Servicios de proximidad

Servicios de proximidad

Estamos en Londres. Llueve. No pasa ningún taxi. Pero es obvio que alguno debe andar cerca. Pasan los minutos. No aparece ninguno. No recuerdo el número de un radiotaxi. Cojo mi móvil. Llamo al 08 700 700 700. A hacerlo, el servicio que hay detrás localiza dónde estoy (determina en qué “célula” de telefonía móvil estoy en ese momento). Después, localiza vía GPS qué taxis están cerca. Y, finalmente, me pone en contacto vía móvil con el conductor del taxi libre que está más cercano (no con la central de radiotaxi, sino con el taxista más cercano en concreto) Lo tomo, me lleva al sitio, y pago, incluso con tarjeta de crédito, y con descuento, si uso una tarjeta especial del servicio. ¿Ciencia ficción? No. Este servicio ya está disponible en Londres desde principios de 2003. Se llama Zingo.

Es un servicio de aquellos que, cuando te lo explican, lo encuentras tan obvio que te preguntas por qué no se le había ocurrido a nadie antes. La respuesta es, quizás, que aunque a alguien se le hubiera ocurrido antes, sólo hoy tenemos la combinación de tecnologías para que pueda funcionar correctamente. Porque detrás de este servicio aparentemente tan trivial, hay un montón de tecnología, en varias capas superpuestas. De las que, por cierto, yo no veo más que la última, la del servicio final. No me importa que en la base esté la electricidad, la telefonía móvil, el GPS, etc; yo sólo veo, sólo aprecio, que al llamar a un número de teléfono me ponen en contacto con un taxista que acude rápidamente al sitio exacto en el que estoy. Es un servicio de proximidad, que te evita tener que trasladarte: el servicio viene allá dónde estés.

Hay más ejemplos. Ya hay ciudades en las que es posible saber, en un parada de autobús, cuanto tardará en llegar el próximo. Con un teléfono móvil llamas a un determinado número, pasas un código que identifica la parada, y recibes a información. En otros casos es aún más sencillo, pues con la cámara incorporada al móvil se toma una fotografía de un código de barras bidimensional (un código de puntos, denominado QR o Quick Response Code), se envía este código a una central de información, y el sistema responde con el dato de cuanto tardará en llegar el autobús, basándose en el seguimiento en tiempo real del mismo. Estos códigos muestran, por tanto, un camino interesante de futuro: evitan al usuario tener que teclear la información, porque el código contiene el dato así como la acción a realizar (hacer una llamada, enviar un correo electrónico, abrer una sesión web, etc). Por no hablar de las posibilidades del wireless marketing (ofertas instantáneas que se te hacen a través del móvil cuando entras en un centro comercial).

Otro ejemplo es el siguiente: entras en una librería. Ves el libro que buscabas. Dudas si comprarlo por el precio. Tomas una foto con el móvil del código ISBN del mismo. El móvil traduce la foto en el número del código. Lo envía a un sistema que nos responde con el precio de ese libro exactamente en Amazon. Un botón más y ya lo hemos comprado en Internet.

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