Ke!610 – De sobreestimar Internet a subestimarla

Ke!610 – De sobreestimar Internet a subestimarla

Ayer reunimos por sexta vez a expertos en Internet para que nos dijeran qué creen ellos que pasará en el 2002. El éxito de la convocatoria fue total, con más de 600 asistentes. Pero el resumen de la conferencia lo dejo para el mensaje de la semana que viene. Hoy os propongo la reflexión que expuse en la conferencia y os invito a que echéis un vistazo a la presentación de los resultados del primer índice de confianza en el sector Internet, un análisis co-elaborado con Ploint que nos proponemos repetir cada tres meses. Podéis descargaros el informe completo en http://www.instituteofnext.com/indiceIP/dic01.pdf.

 

(Tiempo estimado de lectura: 8 minutos)

A Internet le está ocurriendo lo mismo que a otras tecnologías disruptivas anteriores (como el ferrocarril, la electricidad o la radio): se tiende a sobreestimarla en el corto plazo (“algo que va a cambiar el mundo radicalmente») y a subestimarla en el largo plazo (“todo era un bluf”). Pero, y también como todas las “revoluciones” anteriores, la Red precisa de tiempo para poder demostrar “dónde” y “cómo” va a transformar exactamente la sociedad y la economía.

Por tanto, ahora se precisa ver el impacto de Internet en “perspectiva”. Hay sectores, normalmente los muy intensivos en información (aquellos en los que un 80% del trabajo consiste en generar y manipular “símbolos”), en los que Internet ya ha establecido, claramente, un “antes” y un “después” (un ejemplo lo constituyen los servicios financieros). Pero otros también intensivos en conocimiento, como las administraciones públicas, la educación o la salud, precisan de mejor infraestructura para que la transformación pueda despegar. Sin embargo, hay sectores poco “intensivos en información” (aquellos en que el valor se genera moviendo objetos físicos o personas) en los que el impacto de Internet se ve todavía algo lejos.

Internet nos ha cambiado, sin duda, tanto a nivel individual (disponemos de nuevos “instrumentos de socialización”, como el e-mail o el chat, y, dentro de muy poco, la videoconferencia), como a nivel organizacional (la empresa puede “desmontarse”, con el fin de centrarse en lo que sabe hacer mejor, y coordinarse con aquellas otras que completen perfectamente la cadena de valor), y también social (así, por ejemplo, las redes ciudadanas permiten detectar qué desea la gente, desde la raíz de la sociedad).

Internet precisa ahora de inversores realistas, que entiendan las posibilidades a medio plazo. Porque, “los optimistas compran negocios, mientras que los realistas invierten en ellos”. Precisamos gente con visión que exija hacer las cosas bien hechas, más que especuladores que absorben valor del esfuerzo de los que sacrifican su tranquilidad por participar en la invención del futuro.

De Internet a Undernet

Para muchos, Internet debería llamarse, en realidad, Overnet: algo que ha caído como una losa sobre la carga de trabajo que ya teníamos. Porque, ¿cuántos de nosotros nos sentimos agobiados por el exceso de correo electrónico al que hay que responder cada día? O ¿cuántos han podido reducir el número de reuniones al que deben asistir al día? O ¿cuántos viajan menos de lo que lo hacían, antes de la Red?

Internet es una herramienta que todavía no sabemos usar para mejorar nuestra “calidad de vida” en el trabajo. De hecho, la paradoja es que, aunque se nos dice que la Red mejora nuestra productividad, no está claro si esto lo consigue mezclando nuestro “tiempo de trabajo” con nuestro “tiempo de ocio” (toda la tecnología de “movilidad”, desde el ordenador portátil al teléfono móvil, consiguen eliminar la frontera entre “casa” y “despacho”).

Hay que ir entendiendo las posibilidades de Internet en nuestro día a día, con el fin de aumentar nuestra calidad de vida. Y para ello, Internet debe convertirse en Undernet, algo que está por debajo de todas nuestras actividades, que las “soporte” más que las “aplaste”. Y la responsabilidad es nuestra: no debemos esperar a que “se nos diga” cómo utilizar Internet adecuadamente, sino que tenemos que descubrir cómo nos puede ayudar a “hacer las cosas de manera diferente” y, más aún, a hacer “otras cosas”.

Impacto en las rutinas de las personas

No podemos exigir a las personas que utilicen Internet simplemente para “ser modernas”. Internet será utilizado si aporta algún tipo de valor, ya sea en términos de ahorro de tiempo o de dinero, de socialización o diversión, de eficiencia o eficacia, etc.

