¿Qué nos enseñó Katrina?

¿Qué nos enseñó Katrina?

Por Albert Oriol
i-wonder: mensaje 66

El 10 de Junio del 2006, la tormenta tropical Alberto, marcó el inicio de la temporada de huracanes en el Atlántico. El nombre me llamó la atención, pero más importante, me incitó a recordar el desastre del huracán Katrina y me animó a recapacitar. Uno de los temas que me impactó el año pasado durante la crisis provocada por el huracán Katrina fue la respuesta de las grandes empresas, entre ellas Walmart y The Home Depot.

Aunque las grandes empresas padecen la tendencia a ser ?villanizadas? por el vox populi, a favor de las administraciones, este no fue el caso. Walmart respondió al desastre inmediatamente con más de 20 millones de dólares de donaciones en efectivo, 100 mil raciones de comida, 1500 camiones repletos de mercancías y la promesa de mantener los puestos de trabajo para todos y cada uno de sus empleados afectados por el huracán (más información). The Home Depot ofreció una respuesta tan eficiente que en muchos casos llegaron a las zonas afectadas antes que los servicios de emergencias de la guardia nacional y la cruz roja.

Y es que, a riesgo de ser tildado de neocón, no puedo evitar preguntarme si no es mejor más empresa y menos administración. Al fin y al cabo, el sector privado, incluso en acciones humanitarias, demuestra ser más eficiente, y en contra de lo que uno pensaría si se dejara guiar por el vox populi, cuando cuenta, hacen lo que toca  — Y si no me creéis, ved la cifra destinada a filantropía desde Business Roundtable que menciona el siguiente artículo: en The Home Deport.  

Incluso en empresas más pequeñas, como por ejemplo The Children?s Hospital en Denver, al cabo de dos días de que el huracán tocase tierra, la administración del hospital se comprometía a 1) ofrecer una donación a la cruz roja que doblase la donación de cualquier empleado y 2) pagar hasta una semana de salario a todos aquellos empleados que fueran de voluntarios con la cruz roja.

Cierto es, que esto ocurre en una sociedad, la estadounidense, donde la filantropía se lleva en las venas, donde existe un entorno fiscal que la promueve y la incentiva, y donde hay una historia de ayudar al vecino y de ayudarse a uno mismo, sin esperar a que el estado provea ¿Aprenderán las administraciones de la vieja Europa a incentivar la filantropía de sus ciudadanos y empresas? Me temo, que aunque la respuesta sea afirmativa, tardaremos lustros en ver resultados?

Albert Oriol

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