i = i x i : la innovación es infraestructura por imaginación

i = i x i : la innovación es infraestructura por imaginación


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Tengo la impresión de que, dentro de unos años, alguien mirará hacia las dos décadas finales del siglo XX y establecerá que fue entonces cuando ocurrió ?la gran inflexión?.

Antes de ese ?momento? de inflexión, los mercados funcionaban, por lo general, desde el dominio de la demanda sobre la oferta: la riqueza creciente que resultó del final de la segunda Gran Guerra, con el optimismo que se derivaba de ello, hizo que en muchos ámbitos, la oferta fuera menor que la demanda. Lo que se era capaz de fabricar, se vendía con facilidad. Los mercados eran absorbentes, difíciles de saciar. En este contexto, la tecnología que se requería era una que ayudara a conseguir máxima eficiencia en la producción. En este estadio, el paradigma empresarial reinante era el manufacturero (manufacturing mindset), y la tecnología precisa era cualquiera que ayudara a automatizar las rutinas de producción, con el objetivo de aumentar la productividad. Siendo la productividad el cociente entre output  (resultados) conseguido con un determinado input (recursos), las tecnologías que se precisaban iban dirigidas, pues, a mejorar la eficiencia en la función recursos-resultados, normalmente reduciendo los costes de producción (robotización, producción a escala, etc.). En esta época de la historia, que quizás nunca más se repetirá, la palabra clave era eficiencia.

 

Después de lo que hemos denominado ?la gran inflexión? (aún por datar), fue entrando en los mercados (ya globales), de forma progresiva, el dominio de la oferta sobre la demanda: habíamos conseguido tal eficacia con las tecnologías de automatización, que producíamos en exceso de prácticamente todo. La oferta era superior a la demanda, en muchos mercados, sectores y países. Uno iba al lineal de yogures y no sabía por dónde empezar: peor, no sabía cuál escoger. Los mercados estaban saturados. Se producía lo que Barry Schwartz ha denominado ?la paradoja de la elección? (hay tanto de todo que lo más fácil es no elegir: ?más es menos?). Además, como todas las empresas podían disponer de la misma tecnología (SAP everywhere, so what?s the strategic difference) de aumento de la productividad vía automatización de rutinas, la competencia era creciente en más y más eficiencia, a nivel global. En esta situación de ?ecualización de la eficiencia? (si no eres eficiente no juegas, pero ser eficiente no te garantiza ganar), el paradigma reinante emergente era el de la seducción (marketing mindset). Las tecnologías que buscábamos en este estadio eran aquellas que nos permitieran traducir la imaginación en ventas. Eran tecnologías que permitieran convertir las ideas en valor, y, además, de forma muy acelerada. Eran tecnologías que facilitaran la innovación sistemática. Que permitieran conseguir la que se había convertido en la nueva palabra clave: la diferencia (sostenible) frente a la multitud de ofertas compitiendo por la misma (exigua) demanda.

La ?gran inflexión?, por tanto, se había producido cuando la acumulación de riqueza, que había estimulado justamente tecnologías orientadas a la aceleración de la productividad durante décadas,  las había convertido en una mera infraestructura: sin tecnologías no se podía competir, pero tenerlas no te garantizaba la seducción de un mercado del exceso. El ?nuevo mundo? empezaba con la necesidad de convertir sistemáticamente la imaginación en resultados (know-how en cash-flow).

Empezó así la era de la innovación: la infraestructura tecnológica orientada a la productividad de las máquinas, multiplicada por la tecnología capaz de traducir la imaginación de las personas en nuevos productos y servicios al mercado. La innovación como el resultado de la infraestructura (máquinas) multiplicada por la imaginación (las personas).

Lástima que alguna empresas, en algunos países, siguieran pensando que las infraestructuras eran serias (máquinas que funcionan) y la imaginación era una broma (personas que divagan).

English

I = i x i : innovation equals infrastructure multiplied by imagination

I have the impression that, in a few years time, someone will look back at the last two decades of the 20th century and will declare that that was when the ?great inflexion? took place.

Before that ?moment? of inflexion, markets were generally characterised by the domination of demand over supply: the growing wealth as a result of the end of the Second World War, as well as the optimism it produced, caused supply to often lag behind demand. Everything manufactured was easily sold. Markets were absorbent, difficult to satisfy. In this context, the technology required was one that would help to achieve the maximum productive efficiency. In this scenario, the dominant business paradigm was the manufacturing mindset, and the technology needed was any that could help to automate production processes, with the aim of increasing productivity. Productivity being the quotient between output (results) achieved with a certain input (resources), therefore, the technologies needed were focused on improving efficiency in the resources-results function, normally by reducing production costs (automation, large-scale production, etc.). At that time in history, which perhaps will never be repeated, the keyword was efficiency.

