O sea, por ejemplo, podemos comprender muy bien una neurona, pero la comprensión del cerebro exige entender mejor las “sinapsis”, las conexiones, entre las neuronas.

Según Barabasi, hay unas reglas básicas que dirigen el comportamiento de una red. Esta “sintaxis” se basa en dos componentes básicos: una red tiene “nodos” que intercambian “interacciones”. En un tipo de red el nodo es una neurona (en el cerebro), en otro es un hub (en Internet). En la primera los nodos se intercambian impulsos eléctricos, en la segunda datagramas.

Al parecer, este profesor ha estudiado 43 organismos primitivos y ha encontrado que actúan como “redes con reglas”.

Más aún, sugiere que un “mercado” es una red compleja de componentes. Una “red dirigida” cuyos nodos son personas, empresas, gobiernos, etc (los actores económicos), pero de la que no conocemos las reglas de interacción en todo su detalle. Así pues, podría ser que la “mano invisible” de Adam Smith no fuera, en el fondo, más que el resultado visible de un conjunto indiscutible de reglas de interacción de la red de agentes económicos.

En este punto ya habré perdido un 75% de los lectores que iniciaron el texto (si no el 100%). Pero ahora empieza justamente lo mejor.

Porque en una segunda lectura aún más intrigante (Harvard Business Review, April 2002, p49), Mark Buchanan muestra como “patrones económicos interesantes emergen del comportamiento de redes que siguen reglas muy simples”. Buchanan es el autor del texto Nexus, small worlds and the groundbreaking science of networks ( http://www.amazon.com/exec/obidos/ASIN/0393041530/infonomia), otro libro sobre la emergente “ciencia de las redes”.

En concreto, afirma que la ley de Pareto sobre la distribución de riqueza en un país, una ley universal que se cumple en todas partes, y que nadie había podido explicar porque se generaba, “emerge” naturalmente como efecto red de un colectivo de individuos que intercambian riqueza.

Vilfredo Pareto, 1848-1923

 

La ley de Pareto tiene la forma característica que se muestra en la figura.

La figura ilustra la distribución de la riqueza en un determinado país. Indica que el porcentaje de población con una riqueza R es proporcional a 1/(R elevado a E). Para todos los países estudiados, desde que Pareto encontró esta ley en 1897, el factor E está entre 2 y 3. Así, cuando se dobla la riqueza en las abcisas (el eje horizontal), el porcentaje de población que dispone de ella se reduce en un factor constante. Esta constante varía de un país a otro, pero la curva de distribución de la riqueza tiene siempre esta forma característica.

A menudo se ha resumido (excesivamente) esta ley diciendo que el 80% de la riqueza esta en manos del 20% de la población. Esto no es exactamente así. Es cierto que en los Estados Unidos, el 80% de la riqueza está en manos del 20% de la población. Pero se ha estimado, por ejemplo, que en México el 30% de la riqueza está en manos de sólo 40 personas.

Hay una ley de Pareto extendida, aplicable a otras variables más allá de la de riqueza en un país, según la cual el 20% de una población bajo estudio (sean objetos o personas) presentan el 80% de casos de la medida bajo consideración. Así, se dice frecuentemente que el 80% de las reparaciones de una máquina proceden de un 20% de piezas. O que el 80% de la producción de una empresa es generado por el 20% de la gente (muy discutible).

Más en http://members.aol.com/loyaltyprt/pareto.html, o en http://www.cosc.iup.edu/jacross/499/pareto-principle.htm, o en http://www.paretolaw.co.uk/principle.html, o en http://www.alltel.net/~mikeric/Misc/Pareto.htm.

Pues bien, Buchanan afirma que si se considera una “economía” como una “red de personas que interactúan”, con dos tipos principales de interacciones (transacciones entre ellos e inversiones que dan un retorno), al cabo de un tiempo de dejarlos interactuar se genera (“emerge”) espontáneamente una distribución de riqueza “à la Pareto”.

