Knowledge Coaching (del libro Futuro Presente)

Knowledge Coaching (del libro Futuro Presente)


© Ruca

En la era de la información (o la “era de Google”, quizás deberíamos decir) decimos que “el conocimiento tiene valor”, aunque no tengamos mucha idea de lo que queremos decir con ello. Las empresas han entendido que el conocimiento va a ser importante en una economía digital, pero, en mi opinión, han visto el potencial económico del conocimiento en términos muy egoístas: se preguntan qué hacer para que el conocimiento no se les escape, qué hacer para conservar lo que saben sus expertos, y cómo capturar lo qué sabe la organización. Palabras todas ellas (escapar, conservar, capturar, etc) que evidencian una especie de miedo o inseguridad de la organización a controlar ese activo económico que es el conocimiento.

En otras palabras, el paradigma actual en la gestión del conocimiento parece basarse en que éste es una cosa, un "stock", que hay que gestionar, y, peor aún, que el propietario de esa cosa es la organización, que por ello paga a sus empleados. La perspectiva dominante es que el gran beneficiario de una estrategia de gestión de conocimiento debe ser la organización ("sacar provecho, rendimiento, del tesoro de conocimiento de sus empleados"). Pero los empleados no son cosas, y mucho menos sus conocimientos. Más aún, son propietarios de sus cerebros, y de lo que contienen1. Y ante una estrategia de gestión de conocimiento definida "desde la organización", su respuesta más lógica, y frecuente, es "¿y a mí qué?" ("what's in it for me?"). Las empresas deberían entender que una persona no puede ser obligada a dar sus conocimientos: los conocimientos se aportan si su “portador” quiere. En otras palabras, dado que no hay conocimientos (“cosa” almacenable) sino conocedores (“personas que saben cosas”), la gestión del conocimiento debería en realidad ser gestión de los conocedores.

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