Dividual

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Alexander Bard y Jan Söderqvist (autores del texto Netocracy) presentan en su libro Global Empire la idea de la muerte “progresiva” de los individuos, de la gente que es siempre la misma. Si ayer tener dos personalidades estaba mal visto, y era, de hecho, negocio para los terapeutas psicológicos, hoy todos somos por lo menos dos: somos dividuos, no individuos.

Somos uno en el trabajo. Otro en casa. Otro por la noche. Quizás otro en Internet. Otro en vacaciones. Abogado brillante en el despacho, músico con talento frente a la batería durante las fiestas. Ejecutivo de ventas en la empresa, DragQueen por la noche. Financiero aquí, montañero allá. Se dirá que siempre ha sido así, que ha habido una clara diferencia entre tu vida en el negocio y en el ocio. Pero no está ocurriendo exactamente lo mismo.

Porque aparece la siguiente paradoja. Para cada vez más gente no hay diferencia, o “distancia”, entre el trabajo y su vida; así, por ejemplo, no hay ruptura entre el horario laboral y el personal: si soy un creativo freelance, puesto que puede que esta mañana me la haya pasado en la playa mientras que los próximos siete días y noches no salga casi de casa porque estaré trabajando. Si perteneces a la “clase creativa”, no puedes vivir una vida creativa de 8 a 5. La inspiración manda: estés en la ducha, con tus hijos en el cole, yendo en bicicleta o ante un ordenador, durante la semana o en el fin de semana. Así pues, somos el mismo durante toda la jornada; la estructura del trabajo moderno (en la clase creativa, pero cada vez más, para cualquier trabajador) no nos permite decir “hasta aquí estoy trabajando”, “a partir de esta hora estoy descansando”. Por tanto, somos uno, siempre el mismo.

Pero, al mismo tiempo, y aquí está la paradoja, necesitamos ser dos, o más. Necesitamos encontrarnos con otro cuando nos miramos al espejo. Queremos vivir la vida en más de una forma; la unicidad de nuestra vida impulsada por la no distancia entre trabajo y ocio nos impulsa al extremismo: buscamos hacer algo, an algunos momentos, tan realmente diferente, tan radicalmente distinto, que acabamos teniendo dos personas en una misma.

Tu personalidad es doble (o múltiple) porque quieres, necesitas, una vida con diversas facetas, todas ellas con la misma importancia. NO eres uno. Eres varios. Antes tenías el trabajo y el ocio. Al estar hoy mezclados por la dinámica de la vida moderna, tienes que buscar la manera de “di-vidirte”.

Más aún, en el futuro, quizás, lo mal visto no será la duplicidad de personalidades (“ves al psiquiatra”) sino tener sólo una. Ser monótono será, definitivamente, poco sexy. Lo bi- se lleva.

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