Su afirmación se basa en una investigación de Jean-Philippe Bouchaud y Marc Mézard ( http://www.science-finance.fr/ns1.html). La emergencia de la ley de Pareto no es, según ellos, una casualidad, sino una “ley de la naturaleza”.

La ley es un “efecto de red”. Un resultado de nodos que interactúan bajo unas reglas simples.

Me parece realmente muy interesante que algo que no podía explicarse desde el reduccionismo emerja naturalmente de un comportamiento en red.

Algo parecido nos dice Eric Bonabeau en otro artículo en la Harvard (HBR, March 2002, p109).

De Bonabeau ya hablamos cuando tratamos de cómo “aprender de las hormigas”. En este nuevo artículo, que lleva por título el sugerente “Predicting the Unpredictable”, señala que “el comportamiento, otrora misterioso, de la gente en aglomeraciones, mercados y organizaciones, puede ser ahora estudiado como fenómenos que emergen de comportamientos en red”.

Más exactamente, “cuanto más aumenta la densidad de una población y el número de interacciones entre personas, más aumenta la probabilidad de fenómenos emergentes”(de orden espontáneo generado por la red).

Una lectura interesante de esta afirmación es que sólo cuando más y más gente use la red de forma habitual, cuando las organizaciones trabajen realmente en red, emergerán fenómenos nuevos.

Es posible que para que la Red evidencie su valor sea preciso que una “masa crítica” de personas y organizaciones interactúen de manera intensa, más allá de lo que es leer el periódico online y enviarse correo electrónico.

Cuando la red penetra en las formas de trabajar, transforma las organizaciones y hace emerger nuevos comportamientos.

Lo mismo es aplicable a la gestión del conocimiento. Una red de personas que interaccionan intercambiándose conocimientos hace emerger unas propiedades organizativas que ahora ignoramos. Hace emerger “inteligencia”. Y además, de manera espontánea, no planificada.

Tenemos una Red potencialmente transformadora, pero en una etapa muy inicial.

Lo que estamos empezando a entender es que no basta con tener la red, con sus nodos. No se consigue nada si no hay “interacciones” entre ellos. El valor de la red no deriva de su “número de nodos”, sino de la “intensidad de transacciones” entre ellos.

De hecho, se dice que el valor de una red se mide por la ley de Metcalfe: una red de n nodos “vale” n elevado a 2. Pero esto es si los nodos se conectan 1 a 1 (un miembro conecta con un miembro). En realidad el valor aumenta considerablemente si las conexiones son n a n (cada uno con todos los demás, formando grupos de 2, 3, 4, y etc personas): en este caso el valor es 2 elevado a n.

Así, el valor de una red de n miembros es:

1) proporcional a n si es 1 a n (broadcast)
2) proporcional a n elevado a 2 si es 1 a 1 (transaccional)
3) proporcional a 2 elevado a n si es n a n (formación de grupos)

Más sobre esta cuestión en el artículo “The law of the pack”, de D.P. Reed, en la Harvard Business Review, de febrero 2001, p 23.

Lamentablemente, el uso mayoritario de las redes disponibles es hoy 1 a n (broadcasting, como en la TV), o 1 a 1 (como en el e-mail, en la mayoría de ocasiones). Cuando todos usemos creativamente la Red, y todos nos conectemos con todos, estableciendo algún tipo de transacción, ya sea económica (véase PayPal.com o http://www.epagado.com), o de conocimiento, emergerán fenómenos de valor que hoy no imaginamos.

De esta auto organización y el aprendizaje adaptativo depende quizás el futuro de las organizaciones. De esto trata la última lectura del quaternio de hoy. El libro Emergence: the connected lives of ants, brains, cities and software, de Steven Johnson ( http://www.amazon.com/exec/obidos/ASIN/068486875X/infonomia), de quien ya leí otro fascinante texto ( http://www.instituteofnext.com/extranet/index.asp?idm=1&idrev=1&num=351).

Pero esta es mi lectura de verano… tendremos que esperar hasta septiembre… si es que tú no lo lees antes…

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