Suicidio económico

Suicidio económico

Hoy la discusión sobre la deslocalización industrial está exclusivamente enfocada en el hecho de la pérdida de puestos de trabajo en Occidente, a favor de puestos más baratos (y con menos regulaciones laborales) en terceros países. Pronto, esta discusión se producirá también en esos países, hoy beneficiados, porque perderán algunas de sus ventajas (precios bajos) conforme sus clases medias vayan aumentando de volumen y se conviertan en más exigentes, con necesidad de mayores rentas disponibles.

En el número de julio de 2004 de Wired, un lector comentaba que él disfrutaba de un sueldo norteamericano de 70000 $ por un trabajo que en realidad le hacía un profesional indio que el subcontrataba por 20000 $.   Podemos imaginar este tipo de “deslocalización individual” como un fenómeno potencialmente creciente. Pero en el número de septiembre de 2004 del mismo Wired, otro lector, Byron Katz, comentaba que “la deslocalización (outsourcing) es cómo ir aumentando la altura de un rascacielos a base de ir sacando material de las plantas inferiores”. Una metáfora muy ilustrativa de que si vamos quitando el trabajo a la gente de Occidente, al final se quedarán sin los recursos necesarios para comprar lo productos que sus empresas han pasado a fabricar en Oriente. La pregunta obvia para los próximos años es, pues, si no es esto un cierto tipo de suicidio económico para las economías occidentales. Con las repercusiones políticas y sociales que todo ello pueda conllevar.

En un breve pero incisivo artículo de esos que se deberían leer, C.K. Prahalad proponía una idea sugerente para ver “de otra forma” el proceso de deslocalización desde Occidente a otras partes del mundo.   Exportar empleos es bueno, decía, porque obliga a aumentar la competitividad de las empresas occidentales. El juego de la competencia internacional conlleva encontrar los mejores recursos de producción, estén dónde estén en el mundo. Esta búsqueda implica “fragmentar” la cadena de valor otorgando cada parte al mejor partner posible (decidir cómo y dónde hacemos cada una de las tareas que van desde la búsqueda de las materias primas hasta el servicio final al cliente).

Pero para que el resultado final sea un producto excelente, es necesario que exista una muy precisa “coordinación” entre los distintos procesos fragmentados de la cadena de valor. Por tanto, del fenómeno (económico) de la deslocalización (outsourcing y offshoring) saldrá algo muy positivo para las empresas: un conocimiento más sofisticado de la gestión y coordinación de procesos en red. Es un futuro que podríamos denominar de una economía RTR: “real time remote” (a distancia y en tiempo real).

Todo esto está muy bien, claro está. Pero la duda está en si tendremos el tiempo necesario para digerirlo y metabolizarlo antes de que la ola populista inunde Occidente. Porque podríamos estar ya peligrosamente cerca, en mi opinión, de la politización radical de la pérdida de capacidad industrial de nuestros países.

 Ver IdeaFuerza Micro-multinacional

Profesor de la Universidad de Michigan y autor del best-seller “Competing for the Future“

Ver Wall Street Journal Europe, 08/06/05, p. A6

En palabras de Prahalad: “las empresas que aprendan a innovar rápidamente gestionando de manera diferente (a la actual), con una fragmentación granular de los procesos de trabajo (workflow) y una coordinación eficiente de las partes fragmentadas, serán las empresas que retendrán su ventaja competitiva”.

Una de las ventajas de este repensar la empresa en clave de procesos susceptibles de ser realizados en red distribuida, es que hay que documentar bien los procesos. Lo recuerda Prahalad: “muchas empresas se han dado cuenta de que la externalización les ayuda a documentar mejor sus procesos internos”. No hay más remedio que organizar mejor los procesos, coordinándolos, si no se quiere que la externalización deshaga valor más que lo cree. Por tanto, un efecto positivo de la “exportación de trabajo” (lo que en los Estados Unidos se empieza a llamar, quizás de forma peligrosamente populista, “la exportación de América”) podría ser la “importación de competitividad”. Ser mejor empresa aprendiendo a buscar un incremento constante de competitividad, buscándola allá dónde se encuentre. Por tanto, no se trata de luchar contra Oriente, sino de apalancarse con ellos, superando la idea del maniqueo dipolo dependencia-independencia, para entender que el mundo va en la línea de la interdependencia.

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