21 Abr i-bicuidad
Una de nuestras principales preocupaciones en esta era de sobrecarga de información es cómo librarse de la ansiedad informacional o, al menos, cómo rebajarla. Es decir, cómo conseguir información cualificada que nos ayude a discernir, de entre las muchas de las que dispongamos, cuál es la mejor opción, en un determinado momento, en un determinado lugar. Es el momento de la relevancia frente a la exhaustividad, y de relevancia en tiempo real. De conseguir la información que necesitamos, en el momento justo; algo que aquí denomino i-bicuidad.
Así, más allá de la búsqueda de la ubicuidad de la red, cuyo objetivo es hacer posible la conexión a la misma “dónde estés y a la hora que estés”, se tratará en el futuro próximo de garantizar que el ciudadano tiene en cada momento y lugar la información que le es imprescindible para ser eficiente (o sea, fuente de productividad personal) así como para poder disfrutar de una mayor calidad de vida.
Por ejemplo, cuando estoy en el andén de una estación de metro a la espera del siguiente tren, la información que necesito es cuánto tardará en venir el siguiente metro. Está bien que también pueda disfrutar de una pantalla de televisión que me informe de lo que ocurre al otro lado del mundo, pero lo que realmente necesito es saber cuánto tardará el siguiente tren. Esta información ayuda a reducir mi ansiedad informacional. Más aún, esta información sobre el tiempo de llegada del siguiente tren debería tenerla en la calle, para decidir allí si quiero bajar al metro o no, de acuerdo con mi presión de tiempo. Aún más, en una parada de autobús me gustaría poder dibujar sobre el plano de las líneas, con sólo dos dedos (uno en cada mano), el inicio y final de mi viaje, para que el sistema me dijese (es decir, me respondiese) cuáles son las mejores conexiones entre esos dos puntos, teniendo en cuenta la densidad del tráfico en ese preciso instante, y el tiempo necesario para cubrirlo.
Si al final me decido por tomar un taxi, me gustaría ponerme en contacto directamente con mi teléfono móvil con los taxis que se encuentren cerca, no con la central de teletaxi. Si quiero ir en bicicleta, quiero saber dónde están las estaciones públicas de bicis, y cuántas hay disponibles en cada una, en ese momento concreto (en tiempo real, pues). Si voy en coche, necesitaría que mi GPS me aconsejara sobre dónde debo reducir la velocidad (informar al ciudadano, en vez de en sancionarlo). Y al salir del coche, necesitaría información sobre dónde encontrar el producto que busco al mejor precio (ver, por ejemplo, Slifter.com), a través de una especie de GPS para la localización de productos en las distancias cortas (marketing de proximidad). Si voy en tren, me gustaría poder dormirme hasta que mi teléfono, con GPS también, determinará que me estoy acercando a la estación de destino, para despertarme con el disparo de su alarma.
El desarrollo del concepto de i-bicuidad requerirá, como se deriva de estos ejemplos, de la combinación de hardware que vaya con nosotros, y de software que haga intuitiva la interfaz entre nosotros y ese hardware. Algunas de las piezas de hardware necesarias se construirán sobre instrumentos que ya llevamos encima, como el teléfono o el reloj, o híbridos de ellos, pero otros serán totalmente nuevos. Ello estimulará, con seguridad, la emergencia de toda una nueva industria.
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