After what we have called ?the great inflexion? (still to be assigned a date), supply was gradually and progressively to overtake demand in the market (now global): we had achieved such efficiency with automation technologies that practically everything was produced in excess. Supply was superior to demand, in many markets, sectors and countries. One could go to the yoghurt section of the supermarket and not know where to begin, or what is worse, not know what to choose from. Markets were saturated. What Barry Schwartz called ?the choice paradox? was to occur (so much of everything that the easiest option is not to choose: ?more is less?). In addition, as all companies had access to the same technology (SAP everywhere, so what?s the strategic difference) increasing productivity by the automation of processes, competition was increasing efficiency on a global level. In this situation of ?equalisation of efficiency? (if you are not efficient, you are not a player, but being efficient is no guarantee of success), the dominant paradigm emerging was that of seduction (marketing mindset). The technologies we needed in this stage were those that would enable us to convert imagination into sales. They were technologies that would enable ideas to be turned into value, and very quickly as well. They were technologies that would facilitate systematic innovation, that would enable the attainment of what had become the keyword: difference (sustainable) in the face of a multitude of offers competing for the same (shrinking) demand.

The ?great inflexion?, therefore, had occurred when the accumulation of wealth, which had actually stimulated technologies focused on accelerating productivity for decades, had now turned them into a mere infrastructure: without technology it was not possible to compete, but to have it was no guarantee of success in the market of excess. The ?new world? began with the need to systematically convert imagination into results (know-how into cash-flow).

Thus began the era of innovation: technological infrastructure focused on machine productivity, multiplied by technology which was able to turn people?s imagination into new products and services for the market. Innovation as the result of the infrastructure (machines) multiplied by imagination (people).

It is a pity that some companies, in some countries, still thought that infrastructures were serious (machines working) and imagination was a joke (just people rambling).

Català

i = i x i : la innovació és infraestructura per imaginació

Tinc la impressió que, d’aquí a uns anys, algú mirarà cap a les dues dècades finals del segle XX i establirà que va ser aleshores que va produir-se «la gran inflexió».

Abans d’aquell «moment» d’inflexió, els mercats funcionaven, en general, amb el domini de la demanda sobre l’oferta: la riquesa creixent que va resultar del final de la segona Gran Guerra, amb l’optimisme que se’n derivava, va fer que en molts àmbits l’oferta fos inferior a la demanda. Així, el que hom era capaç de fabricar, ho venia amb facilitat; els mercats eren absorbents, difícils de sadollar… En aquell context, la tecnologia que calia eren instruments que ajudessin a aconseguir la màxima eficiència en la producció; en aquell estadi, el paradigma empresarial regnant era el manufacturer (manufacturing mindset) i la tecnologia que calia era qualsevol que ajudés a automatitzar les rutines de producció amb l’objectiu d’augmentar la productivitat. Si la productivitat és el quocient entre output (resultats) aconseguit amb un input (recursos) determinat, les tecnologies que calien anaven dirigides, doncs, a millorar l’eficiència en la funció recursos-resultats, normalment reduint els costos de producció (robotització, producció a escala, etc.) En aquella època de la història, que potser mai més no es repetirà, la paraula clau era «eficiència».


Després del que hem anomenat «la gran inflexió» (que encara s’ha de datar), progressivament va anar entrant als mercats (ja globals) el domini de l’oferta sobre la demanda: havíem aconseguit tanta eficàcia amb les tecnologies d’automatització que produíem en excés pràcticament de tot. L’oferta era superior a la demanda en molts mercats, sectors i països. Anàvem a l’expositor de iogurts i no sabíem per on començar; o pitjor: no sabíem quin triar. Els mercats estaven saturats; es produïa el que Barry Schwartz ha anomenat «la paradoxa de l’elecció» (hi ha tant de tot que el més fàcil és no escollir: «més és menys»). A més, com que totes les empreses podien disposar de la mateixa tecnologia (SAP everywhere, so what’s the strategic difference) d’augment de la productivitat gràcies a l’automatització de rutines, la competència era creixent en més i més eficiència, a nivell global. En aquesta situació d'»equalització de l’eficiència» (si no ets eficient no jugues, però ser eficient no et garanteix que guanyaràs), el paradigma regnant emergent era el de la seducció (marketing mindset): les tecnologies que buscàvem en aquest estadi eren les que ens permetien traduir la imaginació en vendes; eren tecnologies que havien de permetre convertir les idees en valor i, a més, fer-ho de forma molt accelerada; que que facilitessin la innovació sistemàtica; que permetessin aconseguir el que havia esdevingut la nova paraula clau: la diferència (sostenible) davant la multitud d’ofertes competint per la mateixa demanda (exigua).

La «gran inflexió», per tant, s’havia produït quan l’acumulació de riquesa, que havia estimulat percisament tecnologies orientades a l’acceleració de la productivitat durant dècades, les havia convertit en una mera infraestructura: sense tecnologies no es podia competir, però tenir-les no et garantia la seducció d’un mercat de l’excés. El «nou món» començava amb la necessitat de convertir sistemàticament la imaginació en resultats (saber fer en cash-flow).

Així va començar l’era de la innovació: amb la infraestructura tecnològica orientada a la productivitat de les màquines, multiplicada per la tecnologia capaç de traduir la imaginació de les persones en nous productes i serveis al mercat. La innovació com a resultat de la infraestructura (màquines) multiplicada per la imaginació (les persones).

Llàstima que algunes empreses, en alguns països, continuessin pensant que les infraestructures eren serioses (màquines que funcionen) i la imaginació era una broma (persones que divaguen).

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