Donde estamos viendo ya que Internet ha cuajado, en cuanto a la vida diaria de las personas, es en sus rutinas. En otras palabras, la gente se habitúa a hacer uso de la Red cuando incide, de manera positiva, en alguna de sus rutinas diarias. Y hay cuatro principales rutinas: trabajo, aprendizaje, ocio y vida doméstica.

El impacto en el trabajo es bastante claro, en especial en lo que se refiere a las nuevas posibilidades de comunicación que ofrece Internet, y a la mayor disponibilidad de información (aunque aun tenemos que aprender a buscar información, y a saber discriminar la buena información de la mala). Pero todavía estamos algo lejos de un impacto de la Red en términos de transacción.

El impacto en el aprendizaje va aumentando de manera algo prudente. Aunque es cierto que son cada día más las empresas y personas que apuestan por el e-learning como forma alternativa de aprendizaje, hay que avanzar aún mucho en los modelos pedagógicos de la enseñanza “sin distancias” (como proclama la UOC), con el objetivo de que el e-learning no se convierta, simplemente, en “fast learning” (en el sentido popularmente peyorativo que el adjetivo “fast” puede tener aquí, como en “fast food”).

En el ocio, el impacto se observa en el aumento de las propuestas de juego interactivo, del que son poco conscientes los más maduros en la Red, pero a las que dedican importantes proporciones de su tiempo los más jóvenes. El ancho de banda es aquí imprescindible, cosa que explica el auge de los locales dedicados a permitir el juego interactivo en tiempo real, como una extensión lógica de los locales que sólo permiten una simple conexión a Internet para “bajarse” correo y navegar por la Web basado en texto e imágenes estáticas.

Finalmente, donde veremos a corto plazo más efecto en nuestras rutinas es, probablemente, en la vida doméstica. El supermercado on-line está siendo utilizado ya por miles de personas. Muchos más consultan los espacios dedicados a oferta y demanda de empleo. Y las “administraciones abiertas”, que se expandirán durante 2002 cambiarán (esperemos que positivamente) las expectativas de los ciudadanos respecto al “valor” que pueden esperar de las administraciones (de todas ellas).

Ancho de banda

El ancho de banda es ya una necesidad ineludible para que todo lo dicho anteriormente pase a ser una realidad. Además, esta necesidad percibida por las personas está empezando a ser respondida por los operadores, que ven en el ancho de banda (en especial en el ADSL) una forma de conseguir nuevos ingresos, así como quizás la única forma ahora conocida de cobrar por determinados contenidos (se cobrará por el acceso a ancho de banda superior, pero la propuesta de valor consistirá en el acceso a servicios interactivos, como juegos, a los que no se puede acceder sin esa capacidad de conexión).

Por otra parte, el ancho de banda es imprescindible para que las empresas puedan empezar a experimentar con las posibilidades transformativas de las tecnologías. Así, por ejemplo, la videoconferencia no pasará de ser una mera promesa hasta que pueda realizarse de manera cómoda y sencilla en cualquier oficina, en cualquier zona geográfica.

Tecnologías para la creatividad y la innovación

En la nueva economía, las tecnologías de la información han conseguido un aumento notable de la productividad (han doblado la cifra en la que se había estancado durante el largo período que va de 1995 a 2000). Pero cuando todas las empresas enfocan sus inversiones hacia conseguir que las tecnologías generen aumentos en la productividad, el impacto en cada una de ellas deja de ser “diferencial”. Así, se espera “por defecto” que la inversión en tecnologías de la información genere incrementos de la productividad.

El nuevo reto consiste en saber aprovechar las tecnologías de la información para apalancar el conocimiento diferencial que hay en la organización. Así, la clave está ya en cómo aprovechar las tecnologías para gestionar mejor el conocimiento de manera que generemos más innovaciones.

De esta forma, hay que esperar que disciplinas ahora “separadas” como la “gestión del conocimiento”, el “e-learning”, la “gestión de la innovación”, etc, se coordinen alrededor de un objetivo común: captar y filtrar del entorno la mejor información, ser capaz de transformarla en conocimiento diferencial y de proyectar al entorno productos intensivos en información, así como establecer con el mercado (y, por tanto, con todos sus agentes) una “conversación” que nos ayude a sintonizar mejor nuestras posibilidades con sus necesidades (o sea, descubrir “oportunidades” para sacar mejor partido de nuestros activos.

Calidad de la información

Se acaba la obsesión por “poner contenidos” en las páginas, sea cual sea su calidad. Para alguien que ha trabajado en el campo de la información profesional desde hace años, la falacia de que una masa de texto podía ser entendida por el usuario como “valor”, independientemente de la calidad del mismo, no es más que una barbaridad. En este sentido, los tres últimos años no han representando un avance en cuanto al aumento de la cultura informacional de personas y empresas.

Ante la creciente “infoxicación” de los usuarios, se intuye que la calidad de la información se va a imponer como un argumento esencial de fidelidad de los mismos. Además, va a ser una de las pocas variables que van a contar a la hora de determinar si se puede cobrar o no por un “contenido”.

Para pasar de la cantidad ingente de “información bruta” a la cantidad digerible de “información neta” que la gente podrá procesar, se precisará una nueva generación de “entidades de certificación” de calidad de la información. Algunos serán “gestores de reputación”, espacios de los que el usuario se fía como consecuencia de una trayectoria transparente de servicio de calidad. Otros aparecerán como una nueva línea de negocio de entidades que tradicionalmente han aportado valor a un colectivo bien identificado.

Cobrar por contenidos

El modelo de negocio basado en la publicidad va a ser difícilmente sostenible, a no ser que se trate de espacios gigantescos que atraigan a millones de personas. Algunos portales, los ligados a operadoras, basarán su negocio a corto plazo en dar acceso (a través de servicios de ancho de banda superior, básicamente ADSL). Muchos de los otros deberán empezar a cobrar por servicios y contenidos.

En este sentido, cabe esperar una etapa de experimentación con el cobro de contenidos. Algunos tratarán de probar el modelo de “suscripción”, mientras que otros apuestan por el “pago por uso”.

Pero, posiblemente, ninguno de los dos fructificará. Porque de lo que se trata, quizás, es de encontrar un modelo radicalmente diferente de gestión de la propiedad intelectual, y de pago de derechos por el uso de la misma.

Es posible que se acabe experimentando con modelos derivados del Minitel de los 60 y 70: el usuario pagará a través de la factura de acceso, dependiendo de la “calidad” de los servicios a los que acceda. O, más difícil todavía, el usuario pagará de acuerdo con el flujo de contenidos que haya tenido (sean contenidos “legales” o copias pirata) y el “autor” o “editor” de los mismos recibirá el pago a través de un sistema de cálculo promedio, que reparta entre todos los proveedores los ingresos recibidos mediante un sistema de compensación como el que ahora utilizan los centros de derechos de reproducción en varios países.

Suerte y timing

Los negocios en Internet deberán comprender la importancia de la “suerte” y el “timing” en los negocios. Hay que planificar, cierto. Hay que tener una estrategia, más cierto aún. Pero nada funciona sin una dosis significativa de suerte (que el mercado, por arte o magia, sintonice con nuestras propuestas), y de tempo (podemos inventar el futuro cercano, pero no el más lejano).

Pero la suerte y el timing pueden facilitarse mediante una observación sistemática del entorno. En este sentido, personas y empresas deben aprovechar mucho más de lo que lo hacen en la actualidad las posibilidades de la Red como instrumento de observación de lo que les rodea. Esta observación, junto con un análisis critico de lo filtrado tras la misma, se convertirán en elementos fundamentales de la diferenciación sostenible de las organizaciones.

El futuro de Infonomía

En todo este contexto de empresas intensivas en información, es preciso que intensifiquemos la reflexión sobre cómo la Red va a cambiarnos.

Es preciso construir una reflexión seria, basada en el análisis empírico sistemático, pero también en la intuición y la imaginación creativa, sobre cómo la gestión de la información y el conocimiento nos llevan a un tipo distinto de organización.

La infonomía, como disciplina emergente, nos debe ayudar a comprender que ya no tiene sentido hablar de “sistemas de información en la organización”, sino que deberemos hablar de “organizaciones como sistemas de información”.

Las empresas ya no son estructuras de transformación de inputs en outputs, sino flujos de información que deben orientarse a generar conocimiento diferencial.

El compromiso de Infonomia!com es ayudar a navegar por la incertidumbre que se deriva de las oportunidades de la aplicación de las tecnologías de la información en las organizaciones. Ayudar, pues, a entender hacia dónde va la empresa. Ayudar a entender la empresa en red.

La fiesta acaba sólo de empezar.

A la economía de la información se suma ahora la economía de la innovación.

E Infonomia!com va a estar bien presente…

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